Candice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Minnesota, cuidad de Saint Paul, finales de otoño 1916
En las imponentes oficinas de la naviera Bennet & Co, Adam Bennet estaba recordando aquel día en que recibió la triste noticia de que las autoridades locales abandonaban la búsqueda de su hija desaparecida. Tobías Waterhouse el sheriff de la ciudad de Saint Paul le dijo a Adam Bennet que habían perdido el rastro de su hija después de estar meses buscando sin éxito el paradero de Marie Bennet y Ellie Wilkings. Parecía que se las hubiera tragado la tierra.
Adam Bennet recibió la noticia con tristeza y desolación. Después de maldecir la incompetencia de los agentes de la ley gastó inútilmente parte de su fortuna, intentando dar con ella. Pero tras muchos años de búsqueda, acabó por perder la esperanza. Aunque Alma estaba convencida de que su hija Marie aún vivía. Ella decía que sentía en su corazón que estaba viva. Adam la abrazaba fuerte y la besaba en la frente.
—Sí, cariño... vive en algún lugar —decía para consolar a su esposa. Pero él lloraba por dentro.
Aunque Alma le había dado otros dos hermosos hijos, su corazón siempre mantuvo un vacío, un hueco llamado Marie. En casa tenían un pequeño retrato de Alma y Marie enmarcado en plata encima del piano. Sus hermanos pequeños preguntaban a veces por ella.
Antonia Bennet de ocho años era una niña de cabello castaño y hermosos ojos grises y su hermano por otra parte, tenía el cabello oscuro y los ojos azul oscuro con motas doradas. Eran mellizos y estaban muy unidos. Siempre hacían travesuras juntos y a su niñera y a su madre las volvían locas. Tras la desaparición de Marie, Alma había decidido dedicarles el tiempo que no le había dedicado a su niña.
La naviera propiedad de los Bennet había sufrido las consecuencias de la guerra. Habían perdido varios buques torpedeados frente a las costas inglesas, aunque el seguro les había pagado cifras millonarias de compensación por las pérdidas. Ellos estaban atravesando una época crítica. Empezaban a aparecer nuevos modelos de barcos más eficientes energéticamente y Adam estaba pensando en invertir. Estaba en conversaciones con los Ardlay para llevar a cabo un negocio conjunto. En este punto, fue cuando conoció a William A. Ardlay, el magnate que controlaba el holding Ardlay.
Astuto, encantador y ciertamente inteligente le había propuesto un trato muy ventajoso para ambos. Cuando llegó una carta suya a su despacho, Adam pensó que estaba relacionado con los negocios que llevaban entre manos. La naturaleza de la carta resultó ser muy distinta. En ella el secretario personal del Sr. Ardlay le comunicaba que necesitaba tratar un asunto de índole muy personal e importante para ellos. Y a continuación mencionaba que había descubierto el paradero de Ellie Wilkings su antigua niñera en Boston. Le comentaba que ella había confesado en su lecho de muerte su delito y también le aportaba como prueba el cartel de búsqueda emitido en 1897, en Sant Paul Minnesota por el sheriff Tobías Waterhouse. El Sr. Ardlay estaría encantado de decirles dónde podían localizar a su hija desaparecida, pero también les advertía que la niña había sido adoptada por otra familia: los Brighton y que ese asunto debía de tratarse con delicadeza.
Adam Bennet no cabía en sí de júbilo. No daba crédito. Llamó a su secretaria y le dijo que se tomara el día libre. Cerró las oficinas y envió a todo el mundo a su casa. Nadie iba a trabajar ese día en Bennet & Co. Había que celebrar un hallazgo, un milagro. Había que celebrar que su niña había aparecido y estaba viva.
En su elegante casa, las noticias fueron recibidas con entusiasmo. Cuando su marido le dio la noticia Alma casi se desmaya de la emoción y la doncella tuvo que ir a por las sales. Ella lloraba con el retrato de ella y la bebe Marie en las manos.
—Mi niña...Oh, Marie, Marie...mi dulce niña — decía incapaz de contener las lágrimas.
Los niños habían dejado de jugar y la niña le preguntó a su padre:
— ¿Por qué llora mamá? — Antonia estaba disgustada.
Adam la cogió en brazos y la volteó. La niña empezó a reír:
—Marie...pequeña, tu hermana Marie ha aparecido — dijo su padre feliz.
Clarence Bennet, miraba a su hermana y a su padre. Estaba jugando con un caballito de madera que su padre había mandado hacer para él.
— ¿Marie? ¿nuestra hermana? — preguntó mirando a su madre que incapaz de creerse la noticia continuaba llorando, acariciando la foto.
—Sí, mi amor...ven aquí— dijo Alma tendiendo los brazos hacia su hijo que corrió hacia ella.
Adam se preguntó cómo serían esos Brighton y si su hija era feliz con ellos. En este punto, decidió escribir una carta a William Ardlay para concertar una reunión urgente con él para agradecerle lo que había hecho por ellos, pero ante todo quería ver a su niña y que le facilitaran los datos de contacto para conocerlos. Después pedir a su doncella que fuera a la oficina de correos a enviar la carta, se sentó en su sofá favorito y cerró los ojos. Tenía tantas ganas de verla, de abrazarla.
—Marie...mi niña — suspiró antes de quedarse dormido.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.