Candice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...
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Alistair Cornwell estaba sentado en el porche de la casa de Sophie Le Bail, la generosa mujer que le había salvado la vida. Se sentía destrozado por dentro. La fea herida de su cabeza estaba empezando a curarse y los puntos de sutura de su muñón ya estaban perfectamente curados. Pronto, la eficiente curandera iba a quitárselos según le hizo saber su hija Belle que hablaba sorprendentemente bien su idioma. Ella le había dicho que su padre era inglés y por desgracia para ellas, había muerto en la guerra.
A Stair no le importaba para nada no ser capaz de distinguir las formas, ni tampoco sentía ganas de hacer otra cosa que no fuera pasear por la playa acompañado por la gentil muchacha. Muchas veces el simple hecho de sentir el agua del mar y la arena en las plantas de los pies lo reconfortaba y le ayudaba a pensar en cosas más mundanas. Sin embargo, el muchacho se encontraba profundamente abatido. Ahora que le faltaba una extremidad, ¿Cómo iba a ser capaz de hacer nada útil?
"Mis inventos ya son de por sí, la mayor inutilidad de todas", pensaba con amargura.
También pensó en Patty. Su amor...aquella dulce y regordeta muchacha que tan bien le comprendía. La pasión extraña que había sentido por Candy hacía tiempo que ya no existía en su corazón. A Candy lo unía una verdadera y profunda amistad. La quería como a la hermana pequeña que Archie y él nunca tuvieron.
Sus sentimientos habían sido sustituidos por un amor más dulce y racional. Patty representaba para Stair la otra mitad de su corazón. Aquella encantadora muchacha de bondadosos ojos de cervatillo lo tenía cautivado y Stair no se atrevía a volver a su lado de nuevo, pues ¿Cómo se supone que iba a ser su vida al lado de un tullido? Sólo le iba a traer problemas. La gente los iba a compadecer y él no soportaba sentir esa amargura en su interior. Ella no se merecía eso.Por tanto, estaba dejando el tiempo pasar en aquel pueblo, refugiado del mundo. A solas con sus amargos pensamientos. No se sentía con valor de regresar al mundo de lujo de donde provenía. Detestaba que lo fueran a mirar con pena, detestaba pensar en la mirada de reproche que le iba a dirigir la tía Elroy. Estaba seguro de que le iba a echar en cara su estupidez, también Archie...Oh Archie.
"Estoy seguro de que me va a dar un buen puñetazo", pensó riendo por lo bajo.
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Al poco, divisó un objeto brillando entre la arena de la playa. ¿Qué era aquello? Se acercó y rompió a reír. No podía ser: eran sus gafas. Milagrosamente, habían sobrevivido. Tenían roto el cristal del ojo izquierdo, pero aún le servían.
La muchacha, reía alegremente a su lado. Stair dirigió su mirada hacia ella y contuvo la respiración. Era muy hermosa, tenía el cabello castaño dorado y los hermosos ojos grises de su madre. No pudo ocultar la turbación de pensar que quizá ella había sido quien lo había desnudado y vestido con aquella ridícula camisola que aún le daba pesadillas, todo mientras deliraba por la fiebre allí tumbado en aquel sencillo y cómodo colchón.
Cuando volvían a casa tras subir el empinado camino lleno de brezo que daba a la playa donde lo habían encontrado hacía ya dos meses, Stair descubrió a lo lejos la inconfundible figura de su superior junto con otros soldados. Rolf Baughman en persona se había presentado allí, junto con muchos de sus compañeros de escuadrón. Todos supervivientes, todos testigos de la violencia y del horror.
Volvían a visitarlo.
—Cornwell, muchacho. Tu país está orgulloso por el servicio que le has prestado — le dijo su mando con la voz contraída por la emoción.
— Has luchado con valentía y nos sentimos honrados de que hayas sido nuestro compañero — añadió otro de los jóvenes pilotos que le acompañaba, dándole un tímido abrazo y evitando mirarlo directamente.
—Tu mando superior, te ha propuesto para recibir la Cruz de Honor para combatientes. Se te retirará con honores. Podrás volver a casa, muchacho. —Le dijo Rolf, visiblemente emocionado.
—¿Qué te parece, Cornwell? Hemos enviado un telegrama a Chicago. Sabemos que estás muy a gusto aquí con la Señora Sophie, pero no puedes quedarte aquí eternamente. Tu tío William en persona va a venir a recogerte—añadió su jefe de escuadra.
Stair, palideció de pronto. Tenía emociones contradictorias. Por fin iba a conocer al tío William y tampoco quería que lo viera de aquella manera. Tullido, sin futuro. Condenado a vivir una vida anodina, rodeado del lujo de los Ardlay. Inútil, precisando de ayuda para llevar a una vida normal. Sin poder inventar, sin poder llevar a cabo sus creaciones. Su mente analítica y creativa necesitaba expresarse. ¿Qué futuro podía albergar? Que estuviera con vida era una maldita casualidad. Habría preferido consumirse a la luz del atardecer, a bordo de su avión Patricia. Aquella muerte sí que habría sido gloriosa y habría sido recordado como un héroe.
Y ¿Patty? Patty, Patty...Oh, Dios mío. Aquella sonrisa que le iluminaba el alma. Le aterrorizaba que ahora le viese de aquella manera. Tenía feas heridas aún por cicatrizar en el cuerpo. Su frente iba a lucir la marca de una fea cicatriz para el resto de sus días, le faltaba una parte de sí mismo...
No, no quería ver a nadie. Quería quedarse allí, allí donde nadie le conociera para llevar una vida sencilla y alejada de todo y de todos. El maldito tío William podía esperar por él, como él mismo estuvo esperando para conocerlo durante toda su vida. ¿Qué mal le podría hacerle a él esperar un poco ahora? Quería estar solo, que lo dejasen en paz, maldita sea.
Alistair Cornwell no dijo nada. Entró en la casa y desapareció de la vista de sus atribulados compañeros de armas sin despedirse si quiera. Belle que lo había visto todo desde una prudente distancia, entró tras él y se disculpó.
Lloraba en silencio.
La Señora Le Bail se hizo cargo de la situación y les dijo que ahora mismo, su compañero de armas necesitaba reposo. Y que la avisaran cuando su tío llegase. Quería hablar con él.
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