Chicago, junio 1915
El señor Scott Archer estaba harto de escándalos. Gilbert Archer se había pasado los últimos meses entrando y saliendo del despacho del director del prestigioso colegio en el que estudiaba. Y su costosa educación no le estaba sirviendo de nada.
Después de mucho pensar en qué podría ser lo mejor para su hijo decidió enseñarle de primera mano lo que costaba ganarse la vida.
Gilbert, un apuesto joven de hermosos ojos ambarinos y oscuro cabello ondulado miró a su padre con acritud y hastío. ¿Qué podría enseñarle un viejo que nunca tenía tiempo para él y sólo se molestaba cuando llegaban notificaciones del director del colegio a casa?
— Gilbert, coge tu abrigo. Te vienes conmigo.
— Papá...— Empezó a protestar el muchacho que estaba sentado de cualquier manera, leyendo una revista científica en el sillón Chester de la sala.
Estaba del todo ajeno a las miradas de resignación y hastío del servicio. Y mostraba una actitud despreocupada e insolente que irritó profundamente a Scott.
—Te vienes conmigo — ordenó su padre—. ¿No querías estudiar medicina cuando terminases los estudios? Hoy empezarás a tomar contacto con la realidad. Estoy harto de que te expulsen y de que me avergüences con tu comportamiento.
Gilbert era un chico brillante, con facilidad para meterse en líos y vago hasta extremos insospechados. Tiró de cualquier manera la revista a la hermosa mesa auxiliar del salón, se levantó del enorme y costoso sillón de cuero acolchado que su padre había traído de Inglaterra, se colocó las gafas rotas por la última pelea y fue tras él con resignación. Le importaba un rábano lo que le dijera. Sabía que al final se saldría con la suya.
Como siempre.
Estaba convencido que el mundo estaba compuesto por dos tipos de personas: los ganadores y los perdedores. Y él era de los primeros.
No había nadie en clase que lo superara en ingenio, ni en inteligencia y se aburría soberanamente. Las clases le parecían simples y tediosas. Era la pesadilla de la mayoría de los profesores.
Muchas veces se dormía en clase y soñaba con lo que el futuro le podría deparar.
Era un apasionado de Julio Verne, Edgar Allan Poe y H.P Lovecraft, así como un admirador ferviente de Mary Shelley. También seguía muy de cerca los trabajos de Nikola Tesla y de Edison y estaba convencido que la electricidad era el futuro. Observó con desinterés las lámparas de gas en el techo de la sala de estilo victoriano de su casa y resopló.
En aquel momento, viendo la cara severa de su padre, el joven Gilbert Archer supo que no le quedaba más remedio. Obedecería a su progenitor, pero si pensaba le que iba a prestar alguna atención, lo llevaba claro.La doncella le entregó su maleta de viaje, con lo básico dentro y el servicio se despidió discretamente del chico. Gilbert la cogió con sorpresa y se rio entre dientes preguntándose qué estaría tramando su padre aquella vez.
Scott Archer, era un atractivo e imponente hombre de negocios propietario de una importante fábrica textil en Chicago. Desde que enviudara muy joven, nunca había vuelto a casarse. Lo único que le importaba era que su hijo se hiciese un hombre de provecho. Estaba empezando a perder la paciencia, pero aquel día en particular estaba de mejor humor. Llamó a un cochero y pidió que los llevaran a la estación de tren.
La expresión de Gilbert cambió de pronto. Ya no se reía.
Cuando finalmente llegó a su altura el vagón de pasajeros Scott apretó el brazo de Gilbert. Sabía que él tenía miedo. Pero no se amilanó, quería al chico. Y lo hacía por su bien.
—Sube, hijo — ordenó su padre con una mirada que no admitía discusión.
Gilbert, tomó asiento en los vagones de primera clase con su padre al lado preguntándose hacia dónde se dirigían. Y de todos los castigos cuál sería el que le infligiría aquella vez. Suspiró y miró por la ventanilla, ignorando la presencia de su padre que por una vez parecía satisfecho.
— Vas a conocer a un Doctor del que me han dado muy buenas referencias. Aprenderás mucho.
Pensó en lo que le había dicho William A. Ardlay durante la última reunión de negocios. Y se fiaba de su palabra.
Gilbert seguía mirando por la ventanilla. Estaba disgustado.
— ¿Ah...sí? Eso sería una novedad — contestó el muchacho sin dignarse a mirar a su padre que sonreía.
Los verdes y burlones ojos del Señor Archer se posaron sobre la silueta de su hijo, recordándole de pronto a su fallecida madre. Su esposa Flora. Hermosa y pálida como una delicada camelia, de preciosos ojos de color ámbar y ondulados cabellos castaños. El joven Archer se casó con ella por conveniencia, tras haberlo acordado sus familias. Flora Blyte era una rica heredera, su familia poseía varias fábricas textiles repartidas entre Inglaterra y América y la familia de Archer era de un antiguo linaje de terratenientes escoceses.
Al principio no la amaba, ya que su corazón estaba ocupado por otra joven de origen más humilde. Pero luego de que la muchacha lo dejara y huyera a América, Archer acabó enamorándose de su joven e ingenua prometida de dieciocho años. Para luego morir un año después en el parto de su primogénito, dejando a un viudo afligido y a un bebé de pocos días.
Tragó saliva y le dijo con suavidad:
— Vas a conocer al Doctor Donald Martin.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...