La señorita Paulina Giddings, conocida por todos como señorita Pony se sentó aquella tarde a la mesa. La hermana Lane la miró con preocupación. Se habían servido café y bizcocho casero. Los niños jugaban afuera.
—Estoy preocupada, hermana Lane. Georges y la señorita Higgins han solicitado una entrevista con nosotras para hablar de nuestras niñas: Annie y Candy.
—Me pregunto si habrá pasado algo...hace tiempo que no tenemos visitas de esta importancia — dijo la hermana Lane bebiendo un largo sorbo de café.
Fueron puntuales. Cuando vinieron las saludaron amablemente. Georges presentó a su compañera: Vanessa Higgins que llevaba un discreto y elegante vestido de corte imperio y una chaqueta larga a juego. Era verde oliva y hacía destacar su hermoso cabello. Ella sonrió amablemente y les contó el motivo de la reunión.
Necesitaban que les detallaran todo lo que recordaran del día en que encontraron a las pequeñas Annie y Candy. Era vital que no omitieran ningún detalle pues estaban intentando averiguar la identidad de los padres de las muchachas. Tenían pistas muy esclarecedoras y acaso estaban a punto de descubrir por fin quienes eran sus familias biológicas.
Las dos mujeres, la hermana Lane y la Señorita Pony intercambiaron miradas. Aquello podía significar un antes y un después en la vida de las muchachas. Paulina miró a su compañera, ella asintió con la cabeza. Sin duda, aquel era el momento. Lo hacían porque las querían, como habían querido a todos y cada uno de los niños que habían pasado por allí.
La hermana Lane suspiró. De aquello ya hacía dieciocho años. Poco sabían de ellas, sólo que las habían abandonado el mismo día, con pocas horas de diferencia tal vez. El pequeño Tom las había oído llorar y era una hermosa mañana de primavera.
Tan sólo pudieron saber el nombre de una de las pequeñas: el de la más gritona y robusta. Ella agarraba fuertemente con una de sus manitas regordetas una hermosa muñeca cosida a mano, con su nombre bordado en elegantes letras doradas: Candice. Seguramente era el último regalo de su madre y a la que decidieron añadirle White por la blancura de su tez.
De la otra niña, nada sabían salvo que la encontraron en un viejo canastillo a poca distancia de donde habían encontrado a Candy. No sabían su nombre, sólo que vestía un andrajoso pijama. Se trataba de una preciosa niñita de pocos meses, de temperamento más tranquilo y que sólo despertó cuando sintió que la tomaban en brazos.
En este punto, Vanessa sacó un cartel de búsqueda donde estaban retratadas Ellie Wilkings y una bebé de corta edad. Y los ojos de la hermana Lane y la Señorita Pony se llenaron de lágrimas:
— ¡Annie...! Oh, Dios mío. Es Annie...pobre pequeña — dijo la hermana Lane santiguándose incapaz de contener su emoción.
—Sin duda...es ella, válgame el cielo — dijo la Señorita Pony con lágrimas en los ojos.
Georges y Vanessa se miraron. Luego gentilmente Vanessa tocó el hombro de la Señorita Pony y le dijo:
—Su verdadero nombre es Marie Bennet, Señorita Pony y sus padres nunca perdieron la esperanza de encontrarla — Vanessa sonreía.
Las lágrimas rodaban por su hermoso rostro. Tanto trabajo, tantas horas. Habían merecido la pena.
—Annie Marie Bennet Brighton...— completó la Señorita Pony emocionada
— Suena bien...—convino la hermana Lane riendo entre lágrimas.
Georges también estaba conmovido. Miró con orgullo a su compañera.
Finalmente habían logrado saber la verdadera identidad de una de ellas. Ahora quedaba por resolver cómo encajaba Dana B. Marborough en aquel asunto. A no ser que en realidad la mujer estuviese usando un sobrenombre para proteger su identidad. Después de haber hablado la primera vez con ella, se dio cuenta de que no le estaba contando toda la verdad. La vergüenza por lo sucedido en el pasado parecía pesar en ella como una losa.
Después de dar muchas vueltas, la única teoría que parecía sostenerse era que Clarice D. Bruce, el nombre que aparecía en la partida de nacimiento de Candy era el verdadero nombre de la mujer que se hacía llamar Dana B. Marborough y que regentaba ahora una próspera botica en Chicago. La clave de aquello había sido la muñeca con su nombre que ella le había regalado antes de dejarla en el Hogar aquella trágica mañana de mayo.
No les llevó mucho tiempo averiguar que su nombre completo era Clarice Dana Bruce Marborough. La señorita Marborough estaba usando el apellido de su madre para tratar de pasar desapercibida en Chicago. Pues tal y como pudieron averiguar después ella era la hija ilegítima de James Bruce, el mismísimo Conde de Argyll, un noble escocés con fama de pusilánime y cuya esposa la Condesa Poppy Bruce parecía tenerle totalmente dominado. Habían averiguado que tenía otros tres hermanastros: Lance Bruce que recientemente había fallecido en la guerra, Leticia Bruce que se había casado con un importante fabricante de tejidos de lana y el heredero final del título: el joven Benjamín Bruce que se había hecho cargo de los asuntos de la familia.
La Señorita Marborough había salido muy alterada de su última reunión con William y había decidido confesar la verdad a Vanessa, en un discreto café de Chicago. Se había visto obligada a abandonar a su hija con pocos meses de edad en el orfanato.
Asqueada de sus parientes, harta de que se la señalara con el dedo, decidió renunciar al apellido de su padre porque llamaba demasiado la atención y usar el de su madre: Marborough. También usaría su segundo nombre: Dana para poder completar su proceso de cambio y transformación.
De esta manera pensó que podría poner distancia de por medio e iniciar una nueva vida creyendo que podría dejar atrás el pasado. Pero ciertamente, el pasado había acabado por volver.
Lo sucedido era la prueba.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanficCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...