Capítulo 22: La pena de Scott Archer

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Archer Hall, Montrose

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Archer Hall, Montrose. Escocia, septiembre 1896.

En los establos de Archer Hall hacía calor. Los caballos estaban tranquilos y bien atendidos. Era una hermosa tarde de septiembre y Clarice había quedado con Scott para verse. Ella tenía una noticia que darle al joven hijo del propietario de la gran casa en la que trabajaba como institutriz. Estaba enamorada de él y no cabía en sí de felicidad cuando supo que estaba encinta. Estaba segura de que en ese punto el joven huiría con ella y que juntos fundarían una familia.

Su padre la había apoyado hasta donde sus medios podían sin despertar los recelos de su esposa. Al enterarse de los planes de su hija le había enviado suficiente dinero para empezar una nueva vida en América, donde tenían numerosos parientes que estarían encantados de acogerla. Así que Clarice, con las manos apoyadas suavemente en su vientre se paseaba como un animal enjaulado esperando con impaciencia que el joven Scott acudiera a la cita.

Apuesto, de oscuros cabellos y rasgos armoniosos, tenía un porte elegante y aristocrático cuando caminaba. Aquel hombre tenía unos profundos y hermosos ojos esmeralda que la habían hecho olvidarse de todo lo malo que había vivido en la mansión Bruce. Porque Clarice supo desde la primera vez que lo vio que podría confiarle cualquier cosa. Su convivencia con él había sido desde el principio muy fácil.

El joven tenía un carácter alegre y despreocupado y le gustaba gastarle bromas. La joven, se sentía animada a iniciar nuevos proyectos y le gustaban sus charlas al atardecer. Desde que había empezado a trabajar para ellos, se había olvidado de los desprecios de sus hermanastros, de los insultos de su madrastra y de la pasividad de su padre. Disfrutaba enseñando a la joven Ariadna, su dulce e inteligente hermana. Y también confiaba ciegamente en él.

Sus cálidos sentimientos habían acabado por ablandar las defensas de su corazón. Aunque no le gustaba el recelo con el que la observaba el Señor Thomas Archer. Pero a ella aquello le daba exactamente igual. Recordaba su primer beso en el mirador de la imponente casa y todavía temblaba cuando recordaba cómo se habían entregado el uno al otro y jurado amor eterno mientras sus cuerpos se consumían, aquella tarde de finales de agosto. En el campo, desnudos los dos bajo un gran árbol, amparados bajo el brillo de las estrellas sobre una hermosa manta de lana. Ella quería pasar el resto de su vida con él. En sus brazos, feliz.

—Clarice ... — Dijo una atribulada voz.

Era su amor: Scott Archer. 

A la muchacha se le iluminaron los ojos y se lanzó a sus brazos. El joven la levantó en vilo y la besó apasionadamente. Luego le dijo que tenían que hablar de un asunto importante.

—Nos hemos arruinado...últimamente estamos pasando por una mala racha. Me temo que mi padre ha hecho malas inversiones y que hemos perdido mucho dinero — dijo el joven preocupado y apesadumbrado.

—Lo siento mucho, Scott...—se lamentó la muchacha.

—Mi padre tiene planes para mí. Ha dicho que ya tengo edad para casarme y ha concertado una entrevista con los padres de una joven cuya dote podría ser la solución a nuestros problemas...— dijo Scott pasándose una mano por la nuca.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora