Capítulo 7: Compañeros de habitación

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Oxford, 1903

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Oxford, 1903

Vanessa Higgins era una joven muy poco convencional. Quería estudiar derecho en Oxford, pero por ser mujer no la dejaban matricularse. Era la quinta vez que lo intentaba y ya se le habían agotado los trucos y las excusas. Así que se cortó su espléndida melena pelirroja, tomó prestado el traje de chaqueta de su hermano, el abrigo de su padre, se puso la gorra tweed de su hermano y con decisión tomó la bicicleta. Pedaleando de nuevo con fuerza salió disparada desde su casa hasta el Campus de la universidad.

Era una muchacha atlética, robusta y optimista. Su madre era una mujer instruida y abogaba por que las mujeres pudieran conseguir el derecho al voto. Por lo que a la hora del té y mientras su padre estaba ausente en el club de caballeros ella hacía lo propio y reunía a sus amigas para charlar de las últimas noticias y ponerse al día de otros asuntos más mundanos.
Marissa Higgins era un pilar de la sociedad de Londres. Pelirroja, con inquietantes y profundos ojos negros era de raíces irlandesas y sabía muy bien cómo proceder para conseguir lo que quería. Adoraba a sus hijos y estaba profundamente enamorada de Charles, su marido.
Pero no quería que su hija tuviese que comprometerse con alguien del que no estuviera completa y totalmente enamorada. Ella había tenido suerte con su marido, aunque sus padres lo hubiesen elegido por ella.

Por eso, siempre la había apoyado en sus pretensiones porque sabía que Vanessa no era de las chicas que se dejaban convencer por las estrictas imposiciones a las mujeres de su posición. Ella se negaba a ser tratada como un trofeo en las fiestas de la buena sociedad londinense y esperaba algo más de la vida que aspirar a casarse con un buen partido y parir a sus hijos.

Vanessa Higgins era como ella, aunque su marido y su hijo, reprocharan constantemente su actitud.

— Querida, la consientes demasiado — le decía muchas veces mientras leía el periódico de la mañana.

Hacía frío aquella mañana de enero y Vanessa quería llegar a tiempo antes de que cerrasen la secretaria de atención al estudiante.
Iba a toda velocidad, sintiendo el frío en la cara, segura de que aquella vez lo conseguiría. Ya estaba bastante cerca de la entrada del imponente edificio y su corazón latía con fuerza.
De pronto el aire del invierno hizo volar su gorra hasta los pies de un joven. Este, la recogió amablemente del suelo y se la entregó.
Era un chico delgado y alto para su edad. Sus ojos eran del color del cielo despejado de la mañana, un hermoso e intenso azul. Vestía un elegante traje de tweed y una gorra que dejaba al descubierto algunos mechones de cabello dorado.
—Ten, se te ha caído esto — le dijo con amabilidad.
Vanessa, cogió la gorra y se la puso de nuevo. El muchacho seguía allí parado observándola con ojos divertidos. Esperaba que su disfraz funcionara y que no se adivinara que tras las ropas de hombre había oculta una chica.

— ¿Vas a matricularte? Necesitaría por favor, que me indicaras el edificio donde se encuentra la secretaria— le pidió el joven educadamente.

Ella, que ya estaba familiarizada con el campus le señaló el camino.

— ¿Qué es lo que quieres estudiar? — le preguntó llevada por la curiosidad.

—Derecho y Economía. Principalmente por mi familia, aunque por supuesto, también barajo la posibilidad de matricularme en zoología e ingeniería — dijo como si tal cosa.

Vanessa se rio con ganas. ¿De dónde había salido aquel chico tan extraño? Por su acento, adivinó que quizá fuese estadounidense... aunque no lograba ubicarlo. Parecía más bien escocés y desde luego, era muy guapo.

Le caía bien, así que le tendió la mano:
— Víctor Higgins.
— William Layard— dijo el joven estrechándosela con firmeza.

Una vez hechas las presentaciones reparó en la presencia de un hombre de aspecto austero y mirada noble que se mantenía en  segundo plano. Lucía un discreto bigote en el labio superior y un lustroso cabello negro que llevaba peinado con pulcritud. Vestía un traje de chaqueta negro y un elegante abrigo del mismo color. Su presencia allí no dejó de parecerle en cierta manera inquietante y también misteriosa.

Se despidieron cordialmente y la joven siguió su camino, intrigada por la figura del hombre que vigilaba al joven con celo de perro guardián.

Se despidieron cordialmente y la joven siguió su camino, intrigada por la figura del hombre que vigilaba al joven con celo de perro guardián

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Cuando consiguió que su solicitud fuese aceptada, Vanessa empezó a bailar de alegría. Se trataba de una gran oportunidad para ella. Su padre estuvo semanas sin hablarle, su hermano tampoco fue menos. En cambio, su madre la felicito por su valor.

—Serás la primera Higgins en licenciarte —le dijo dándole un cálido abrazo.

Así que cargó su maleta en la parte trasera de la bicicleta y pedaleo feliz hasta el Campus. El cuarto que le habían asignado no era de los mejores, pero era todo lo que lo que la dote de su madre podía pagar. Ya que tozudo, su padre se negaba a complacer las excentricidades de su hija.

Además, también había descubierto con mucho disgusto que le tocaba compartir habitación. Estaba colocando la antigua ropa de su hermano que su madre le había entregado a escondidas de este en el armario del cuarto. Era pequeño, pero suficiente para ella. Sonaron dos fuertes golpes en la puerta.

— ¡Adelante! — dijo tratando de que su voz sonara más grave.

La puerta de su habitación se abrió y sus labios dibujaron una amplia sonrisa cuando descubrió que su compañero no era otro que el joven William Layard.

La puerta de su habitación se abrió y sus labios dibujaron una amplia sonrisa cuando descubrió que su compañero no era otro que el joven William Layard

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora