Capítulo 56: Confidencias en el Edificio Ardlay.

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 Edificio Ardlay

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 Edificio Ardlay. Chicago, 1916

Tras la última reunión con los padres de Candy, William decidió que era conveniente volver a convocarlos una vez más para explicarles más detalles acerca de la vida de su hija, tal y como les había prometido que haría en su momento.

Después de que Candy le hubiese dejado clara su voluntad de conocerlos, William creyó adecuado procurar un prudente acercamiento de ellos a su tutelada, a la que intentaba proteger de las reacciones imprevisibles de unos padres que habían estado ausentes durante demasiado tiempo. Vanessa le había dicho que se sobrepasaba en su papel de fiel protector, pero él no estaba de acuerdo.

—Es preciso ser delicado en este punto, Vanessa. Yo no quiero que Candy sufra ninguna decepción. No con algo de este calibre—Afirmó con rotundidad.

—Bien, si tú lo dices...— dijo Vanessa moviendo la cabeza. Ella estaba segura de que su amigo estaba siendo demasiado cauto porque en el fondo, amaba a Candy y no estaba dispuesto a que ella volviera a sufrir un desengaño. No uno relacionado con sus padres.

Aparecieron puntuales los dos. Clarice y Scott tomaron sus asientos en la amplia sala de juntas de su oficina. Pero esta vez William notó que algo había cambiado entre ellos. No percibía la misma cercanía que la última vez que los había visto juntos.

— ¿Cómo están? ¿Quieren algo de beber? — preguntó el joven dirigiendo una mirada a Alexandra que se mantenía cerca.

—No, gracias. — Dijo Clarice.

Scott también negó con la cabeza. Tampoco tenía sed. Sólo quería saber de Candy.

—Estoy bien. Me gustaría que nos contara todo lo que sepa sobre nuestra niña— dijo el señor Archer mirando intensamente a su socio.

—Está bien...— Dijo William cruzando los dedos de las manos e indicando con un gesto a su secretaria que podía irse.

— Bien ¿Qué es lo que quieren saber? — preguntó finalmente el joven con sencillez.

Tanto Clarice como Scott le fueron preguntando los detalles sobre la vida de su hija que necesitaban saber desesperadamente. Y amablemente, William les fue respondiendo en la medida en que el conocimiento sobre su protegida y la propia discreción mandaban responder.

Sus padres se mantuvieron atentos a todas y cada una de las explicaciones de William. Pero también se sintieron impactados al conocer las dolorosas experiencias vividas por su hija, desde muy temprana edad cuando primero fue adoptada como dama de compañía de los Lagan, para luego pasar a ser sirvienta y todo el cúmulo de desdichas que acontecieron después. Al conocer esto último Clarice D. Bruce se sintió desfallecer de dolor y empezó a culparse a sí misma por haber dejado a su hija en el Hogar de Pony. Había empezado a palidecer y Scott le apretaba la mano conforme su tutor legal le iba desgranando poco a poco los detalles de la historia de su hija. Las lágrimas de impotencia, de dolor y de culpabilidad fueron asomando a sus ojos turquesa.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora