31. Two ghosts (Harry Styles)

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DAVID

El domingo me desperté con el mensaje de un número desconocido. Al abrirlo para leerlo, solamente me encontré un sticker de un gato con gafas de sol. Supe, antes incluso de comprobar la foto de perfil, que se trataba de María.

David:

Quedas fichada, amiga guindilla.

¿Qué tal todo por el piso de abajo?

Le había dado mi número de teléfono al despedirnos en el portal el día anterior. Podríamos haber seguido hablando por Instagram, pero tenía el presentimiento de que íbamos a continuar viéndonos más a menudo y el mensaje me parecía algo más personal. Además, sería mucho más práctico si algún día necesitaba algo por el tema de la mudanza. Ella lo anotó con dedos rápidos en la agenda de contactos y me prometió que me hablaría al día siguiente. Temí que fuese una excusa en un primer momento, pero, por alguna razón, no me sentí tentado a pedirle también el suyo. No quería forzarla y tenía el presentimiento de que no me mentía. No me equivoqué.

Continuamos la conversación de forma intermitente a lo largo del día. Seguía transmitiéndome la misma seguridad incluso a través de una pantalla y un piso de por medio, algo que me reconfortó.

Pese a ser domingo, no hice nada demasiado especial. Después de levantarme y salir a correr un rato, me di una ducha rápida y desayuné en la terraza con calma, ojeando en Internet las últimas noticias deportivas. Luego, me puse al día con la universidad hasta la hora de comer. Juana había preparado sus famosas patatas a lo pobre, pero ni siquiera eso consiguió destensar la tensión que se palpaba en el ambiente. Llevaba días sin dirigirme apenas la palabra con mi padre, ignorando las miradas tímidas de mi madre y agradeciendo los intentos de Carla por destensar el ambiente, llenando el silencio con mil anécdotas sobre su día a día en el instituto.

A primera hora de la tarde había partido en el estadio municipal. Tino y Román no jugaban, (ambos tenían exámenes la semana siguiente y se habían quedado en la ciudad para poder prepararlos mejor), pero le había cogido el gustillo a ir a ver al equipo siempre que podía. De todas formas, no tenía nada mejor que hacer y así podría seguir meditando la posibilidad de volver a los entrenos.

El partido fue bastante ameno. Me encontré con Luis en la entrada del estadio y compartimos una bolsa de pipas mientras charlábamos de asuntos varios, en su mayor parte relacionados con el equipo o sobre los caminos que habíamos tomado después del instituto. En el descanso me dejó escuchar algunos de sus temas y, aunque no eran muy de mi estilo musical, lo felicité con sinceridad porque me parecían bastante buenos.

Tras el encuentro, nos despedimos con un abrazo y con la promesa de quedar para tomar algo pronto; no habíamos vuelto a vernos desde la noche de Carnaval y ambos teníamos ganas de seguir poniéndonos al día poco a poco.

Paré en la tienda de Rosario a por algo para picar y emprendí mi camino a casa sin demasiada prisa, intentando planificar lo que me quedaba de tarde. Mis padres y Carla habían ido a la ciudad a hacer unas compras, así que podría aprovechar para grabar la presentación de un proyecto que tendría que entregar unas semanas después.

Supe que alguien me estaba siguiendo casi desde que salí por la puerta de la tienda, pero intenté no darle demasiada importancia y continué caminando, acelerando un poco más el paso. Al detenerme para sacar las llaves del portal, mi perseguidora hizo lo mismo, manteniéndose todavía a mi espalda. No necesité nada más que el olor de su perfume para descubrir su identidad.

- Feliz domingo, Gisela. Podrías haberme parado antes en lugar de perseguirme sin ningún tipo de disimulo. Te habrías ahorrado una buena caminata.

Giré mi rostro hacia ella por fin y me la encontré de brazos cruzados, con las mejillas encendidas como un tomate.

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