Capítulo 27: Por fin en casa

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En la residencia Ardlay de Chicago todo el mundo estaba contento, incluso la Tía Elroy quien planeaba hacer muy pronto una fiesta de bienvenida para su sobrino

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En la residencia Ardlay de Chicago todo el mundo estaba contento, incluso la Tía Elroy quien planeaba hacer muy pronto una fiesta de bienvenida para su sobrino. Sus padres habían regresado de Arabia Saudita y habían pasado unos días con sus hijos. Stair ya había regresado a casa, sin embargo, no parecía sentirse a gusto. Rechazaba que lo ayudaran los sirvientes y se pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su cuarto. No quería ver a nadie...y Archie estaba terriblemente preocupado.

Aunque al inicio todo fueran lágrimas de alegría y alborozo cuando lo fueron a recoger al muelle pronto se dieron cuenta de que el muchacho había cambiado. Que no sólo estaba manco, sino que estaba roto por dentro. Antes de partir hacia Lakewood Albert les pidió que tuvieran paciencia con él puesto que había sufrido mucho.

Archie y Candy habían saludado alborozados desde el muelle cuando lo vieron bajar de la escala junto con Albert. El joven Stair en aquel momento sonreía:

—Alto, alto...Quietos, quietos... Hay para todos — había dicho risueño el muchacho abriendo los brazos. Pues tanto Archie como Candy se habían precipitado corriendo a su encuentro.

Por fin había regresado a su patria, después de un viaje de pesadilla. Ya que fue durante el viaje de vuelta, cuando el capitán les había dicho que el Lusitania había sido torpedeado; que Alemania había roto la neutralidad con Estados Unidos y que ningún barco iba a estar a salvo a partir de aquel momento.

Tanto Albert como Stair, se habían quedado mudos de terror. Todo el viaje estuvo atemorizado mientras atravesaban el Atlántico pensando en que aquel día podía ser el último, pues la flota alemana ya no sólo torpedeaba barcos que supusieran un objetivo estratégico, sino que también hundía barcos estadounidenses con pasajeros civiles. Se encontraron preocupados por aquello mismo, por el bloqueo a Inglaterra y por cómo los alemanes habían conseguido avanzar por Francia hasta casi llegar a París. Stair pensó en Belle, en su madre Sophie y si habrían conseguido ponerse a salvo. Rezó porque así fuera y compartió su preocupación con Albert quien sólo le pudo aportar alguna palabra de consuelo.

Sin embargo, su barco había conseguido hasta llegar a Boston en el tiempo estipulado. Y finalmente, todo aquello había quedado atrás como una oscura pesadilla. Pero ambos, tenían el terrible presentimiento de que Estados Unidos no tardaría mucho en entrar en guerra, lo del Lusitania tan sólo iba a ser el primer aviso. Tal y como se había temido William desde el inicio del conflicto.

Pero cuando llegaron al puerto y vieron a su familia esperando en el muelle la expresión de ambos se dulcificó. Allí mismo, saludando enérgicamente se encontraban Archie y Candy. Incluso Georges. Nadie ocultaba la felicidad en su rostro.

—¡Stair...Stair, hermano! — gritó Archie con los ojos llenos de lágrimas.

—Ni mil ametralladoras pueden acabar con un Cornwell, maldita sea...Supimos por tu superior Rolf Baughman que tu avión había explotado en el aire y supusieron que tú habías muerto, maldita sea— añadió Archie secándose las lágrimas con el antebrazo.

—Maldito tonto...menudo susto que nos has dado esta vez — dijo golpeando a su hermano suavemente en el hombro.

Alistair, estrechó fuertemente a su hermano menor en sus brazos y dejó que éste sollozara largamente. Luego se separaron, se miraron a los ojos y empezaron a reírse ¿Qué iba a decir la Tía Elroy cuando lo viese aparecer? Archie se imaginaba a Stair echando a correr, mientras la vieja dama lo sujetaba por la camisa para darle un abrazo de osa.

—Stair...— dijo Candy con la voz quebrada por la emoción.

La muchacha permanecía muda a muy poca distancia de ellos dos. Sostenía en sus manos la cajita de música que él le había regalado y lloraba en silencio.

—Candy... — respondió él.

Luego ella también lo abrazó.

— ¡Oh, Stair! no sabes lo mucho que te he echado de menos — dijo ella llorando.

Luego le entregó la cajita y le dijo que había escuchado la música en el momento más dramático de su vida tras la separación de Terry.

—Gracias a tu música pude llegar sana y salva a Chicago, Stair — dijo ella abrazada a su querido amigo.

Pero ahora ya no la necesitaba. Candy pensaba que él la necesitaba más que ella porque ahora él tenía una herida en el corazón. Había visto que le faltaba la mano, que tenía una cicatriz en la frente allí donde lo había alcanzado la metralla y ella no podía soportar el pensar que casi se lo había llevado la muerte.

—Candy, no la necesito...la hice especialmente para ti — le dijo cerrándole las manos en torno a ella.

—Yo ya estoy feliz de haber vuelto a casa. Con los míos...Y me siento muy afortunado de volver a ver estos cielos— dijo levantando la vista.

 Hacía una hermosa tarde de finales de mayo.

—Con la situación actual, me pregunto cómo estará Patty ahora mismo — dijo el joven sentándose en el asiento trasero del coche de los Ardlay. Archie se sentó junto a él.

Albert observaba en silencio la escena. Estaba conmovido. 

Candy no sabía cómo reaccionar y lo miró expectante. Se alegraba de verlo, pero después de los últimos acontecimientos se sentía confusa. Tímidamente le dio un abrazo, sin más. William respondió y no dijo nada. Sólo la apretó contra sí. Se sentía feliz de volver a casa. Feliz de haber conseguido traer a Stair sano y salvo.

—Albert...— susurró ella dulcemente abrazada contra su pecho.

William le acarició con suavidad los cabellos y luego la miró largamente.

—Ya estamos en casa, Candy — dijo con voz queda.

Y era cierto...estaban en casa. A salvo de la guerra que estaba asolando a Europa. Sin embargo, se avecinaba otro tipo de amenaza y aquello William lo tenía muy presente. Ahora tenía que pensar a cerca de cómo obrar para que los negocios familiares no se viesen resentidos por culpa de la guerra. Una mala decisión podría hacerles perder millones. Tenía que reunirse con el resto de la familia para debatir ciertos puntos que les permitiera apuntalar su posición en el mercado y proteger sus inversiones.

No tenía tiempo para pensar en otra cosa y no quería que su preocupación por los suyos le desviara de sus objetivos. Se montó en el asiento del copiloto, junto con Georges quien seguramente le pondría al día de sus otros asuntos. Ahora irían a la residencia de Chicago para dejar a los chicos allí. Pero el pensaba retirarse a Lakewood a descansar un par de días. Pues era allí donde encontraba la paz y podía calmar sus atribulados pensamientos. Le preocupaba la evolución de sus negocios como cabeza de la familia, pero también lo preocupaba la evolución de su relación con su protegida. Desde aquel nefasto día en la colina tras la fiesta en el Hogar de Pony, todo le había salido mal.

No quería que perdiese su antigua confianza en él y quería recuperar lo que tenían antes de que lo echara a perder todo por culpa de sus impulsos.

 Él no era así.

"Candy, velaré por tu felicidad, aún a costa de la mía propia", pensó mientras el coche los llevaba de vuelta.

"Candy, velaré por tu felicidad, aún a costa de la mía propia", pensó mientras el coche los llevaba de vuelta

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora