Capítulo 96: La obstinación de Vanessa

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La agencia Higgins & Asociados aún no había recuperado su aspecto original tras el asalto perpetrado por los hombres de Mc Bride y Vanessa creía que nunca lo iba a recuperar

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La agencia Higgins & Asociados aún no había recuperado su aspecto original tras el asalto perpetrado por los hombres de Mc Bride y Vanessa creía que nunca lo iba a recuperar. Habían tenido que sustituir algunos muebles desvencijados tras el asalto, reparar otros y  tras una concienzuda limpieza, poner algunas flores en lugares estratégicos. También habían vuelto a poner las cosas en su sitio hasta donde sabía y había sido posible ya que los secuaces de MC Bride habían sustraído objetos. Pero Vanessa sentía que nada volvería a ser como antes, sentía como si todo su mundo hubiese sido agredido, golpeado...

Ya no se sentía segura. No creía que volviera a ver el mundo con los mismos ojos tras haber vivido aquella horrible experiencia.

Había comprado una pequeña Smith & Wesson en una armería por protección. De vez en cuando la asaltaban angustiantes recuerdos y solo el tacto metálico de su arma, que guardaba en el cajón de la mesa de su despacho, le devolvía algo de calma.

 Pero no estaba tranquila.

A Cecily, su tímida y eficiente  secretaria, eterna y platónicamente enamorada de William, le  debía la mayor parte aquel orden impecable que volvía a reinar en su oficina. Ella se había encargado de recuperar parte  de la nueva normalidad en la vida de Vanessa.

 También había reforzado la seguridad en su casa.

Le costaba dormir; veía sus horribles caras, oía sus risas, sentía todavía sus alientos en su rostro; aquellas manos lascivas, sudorosas, repulsivas, profanando su cuerpo. Toda la protección que se había procurado, incluso tras haber contratado seguridad privada por consejo de Georges, sentía que  no era suficiente. Estaba aterrorizada y le costaba trabajo levantarse de la cama e ir a trabajar.

Hacer investigaciones para los abogados contratados por los Ardlay ya no le satisfacía tanto como antes. Muchas veces, maldecía su empeño en hacer las cosas a su manera, sin haber medido las consecuencias de su decisión. Ahora se lamentaba de no haber seguido el mismo camino que el resto de las mujeres.

Debía haber hecho caso a su padre y haberse casado con un buen partido. El ser sólo un adorno en casa de su marido, parir a sus hijos...administrar la casa, honrar el apellido de su familia. Aquello era lo único que la habría protegido de ser víctima de los delincuentes. La culpa era suya, sólo suya. Con su obstinación se lo había buscado.

Todo lo hacía mal. Incluso se había equivocado en el amor. 

Se había enamorado de alguien inferior en cuanto a rango y posición social. Su familia la iba a censurar, sobre todo su padre. No creía que su madre lo viera con malos ojos. Pero estaba segura que su padre y su hermano se pondrían en contra. 

Siempre, siempre, había hecho lo que había sentido en el corazón como correcto. Ahora ya no estaba tan segura de que fuera la decisión correcta. 

Había arrastrado con su obstinación a personas inocentes y no quería que Georges sufriera las consecuencias. Ella, en absoluto, era la mujer ideal para él. Era un juguete roto, ya no se sentía útil y creía que era mejor desaparecer. 

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora