Capítulo 32: El dolor de una madre

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Chicago, agosto 1916

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Chicago, agosto 1916.

Dana B. Marborough estaba en la parte de atrás de la botica preparando fórmulas magistrales para sus clientes. El sudor empapaba sus cabellos rubios, que mantenía sujetos con un pasador de plata y ónice. Al cuello, llevaba una cadena con la única reliquia que le había dejado su madre. Un ama de llaves caída en desgracia después de haber sido seducida por el dueño de la casa en la que trabajaba desde muy joven. Apretó la joya con fuerza. Por extraño que pareciera ella siempre la había sentido presente, pese a no haberla conocido nunca.

El Doctor Donald D. Martin le había encargado una serie de preparados que exigían gran concentración. En ese punto, prefería ser ella misma la que se ocupara de que todo se hiciese a la perfección. Sus aprendices hacía tiempo que se habían ido a sus casas y ella había decidido tomarse tu tiempo para poder llevar a cabo el trabajo con las mínimas interrupciones. Su farmacia era una de las más prósperas de Chicago y ella estaba orgullosa de haberla podido sacar adelante sin tener que pedir ayuda a nadie y sólo gracias a su talento. Los conocimientos adquiridos durante su formación de institutriz  la habían ayudado, no podía negarlo. Era una mujer de aguda inteligencia. Así que no le costó mucho trabajo aprender de química, ni de plantas medicinales después de que hubiese conseguido empleo en una pequeña farmacia mientras intentaba formarse como farmacéutica.

 Así que no le costó mucho trabajo aprender de química, ni de plantas medicinales después de que hubiese conseguido empleo en una pequeña farmacia mientras intentaba formarse como farmacéutica

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Luego de partir de Inglaterra en penosas circunstancias, intentó pedir ayuda a una de sus parientes en América. Ella sabía por su padre que tenía familia en Michigan y estaba segura de que con un poco de ayuda saldría adelante. Pero pronto tuvo que marcharse de aquel lugar porque para ellos era una vergüenza cuidar de una joven embarazada sin pareja.

—Eres una carga para la familia...Pronto deberás buscarte otro lugar donde vivir, Dana. La gente empieza a murmurar de ti, preguntan por tu marido. Nadie se cree que seas una pobre viuda. Mi primo, es decir, tu padre me ha informado en su carta de las circunstancias de tu embarazo. Eres una madre soltera que lleva en su vientre el fruto de su pecado. Caíste en la lujuria tentada por Satanás en los brazos de a saber quién. Las buenas cristianas no sucumben a la carne antes del matrimonio. ¿No te da vergüenza? ¿Qué te han enseñado en tu casa? A buen seguro que tu padre, se muere de vergüenza. Aunque todos sabemos qué tipo de moral tiene, que siempre ha tenido —escupió resentida su prima.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora