Oldtown, Michigan. Clínica del Dr. Martin diciembre 1916
El frío empezaba a intensificarse y los primeros copos de nieve empezaban a cuajar en las embarradas calles de Oldtown. La gente era más propensa a los resfriados y en muchas ocasiones tenían que tratar casos de pulmonía en La Nueva Clínica Feliz. En ese punto, el Dr. Martin solía llevarse a uno de los caballos para visitar las casas de los granjeros que estaban más alejadas del pueblo para poder atender los casos más graves y urgentes.
Candy pensaba en lo bien que le hubiesen venido las manos de algunas de sus compañeras del hospital de Santa Juana. Porque en ciertos momentos, los pacientes se acumulaban. Ella sólo podía hacer algún reconocimiento médico previo pero el Doctor Martin era el que se ocupaba del grueso de trabajo.
Gilbert y la chica encargada de organizar las visitas y la recepción en la clínica habían hecho buenas migas. Era una espigada chiquilla de quince años, avispada y alegre que tenía encandilados tanto al Dr. Martin como a Gilbert. Se llamaba Millie Anderson y solía llevar su negro cabello, largo y lacio atado en una larga trenza. Sus ojos violetas tenían hechizado a Gilbert quien se quedaba embobado mirándola cuando ella no miraba. Candy, que estaba atenta a esto veía crecer en el muchacho sentimientos por Millie día a día. Todo aquel asunto la enternecía y también la divertía. Ya que estaba segura de que Gilbert jamás admitiría sus sentimientos ante ella, ni ante nadie.
Cuando Millie estaba agobiada se soplaba el flequillo y solía contar divertidos chistes para aliviar la tensión de la jornada. En las pausas que hacían para hacer más llevadero el trabajo, solían tomar café con rosquillas que su madre solía hacer para ellos. Ella era la mayor de cuatro hermanos y se había visto obligada a trabajar para ayudar a su familia. Millie era jovial, formal y trabajadora. El Dr. Martin la apreciaba mucho, pensaba que la muchacha tenía talento y creía que sería buena idea ayudarla para que pudiera estudiar. Pero sus ingresos no le permitían hacer de buen samaritano.
A Candy le caía muy bien. Desde que había entrado a trabajar se habían empezado a solucionar los antiguos problemas que había con la agenda del Dr. Martin quien, aunque presumía de memoria, nunca acababa de acordarse del todo y era desordenado. Por lo que Millie se convirtió en una persona indispensable para coordinar las citas médicas, así como para mantener el orden de los historiales y recibir a los pacientes. En la clínica habían habilitado un lugar especial que hacía las veces de recepción y sala de espera donde los pacientes esperaban sentados a que se les llamara.
En ese punto Gilbert había puesto su granito de arena al idear un sistema de archivo. Millie se encargaba de calcular los gastos fijos, controlaba el stock de medicamentos, el material médico y todos los insumos necesarios para que la clínica funcionara. Ya que el Dr. Martin, en ese sentido era un verdadero desastre.
La chica se había ganado su confianza por méritos propios y el Dr. Martin había delegado en ella esas tareas. Y Candy, no podía más que admirar la dedicación de la muchacha. Se había convertido en una pieza esencial de la Clínica. A Candy le aterrorizaba que la Nueva Clínica pudiese llegar a convertirse en el entramado caótico e ineficiente que era la antigua, así que estaba muy agradecida a Millie. Su trabajo era excelente. Por otra parte, el Dr. Martin había cambiado de apariencia, vestía mejor y cuidaba lo que comía. Ya no bebía tanto como antes, se le veía motivado y feliz.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...