Capítulo 71: La decisión de Vanessa

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Vanessa estaba rota

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Vanessa estaba rota. Tenía pesadillas, llevaba varios días en la cama incapaz de procesar todo lo que le había pasado. Se enteró por Georges de que la protegida de William se iba a Escocia con su familia para escapar de la amenaza que suponía Mc Bride y no culpaba a su amigo de haber tomado esa decisión.

Después de lo sucedido con su sobrina Eliza...quién sabe de lo que serán capaces de hacer. Ese maldito Arthur aún tiene la mano suelta murmuró Vanessa incapaz de dejar de temblar. No quería tomar ningún calmante, sabía que el láudano no era un medicamento muy recomendable por sus efectos secundarios.

Había pasado por la farmacia de la señorita Bruce  alias Dana Marborough— a buscar hierbas que fueran eficaces para calmar sus nervios en infusión y confiaba en el buen criterio de la madre de Candy. Aquella joven, era el punto débil de William y si Arthur había llegado también a esa misma conclusión, era más que probable que pusiera todo su empeño en secuestrarla. Vanessa temblaba de terror de sólo pensarlo. Quería alejarse de aquel ambiente, para ella Chicago tampoco era seguro. 

Pero estar lejos de Georges, le suponía una tortura.

Hacía tiempo que no veía a sus padres. Por lo que sabía, su hermano se había comprometido con una señorita de buena familia. Esperaba que fuera por amor, aunque no estaba segura, lo conocía bien. Era muy capaz de dejarse convencer por su padre y arreglar un buen matrimonio con alguna de las muchas señoritas casaderas que buscaban cazar a un hombre de apellido ilustre y rancio abolengo. Se preguntaba qué pensaría su padre  Lord Higgins si supiera que se había comprometido con el secretario de William Albert Ardlay. Seguramente, no lo iba a aprobar. Charles Higgins era muy estricto con temas como la moralidad, la estratificación de clases y lo que se suponía que era política y socialmente correcto.

 Que ella se fuera a casar con alguien de un rango tan inferior, sería para él tirar por tierra el buen nombre de su familia. Seguramente iba a poner el grito en el cielo. Pero le daba igual. Les escribió comunicándoles que se había prometido con un caballero francés al que amaba profundamente. Esperaba que lo aceptaran y realmente le importaba muy poco las objeciones que le pudieran poner al respecto. No necesitaba nada de su familia, ni si quiera su dote. Ella era una mujer independiente, por mucho que les costase aceptarlo. Estaba segura de que su madre aplaudiría su actitud y su decisión.

Vanessa no había perdido del todo las esperanzas de desenmascarar a Mc Bride y a sus secuaces. Aunque al principio lo había dado por perdido debido al saqueo de su casa y de su oficina, la providencial Cecily había guardado una parte de las investigaciones. 

Era poco, pero significativo.

Tenga, señorita Higgins. No quiero tener esto en mi casa. Tengo miedo después de lo ocurrido . Le había dicho con aprensión.

 Gracias por haberlo conservado, Cecily. Te debemos mucho. Gracias a esto, no está todo perdido.

Cecily abrazó a su jefa y asintió con los ojos llenos de lágrimas. Tenía un feo golpe en la frente que había empezado a curarse. Su ánimo estaba por los suelos y le había pedido a Vanessa unos días para descansar. Cecily se cuestionaba si valía para desempeñar aquel tipo de trabajo y estaba pensando en enviar currículums a otro tipo de despachos- de abogados y economistas principalmente- para poder salir de allí. Ella era una chica trabajadora y no tenía otra ambición más que encontrar al hombre indicado, casarse y formar una familia. Lo de ser secretaria sólo era una forma de mantenerse, mientras aguardaba el momento en que su suerte cambiara.

Estaba enamorada platónicamente del Sr. Ardlay.

 Para ella personificaba la perfección hecha hombre. Aunque a la señorita Higgins aquel asunto le hiciera gracia ella estaba total y perdidamente rendida a los encantos de William al que encontraba fascinante. Uno de los principales motivos por los que había decidido continuar trabajando con Vanessa era precisamente ese. Se conformaba sólo con verlo de lejos. Pero ahora, visto el riesgo, no estaba tan segura de que mereciera la pena.

Vanessa abrió el expediente y sacó la documentación así como las notas que había ido tomando desde que iniciara la investigación. Todo lo relacionado con Mc Bride, sus contactos en el ayuntamiento así como la ubicación de sus sucios negocios en Chicago. La lista de los implicados en el pago de comisiones a policías que hacían la vista gorda a los trapicheos de Mc Bride, así como el nombre del bufete con el que trabajaba Arthur.

 Tenía que conseguir que la escucharan las autoridades pertinentes y denunciar la trama corrupta, pero ella una mujer. No la escucharían; ya no se sentía segura, Georges estaba demasiado obsesionado con iniciar una vendetta personal y tenía miedo de que sus impulsos le hicieran perder la objetividad. Un error de criterio y las consecuencias podían ser nefastas.

Por otra parte, William conocía a gente influyente que bien podría ayudarlos a desenmascarar a aquel miserable.

Mon amour ¿ Cómo te encuentras hoy?  preguntó Georges cuando entró en casa.

Mucho mejor ¿De dónde vienes y por qué tienes un ojo morado, Georges?

No es nada... sólo un pequeño accidente.

 No te creo.

Georges había localizado a los tres malhechores y los había reducido con la ayuda de varios conocidos del barrio que estaban interesados en acabar con sus extorsiones. Tenía un contacto en la policía de Chicago que se iba a hacer cargo de ellos y con ello saldaba una antigua deuda. No le había costado mucho localizarlos celebrando su hazaña en uno de los mejores prostíbulos de la cuidad. 

Y qué casualidad que aquel local era propiedad de uno de los hombres de paja de Mc Bride.

Querida, si te encuentras con fuerzas, en la comisaría del distrito van a hacer una rueda de reconocimiento con los tipos que te agredieron.

¿Cómo, tan pronto? ¿Has tenido algo que ver?Preguntó desconfiada.

 No... en absoluto.Aseguró Georges impasible.

 No te creo, querido. Pero es igual, iré. Quiero que los encierren y les hagan pagar lo que me han hecho.

 Quiero que los encierren y les hagan pagar lo que me han hecho

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora