Capítulo 43: La vergüenza de los Argyll

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Montrose, Escocia

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Montrose, Escocia. Mansión Annandale. Invierno 1916

Benjamín Bruce heredero del título de tercer Conde de Argyll estaba contrariado. Hacía ya bastantes años que no tenía noticias de su hermana Clarice desde que se fuera penosamente a los Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Todavía sentía la pena en su corazón tras la amarga despedida en el patio, ante todo el servicio. Había logrado zafarse de la niñera y había corrido a su encuentro. La vio pálida, desencajada. Con sus dorados rizos al viento y sujetos en un sencillo recogido. Clarice, su hermana se agarraba a una antigua reliquia de plata que llevaba al cuello. Lloraba.

Él sólo era un niño, pero recordaba con mucho dolor ver partir a su hermana y aquel terrible instante se le había quedado grabado. Ella le había prometido que escribiría, que contaría sus aventuras en Estados Unidos. Y sólo se consoló a medias.

Su padre le había dicho que la prima Marjorie se ocuparía de ella.
Las cartas que recibía su padre se habían ido espaciando en el tiempo, hasta prácticamente desaparecer. Recordaba que su padre se las solía leer a escondidas de su madre la Condesa Poppy antes de que tuviese la suficiente soltura para leer correctamente y por sí mismo las palabras escritas.

Sin embargo, todavía sentía la quemazón de la ira bullir en su interior al descubrir que su dignísima madre estaba detrás de la desaparición de la mayoría de éstas. También sabía que la antipatía del resto de sus hermanos por Clarice era debido a su origen. Ella era su hermanastra y era fruto de una relación extramatrimonial de su padre con la anterior ama de llaves. Ellos estaban envenenados debido a los prejuicios de clase y el odio enfermizo que le tenía la condesa. Sus hermanos mayores no habían escapado de las hábiles
manipulaciones de ésta.

Por otra parte, al ser el secundón de los hermanos varones el título de Conde sólo lo podía heredar el primogénito: Lance Bruce, su hermano mayor, al que Poppy había dirigido todas sus ambiciones. Su hija Leticia tampoco se había librado de su influencia. Para la Condesa Poppy era como una prolongación de sí misma y proyectaba en ella todas sus aspiraciones y sueños.

De este modo, creciendo a la sombra de sus hermanos, Benjamín Bruce pudo escapar a la nefasta y tóxica influencia que había ejercido sobre sus otros hijos. Él pudo desarrollar libremente su personalidad y también desarrollar un fuerte vínculo con su hermana Clarice a la que seguía siempre.

" Larice", recordó que la llamaba.

Ciertamente, aquella persona había sido la única que le había mostrado afecto verdadero, a parte de la atención descafeinada de su padre: el Conde. Este estaba más centrado en pasar las tardes en los clubes de caballeros después de su sesión en el parlamento que en compañía de su esposa y de sus hijos.

El joven Benjamín había crecido al amparo de tutores e institutrices y había desarrollado pronto un temperamento muy diferente al resto de sus hermanos. Le gustaba leer y apreciaba las charlas que sus compañeros de universidad y él mismo tenían en un pequeño café de Edimburgo donde se reunían intelectuales y artistas.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora