Capítulo 82: Dulces sueños...

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Chicago, 1916

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Chicago, 1916. Mansión de los Ardlay.

Annie Marie Bennet-Brighton acudió a la mansión de los Ardlay en Chicago después de recibir el aviso.

—Dicen que ha sido una apoplejía—dijo Archie preocupado a su lado.

Annie tenía el corazón en vilo. Archie le había entregado aquella misma mañana una sortija de compromiso y le había propuesto matrimonio ante las miradas de arrobamiento y felicidad de sus progenitores. Bennets y Brightons lo celebraron, lo festejaron y lo bendijeron.

Ahora sólo hacia falta celebrar la fiesta de compromiso en sociedad y para ello tenían mucho que planificar. Sin embargo, la consternación por el estado de salud de la matriarca Ardlay había apagado su entusiasmo y pospuesto sus planes. Annie miró a su prometido con pesar. Archie tenía los ojos irritados de haber llorado.

También Alistair y Patty habían acudido desde Lakewood alarmados por la noticia. Elroy había pedido hablar con todos ellos.

—Ha pedido hablar primero con Candy. Qué extraño... Me temo lo peor—dijo Stair con aprensión apretando el brazo de Patty. La joven trataba de dominar su preocupación.

—Espero que no sea nada malo—dijo con un hilo de voz.

Y...¿Dónde estaban los Lagan? Nadie lo sabía y se extrañaron de su ausencia.

Los jóvenes sabían que tras la reyerta con los hombres de Mc Bride, Albert llevaba varios días en observación en el hospital de Chicago con Candy vigilándolo con ojos de halcón, sin separarse de su lado.

Tampoco se separaba del lado de su tío Ben y se había convertido en la pesadilla de sus compañeros de profesión. Según habían podido comprobar in situ, ella misma a veces se saltaba el protocolo y les prodigaba cuidados extra sobrepasada por su sentido de la responsabilidad y sus sentimientos. A sus amigos les resultaba enternecedor. Annie y Patty la entendían.

Sin embargo no era muy consciente de que  esto último llegaba a abrumar a sus seres queridos 

—Descansa, Candy. Ve con tu madre a casa y descansa. Tanta dedicación y amor tuyos, nos va a matar...—Había dicho Ben mirando hacia el rostro cansado de Albert, que disimulaba una sonrisa incómoda.

Clarice había ocultado su risa discretamente. Pero sus amigos rieron abiertamente para mayor bochorno de la muchacha.

—Tranquila...Estaremos bien, Candy. Varios de nuestros hombres os escoltarán a casa. Georges se encargará de ello—aseguró Albert antes de cerrar los ojos. Le dolía, pero no quería más morfina.

La noticia había corrido como la pólvora mayormente gracias a la prensa que se había hecho eco del suceso. Venía en la primera página de los principales periódicos de Chicago.

Si Elroy hubiese sabido que William estaba involucrado en una reyerta con muertos y había acabado herido en el hospital las cosas se podrían haber puesto peor. Ella no estaba para más disgustos. En la mansión de los Ardlay el servicio tenía orden de no hablar de aquel asunto para no alterarla. Pero afortunadamente, él evolucionaba favorablemente y pronto lo iban a tener en casa.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora