Capítulo 78: Escaramuza en la calle

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Nelson Barrows recibió el primer golpe en la barbilla sin tener tiempo de sacar su navaja

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Nelson Barrows recibió el primer golpe en la barbilla sin tener tiempo de sacar su navaja. Se llevó las manos a la cara y después recibió un rodillazo en el estómago que lo dobló de dolor. Se le aflojaron los esfínteres y humillado sintió que se volvía loco de rabia.

Detened a ese bastardo...— escupió, intentando disimular la evidencia de que se había orinado en los pantalones.

Aquel demonio se movía con agilidad, era rápido esquivando los golpes y le frustraba. Su jefe no le había advertido de lo escurridizo que era. Le estaba  resultando difícil  de atrapar. Escuchó gritos y un par más de sus hombres cayeron al suelo.

Chasqueó la lengua, molesto...Por todos los diablos, pero si iba a resultar un trabajo sencillo. Tan sólo era un ricachón al que había que dar una lección.

Id a por él, malditos. Disparadle si hace falta, pero sin matarlo. El que lo mate, se las tendrá que ver con Mc Bride. Y creedme, querréis estar muertosadvirtió a sus hombres.

William estaba empezando a perder ventaja. La lucha era desigual y estaba empezando a preocuparse.

"Diablo de francés...¿Dónde estás...? Te necesito, "pensó el joven mientras acechaba en las sombras. En ese momento no vio cómo dos hombres se abalanzaban sobre él y lo dejaban fuera de combate. Sintió un dolor agudo en la cabeza y por un momento, perdió consciencia.

¿Te despiertas, ya florecilla?- preguntó burlón el primer hombre que había dejado fuera de juego.

Cuando recobró el sentido dos hombres lo sujetaban con los brazos a la espalda. Dolía... William disciplinó su mente, tal y como había aprendido en sus años universitarios y con una cata de judo logró desembarazarse...Pero no las tenía todas consigo. Las cosas se estaban poniendo feas.

Basura...te daré tu merecido—escupió el que tenía más próximo.

William estaba siendo acorralado, acechado como una presa. Y él estaba dispuesto a vender cara su vida. Quería mantener a salvo a Candy y haría lo que hiciera falta. Georges se retrasaba, ¿A qué estaba esperando?. Otro matón lo sorprendió por la espalda dándole un golpe en las costillas que le hizo doblarse de dolor.

Al joven le costaba trabajo respirar y escupió sangre al suelo.

Maldito...¿Dónde está Mc Bride? Decidle que venga y que dé la cara como un hombreexigió levantando la voz.

William se limpió las comisuras de sus labios con la mano y cuando levantó la vista hasta el apartamento de Clarice pudo ver cómo algunos de los esbirros de Mc Bride se colaban por la escalera de incendios en busca de su presa real. Un temor irracional lo invadió mientras observaba la escena.

¡No..! ¡NO! gritó horrorizado.

Echó a correr desesperado tras ellos pero dos salieron a su encuentro. Debía confiar en la providencia, debía mantener el control. Ahora debía ocuparse de ellos. Respiró hondo. Sonrió sardónicamente, entrecerró los ojos y los encaró.

Venid...venid idiotasamenazó arrastrando la palabras y avanzó lentamente hacia ellos, imponente, como un animal de presa.

Los esbirros vacilaron en un primer un momento, atemorizados por su actitud. Pero después rieron, tenían ventaja. Eran más numerosos.

Tú te lo has buscado, ricachón. Te haremos picadillo rugió uno de aspecto especialmente temible que sostenía una gruesa cadena de hierro y cargó contra él.

El joven esquivó el primer enviste y después lo golpeó tan fuerte en la nariz que lo hizo gritar y soltar la cadena.

Bastardo...me has roto la nariz, me las pagarás...Lo pagarás muy caroEscupió con los ojos dilatados por la sed de sangre.

Él quería matarlo... pero Mc Bride lo quería vivo. Molesto, el esbirro llamó al resto de la banda:

Ayudadme...ayudadme a detener a esa maldita bestia...

William perdía su ventaja y pronto lo atraparon. Eran demasiados.

Él se revolvía intentando liberarse pero lo sujetaban entre varios haciendo aquella gesta imposible. El llamado Nelson se le acercó.

La sangre le caía por las comisuras de los labios. Sus ojos eran dos rendijas de odio.

Así aprenderás a estarte quietecito, florecilla. El jefe quiere que te entreguemos entero, lástima. Con lo que habría disfrutado yo destrozando ese bonito rostro...Pero tendré que conformarme con esto.

William sintió cómo su estómago recibía un puñetazo y se dobló por el dolor. Pero aquello no era lo peor. Los vio por el rabillo del ojo y entonces sintió hervir dentro de sí la ira, el dolor, la impotencia. No podía hacer nada, nada. Se revolvió desesperado, mirando hacia la ventana por donde dos de los hombres de Mc Bride se habían colado.

¡NO...CANDY! ¡CANDY! ¡Por favor...NO!gritó sintiendo cómo se desgarraba por dentro.Como le hagáis algún daño juro que os mataré, juro que os mataré a TODOS...No descansaré hasta que os haya borrado del mapa.

William se revolvía incapaz de liberarse. Las lágrimas de impotencia rodaron por sus mejillas ensangrentadas.

Jajajaja...mirad al señorito. Creo que no estás en condiciones de amenazarnos, pequeñodijo Nelson acercando su aliento pestilente a la cara magullada del joven.

¿Dónde se había metido Georges? Los hombres de Mc Bride ya dominaban la manzana. La luz de las lámparas de gas de la calle, encendidas tras la caída de la tarde, le permitió ver la silueta de dos personas que observaban la escena desde un lujoso coche en la acera de enfrente.  Y creyó reconocer a Arthur en compañía de...No...no era posible.

¡Neal...Miserable!rugió Albert incapaz de dominarse

Nelson sonrió con satisfacción y se preparó para rematar a aquel malnacido. No lo mataría, no aún... Mc Bride se quería divertir antes un poco con él.

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora