Capítulo 46: Un viaje a Boston

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Inglaterra

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Inglaterra. Diciembre 1916.

Patty quería embarcarse con rumbo a los Estados Unidos. Quería ver a su amor. Necesitaba verlo, estar con él. De este modo, decidió decírselo a su abuela Martha.

—Hija, sabes que los alemanes están torpedeando barcos con civiles, ya no respetan nada. No sólo atacan a los que intentan traernos suministros. Sabes que vas a correr un gran riesgo y aun así quieres ir a Boston —dijo mirándola con compasión.

—Si, abuela, pero es que...lo amo. Lo amo tanto, que me duele el corazón. Ya cuando lo perdí creí que me moriría, pero en estos momentos saber que está vivo y sufriendo me tortura. Me ha dicho que está herido y que se está recuperando, pero sé que le ha pasado algo grave. Algo que no me ha querido decir. Dice que pensar en mi sonrisa le reconforta, que me ama... pero yo quiero estar con él. No soporto estar en otro continente, tan lejos de él. Otra vez no— lloró Patty con la cabeza apoyada en el regazo de su abuela. La mujer acariciaba con suavidad los cabellos de su nieta para calmarla. La comprendía y temía por ella.

Se le habían empañado las gafas. Su hermoso pelo castaño estaba revuelto y tenía ojeras de no haber dormido. Miraba a su abuela interrogante, como si esperara que le confirmara que lo que estaba planeando hacer no era una locura.

—Vale, hijita. No te preocupes. Yo te ayudo. Compraremos juntas el pasaje y ya hablaré yo con tus padres. No creo que les haga mucha gracia, pero para entonces tú ya te habrás ido. Que conste, que lo que haces es una locura. Pero entiendo a los jóvenes, querida— la consoló su abuela dándole un beso en la frente.

Así que Patty empacó su equipaje y metió en él las gafas con limpiacristales incorporados que Stair había creado para ella la última vez que se vieron, las guardó con devoción y sonrió feliz. Con el corazón en vilo, tomó un carruaje y partió hacia el puerto de Southampton.
Inglaterra sufría los efectos devastadores de la guerra y ella se sentía impotente. Su abuela se había gastado parte de sus ahorros en el billete, que resultaba muy caro porque muy pocos querían arriesgarse a cruzar el océano y los transatlánticos habían restringido la frecuencia de los viajes desde el ataque al Lusitania, aunque Alemania había dicho que el ataque había sido fruto de un error. Nadie confiaba en su palabra.

Había niebla y cerca de ella vio la silueta de un hombre muy alto, de cabello ondulado y porte aristocrático.  Se lo quedó mirando unos segundos y el joven  la saludó con una breve inclinación de cabeza. Había algo en él que le era familiar. La manera de moverse, algo en su expresión corporal y sus ojos turquesa que la dejaron perpleja. Luego volvió a sumergirse en sus pensamientos.

En seis días estaría en Boston, si todo iba bien. Había telegrafiado a Stair diciéndole que estaba de camino, así como la fecha aproximada de llegada del transatlántico. Estaba segura de que intentarían disuadirla de venir. Las rutas marítimas no eran seguras, pero ella estaba dispuesta a todo con tal de reunirse con él. Nunca había estado en su vida tan segura de nada.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora