—Regresamos a Escocia, Gilbert. Vas a conocer a tu abuelo Thomas y a tu tía Ariadna.—Anunció Scott Archer con voz grave.
El joven estaba sentado en la sala. El servicio había dispuesto una bandeja con panecillos recién horneados y té. Gilbert escupió lo que estaba comiendo y miró a su padre incapaz de creer lo que estaba oyendo.
—¿Qué? No puedes hacerme esto, papá —protestó Gilbert con vehemencia.
Scott se cruzó de brazos mirando a su hijo, tenía su misma oscura cabellera ondulada y los ojos de su madre.
Había crecido, se estaba convirtiendo en un hombre y sintió orgullo.
—Partimos en un par de semanas. Tendrás tiempo suficiente para despedirte de tus amigos.- Sentenció mientras el mayordomo le quitaba el abrigo y el sombrero.
Los ojos ámbar del muchacho se entrecerraron, desafiantes, enfadados.
—Te odio...Eres... eres lo peor—dijo Gilbert arrastrando las palabras.
La emoción impedía al joven Archer pensar con claridad. Tenía que buscar una buena razón que le permitiera quedarse. Su corazón no iba a resistir el estar separado de Millie, no con un océano de distancia entre ambos.
Su padre comprendió lo que le estaba sucediendo. Conmovido le dijo:
—Algún día lo entenderás, hijo.
Gilbert sostuvo desafiante la mirada de su padre. Los ambarinos ojos de su hijo se entrecerraron aún más y con una voz sorprendentemente grave afirmó:
—No soy un niño, papá.
—Debemos estar con la familia, hijo. —afirmó Scott poniendo sus manos sobre los hombros de su vástago, que se revolvió incómodo.—Tu hermana nos necesita. Además, es hora de que conozcas Archer Hall. Tus raíces están allí, en Montrose. En Escocia.
Gilbert torció el gesto. Odiaba que su padre pudiera disponer de su vida de aquella manera ¿No entendía que todo lo que quería, todo lo que importaba estaba en Chicago?
—Puedo valérmelas solo.... ¿Por qué no la acompañas tú?— propuso en cambio.
Scott lo miró con severidad. Sus verdes ojos brillaron amenazadores. Estaba a punto de perder la paciencia con aquel obstinado retoño suyo.
—Gilbert, aún eres menor de edad. No pienso dejarte solo en Chicago ¿Te crees que no te conozco?
El muchacho sonrió con chulería, se recolocó las gafas de montura de carey y le respondió:
—No iba a hacer nada que tú no hicieras con mi edad, papá.
En ese punto, su padre perdió la paciencia. Acercó su rostro amenazante al de su hijo que reculó asustado.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...