Capítulo 8: Dulce Candy

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Albert sentía como la alegría lo embargaba

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Albert sentía como la alegría lo embargaba. Sentado en el sillón de la biblioteca, se sentía pletórico después de haber releído el telegrama incontables veces. No daba crédito y no sabía si reírse o llorar.

El texto venía firmado por Rolf Baughman jefe del batallón donde había estado destinado Stair. No cabía duda alguna de que era real. Todo era verdad. Llevaba bebidas dos copas de un raro brandy añejo, reservado sólo para ocasiones especiales y que a duras penas pudo servirse debido al incontrolable temblor de sus manos. Las emociones, eran tan intensas que era incapaz de controlarse. Por una vez, él no era dueño de la situación.

Aún no había amanecido y estaba tan exaltado que no podía dormir. Oh, cielo santo... Su sobrino estaba vivo y necesitaba con urgencia verlo, ponerse en contacto con él.

Incapaz de tranquilizarse se levantó del sillón y abrió el ventanal que daba al jardín de la mansión para tomar el aire. Tenía ojeras y el pelo revuelto. Aún estaba oscuro. El perfume de las rosas Dulce Candy que había hecho traer de Lakewood era embriagador.

 Rosemary, Anthony...le habían dejado tan pronto.

Las lágrimas acudieron a sus ojos, inevitables.

La muerte de Stair lo había afectado profundamente. Lo más  desgarrador  fue tener que presenciar su funeral desde la lejanía. Un funeral para un cuerpo ausente.

No había podido despedirse...

El no haberle podido revelar su verdadera identidad lo había llenado de un indescriptible dolor que sólo pudo compartir con aquel pequeño ángel llamado Candy. Aquella tarde, los dos sentados en las ramas del árbol más alto del parque de Chicago pudieron darle su particular adiós.

El hecho de que estuviera vivo había cambiado por completo las cosas. Estaba vivo...y eso era lo importante.

El telegrama decía que había sido herido en combate y que por petición expresa suya prefería recuperarse en la casa de la mujer que le había recogido y que estaba situada en un lugar llamado Îlle Vierge, cerca de la playa donde lo habían rescatado en la Bretaña francesa. Su estado de salud le preocupaba. ¿Cómo se lo iba a comunicar a la familia?

Le dio otro largo trago a la bebida.

La tía Elroy no estaba para muchas emociones y estaba seguro de que la alegría de recuperar a Stair acabaría por endulzar su agriado espíritu.No pudo evitar sonreír al imaginarla, llenando a su sobrino de besos y regalos. Ni tampoco la cara de éste al verse colmado de tantas atenciones.

Por otra parte, también estaban Archie y sus padres. Y Patty.

Volvió a beber otro trago ensimismado. Respiró el aire de la mañana. Había tantas cosas por hacer.

"Candy...", pensó. No podía esperar a darle la buena noticia.

Cuando la encontró dormida en la sala había sentido la necesidad de cubrirla con su capa. Estaba tan adorable, que se sintió incapaz de despertarla. También se sintió culpable por no haber podido pasar unos momentos con ella. Se lo había prometido, pero las cosas se le habían ido de las manos.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora