Capítulo 52: La felicidad de Candy

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— ¿Mis padres?

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— ¿Mis padres? ...—Preguntó incrédula.

Sintió que sus piernas de repente ya no la sostenían y de no ser porque Albert la tomó en brazos se habría caído al suelo.

—Candy... ¿Estás bien?

Ella era incapaz de articular palabra.

— Ven, toma asiento. Tenemos que hablar, pequeña. — dijo conmovido.

 Le acercó una hermosa silla tapizada en cuero para que tomara asiento.

Candy tomó aliento, su corazón empezó agitarse. Sintió que le  costaba respirar, cerró los ojos. La impresión de sus palabras la había dejado fuera de juego. Luego los abrió de nuevo.

Él se había puesto delante de su mesa y se había apoyado contra el mueble cómodamente. Mantenía cruzados los brazos en el pecho, con mirada inquisitiva, tratando de adivinar sus pensamientos. Había preocupación en su rostro. Luego le cogió las manos:

—Candy... perdona mi falta de tacto de antes, pero era la única manera que tenía de captar tu atención. — murmuró avergonzado, apartando la mirada de su rostro.

—Lo que trataba de decirte es que Vanessa junto con Georges han estado investigando para mí el paradero de tus padres y el de los de Annie durante meses.—Aseguró mirándola a los ojos.

Candy abrió la boca para decir algo, pero se había quedado muda. No se podía creer lo que estaba pasando. Luego el joven se sentó en su silla de trabajo. Era un hermoso ejemplar de diseño inglés forrada en piel negra y acolchada que parecía muy cómoda.

No podía apartar los ojos de él.  No quedaba rastro de enfado en su mirada y había en ella una mezcla de agradecimiento y de expectación.

Albert dio un pequeño sorbo al vaso de whisky para poder infundirse valor y poder soportar la intensidad de aquellos verdes ojos que lo quemaban. 

—¿Por qué me dejaron en el Hogar de Pony? ¿Cómo son, Albert? ¿Quiénes son? Tengo tantas preguntas que hacerles...— Dijo ella con voz ahogada mientras sus manos jugueteaban con la tela del arrugado vestido que se había puesto aquella mañana. 

No le había importado que fuera el mismo del día anterior y tampoco había prestado para nada atención a su aspecto. Sólo le urgía verle y eso era lo importante.  Candy no había podido dormir pensando en lo sucedido en Lakewood, en la intensidad de sus sentimientos por él. Y hasta hacía un momento estaba furiosa con él porque la había tratado con condescendencia, como si fuera una niña. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Acaso no la quería?

Después de que le revelara que el motivo de su relación con la Señorita Higgins sus sentimientos fueron más confusos aún. Estaba claro que ella le importaba, de otra manera no se hubiese molestado en buscar a sus padres, ni los padres de Annie.

Candy se mordió los labios. Entendió que en la Cabaña del bosque no podía contarle toda la verdad porque aquello implicaría revelarle lo que él intentaba averiguar y que no quería que se hiciera falsas ilusiones. La estaba protegiendo de sí misma. 

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora