—Candy ... Candy... Candy...jefe, despierta ¿Quieres...? — era Jimmy que la había venido a buscar.
Candy se levantó sobresaltada de la hierba. Se había quedado completamente dormida en la colina de Pony, con el broche de Albert en la mano. ¿Cuánto tiempo había dormido? La luz oblicua del sol del otoño le indicaba que pronto se haría de noche. Empezaba a refrescar.
Candy se levantó, se sacudió el vestido de hierbajos y le pregunto:
— ¿Cómo sabías que estaría aquí, Jimmy?
—Siempre vienes aquí, jefa. Aquí es donde eres más feliz — le dijo el niño con afecto.
Y así era. Ciertamente Candy era feliz en su colina. Allí lo había conocido a él y ansiaba estar de nuevo en sus brazos. Recordó con viveza la escena del beso en el jardín de Lakewood y aquel extraño sueño. Tan perturbador, tan real. Aquellas imágenes habían sido tan vívidas... tan excitantes. Deseaba desesperadamente verlo, besar sus labios, tocarlo. Sin embargo, las dudas la carcomían. ¿Por qué había aparecido con ella en la fiesta? ¿Por qué se habían encerrado en la biblioteca? El sentimiento de que quizá estuviera jugando con ella la paralizó de angustia.
" No, Albert no es así", pensó.
Y se dijo que debía pensar en cosas más constructivas. Estaba empezando a cansarse de las jugadas de su imaginación, de sus temores. Tenía fe en él. Confiaba en él, debía hacerlo. Siempre había tenido sus razones para hacer las cosas. Pero en los asuntos del corazón, ya no estaba tan segura.
Todo el mundo en la fiesta había dado por sentado que la hermosa mujer que iba del brazo de William era su prometida. Y aquello pesaba en los ánimos de Candy como una losa. Su beso en el jardín no tenía importancia puesto que había sido algo furtivo, a escondidas... Archie los había visto. ¿Qué habrá pensado? Candy esperaba que no se hubiera hecho una idea equivocada de ellos dos. Lo último que quería era que sus amigos pensaran que ella era una fresca.
Cuando llegaron al Hogar de Pony Stair le salió al paso y le preguntó sonriente:
—Ah, Candy...Por fin apareces. ¿Dónde te habías metido? Tienes hierba en el pelo — dijo su amigo quitándole unos hierbajos del cabello.
—La encontré dormida como un tronco cerca del gran árbol...— dijo Jimmy con tono de reproche. Candy puso los ojos en blanco. ¿Dónde se había metido Gilbert?
—Si te preguntas dónde está tu amigo Gilbert Archer se ha ido con el Dr. Martin a la clínica hace ya bastante rato. Me he divertido mucho con él. Es un chico increíble, Candy. Me ha dicho que tiene que enseñarme los planos de un aparato que está diseñando y quiere saber mi opinión al respecto — dijo Alistair con entusiasmo.
—Me alegro mucho de que hayáis congeniado, Stair. Sabía que os ibais a entender. Para mí Gilbert ha sido todo un desafío. No tienes ni idea de lo exasperante que puede llegar a ser a veces— dijo la muchacha.
—Me cuesta creer lo que dices, Candy. Si es encantador— dijo a su vez Stair quien se moría de ganas porque Gilbert le enseñase los diseños de los que tanto le había hablado.
Quizá el mismo podría sugerirle más ideas. Además, tenía precisamente a su lado al sujeto de pruebas prefecto para sus experimentos. Porque Alistair Cornwell no había cambiado. Y seguía pensando que Candy era perfecta para probar los nuevos inventos. Estaba entusiasmado y no disimulaba sus intenciones con su sonrisa de siempre.
— ¿En qué diablos estás pensando, Stair? ¿No irás esta vez a hacerme probar vuestros inventos? — le preguntó ella suspicaz.
Aunque aquello se ponía mucho peor, si había unido sus fuerzas a las de Gilbert Archer, las cosas podrían complicarse seriamente. Candy empezó a ponerse nerviosa. Pero a la vez, se divertía, sentía en su corazón la alegría de haber recuperado a su gran amigo. Alistair Cornwell estaba de vuelta. Y ello la llenó de júbilo, tanto que se lanzó a los brazos de su amigo.
— Hey... pero ¿Qué te ha dado? — preguntó atribulado.
— ¡Oh...Stair! No sabes lo mucho que te he echado de menos. Por fin eres tú, por fin has regresado — dijo Candy llorando contra su pecho.
Su amigo no dijo nada. Sólo se dejó abrazar en silencio. Le acarició los cabellos con suavidad, con afecto. Era cierto, había regresado y era bonito estar vivo. Su amiga Candy lo había ayudado a reencontrarse a sí mismo y no pensaba rendirse. Pensaría la manera de adaptarse a sus nuevas circunstancias, aprovecharía la nueva oportunidad que le había sido concedida. Pensó en lo que le había dicho Archer a cerca de una posible solución a su discapacidad. Y sonrió agradecido a Dios.
—Candy, ya pasó...estoy bien — dijo Stair apartándola dulcemente de sí. Los ojos verdeazulados de Stair brillaban por las lágrimas contenidas.
"Sí. Realmente Patty tiene razón. Stair es un chico muy guapo y especial...", pensó Candy.
Y se sintió orgullosa de él. El azabache de su cabello le disimulaba la cicatriz en la frente y Candy comprendió la devoción de su amiga por él. Ojalá pudieran reunirse pronto.
—Te agradezco muchísimo lo que has hecho por mí. De haber estado más tiempo encerrado en nuestra residencia de Chicago, recibiendo aquella clase de atención por parte de la Tía Elroy y por parte de mis padres creo que no habría querido seguir viviendo— dijo Stair suspirando.
—Stair...— dijo Candy con la voz quebrada por la emoción, mirándolo fijamente. El joven estaba emocionado.
—Sólo Archie, Albert y tú habéis sido capaces de ver lo que había en mi interior. De comprender mi pena, mi verdadero sufrimiento. Vosotros y mis salvadoras: Sophie y Belle por quienes rezo todos los días. Ahora me doy cuenta de que he sido un egoísta, Candy. Espero que Patty pueda perdonarme — murmuró Stair avergonzado.
—Stair... Patty es una mujer fuerte, comprensiva, con gran nobleza de corazón. Estoy convencida de que te entenderá más que ninguno de nosotros. Y que agradecerá una carta donde finalmente puedas volcarle tus sentimientos. Ahora más que nunca te necesita, Stair. Ella se está enfrentando a situaciones muy duras, pasando por momentos terribles en Inglaterra. Y está cuidando, consolando y ayudando a otros jóvenes que como tú fuisteis víctimas de los estragos de la guerra. No la dejes de lado...— le rogó Candy limpiándose las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
—No lo haré, tranquila. No llores más, por favor — dijo su amigo agarrándola suavemente por los hombros, sin embargo, ella mantenía la cabeza baja.
—Candy...no llores o me veré obligado a fabricarte una nueva cajita de la felicidad. Y entonces sí sabrás lo que es bueno — la amenazó riendo.
En ese punto Candy levantó la vista y sonrió. Se limpió los ojos y miró de nuevo a su amigo. Estaba feliz de tenerlo de nuevo con ella. Se acercó a él, lo tomó del brazo sano y entraron juntos en el Hogar de Pony.
—Vamos, entremos. Ya ha oscurecido y los niños tienen que cenar...Y tú también— dijo Candy con ternura.
ESTÁS LEYENDO
Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...