MARÍA
No podía dejar de escribir. No sabía si eran los nervios ante el cambio que se avecinaba, la paz que corría por mis venas al ser consciente de que había cerrado por fin la herida de Salma o simplemente una oda de inspiración divina, pero hacía tiempo que mis dedos no se sentían tan sumamente atraídos por el teclado. Madrugaba para aprovechar mejor la mañana y pasarla así íntegramente delante del ordenador, dando forma a la historia que se adueñaba, desde hacía semanas, de cada uno de mis pensamientos. Mi historia; mía en todos los sentidos de la palabra.
Estaba cada vez más cerca del final y eso me alegraba y aterrorizaba a partes iguales. Cuando, meses atrás, había decidido seguir el consejo de David y modelar mi propia realidad a través de las palabras, no tenía ni la menor idea del viaje que estaba a punto de emprender. Escribir siempre había sido algo muy especial para mí. Más que mi pasión, era el único lugar donde me sentía plenamente segura, donde estaba en paz conmigo misma. Sin embargo, esta historia había supuesto un antes y un después en mi manera de entender la escritura. Me atrevería a decir, incluso, que había supuesto también un cambio en mi forma de entenderme a mí, a mis luces y a mis sombras. Despedirme ella era mucho más que enfrentarme al miedo de poner punto y final. Era el cierre de una etapa. ¿Qué iba a pasar conmigo después?
- Se te ocurrirá otra idea para una nueva novela pronto. Tienes mucha imaginación –respondió Ámbar al otro lado del teléfono.
Esa tarde se marchaba a Málaga para visitar a su familia y exprimir así los últimos días de verano. La intención inicial de su llamada había sido, precisamente, la de preguntarme si podía acompañarla con su madre al aeropuerto, pero la conversación había acabado derivando en otras vías. Justifiqué mi respuesta negativa alegando que me encontraba haciendo recados y que, al llegar a casa, tenía previsto zambullirme de lleno en la novela para encabezar el último tramo antes de que empezase la universidad.
- ¿Estás segura de que no te parece mal? –pregunté por decimoquinta vez antes de colgar.
- Claro que no. Si vas a hacerte famosa sacando a relucir nuestros trapos sucios, qué menos que darte tu espacio para que los plasmes como es debido.
- Serás...
- Uno de los personajes más aclamados por la crítica, lo sé.
Mi carcajada ante aquella respuesta hizo que la señora que tenía delante en la cola del supermercado se girase para mirarme con expresión de reprimenda.
- Tengo que dejarte –apunté-. Pásatelo genial. Nos vemos a la vuelta.
- ¡Besos, besos!
Emprendí el camino de vuelta a casa con sus palabras atragantadas en el interior de mi cabeza. En uno de esos escasos momentos en los que conseguía abrirme con mis amigos acerca de lo que escribía, había dejado caer que aquel nuevo proyecto iba a beber, en gran parte, de muchos aspectos de mi auténtica realidad. No confiaba en que nadie fuese a leerlo jamás, pero me preocupaba lo que las personas de mi entorno pudiesen llegar a interpretar si eso sucedía. Es cierto que los libros esconden, irrefutablemente, los pensamientos y emociones más íntimos de su autor. Suponen, probablemente, uno de los reflejos más profundos de su alma. Sin embargo, este no se manifiesta en un espejo al uso. Cada personaje bebía de pedazos de mi propia realidad, pero esta ni por asomo se correspondía con la que yo misma había vivido en mis propias carnes. El conocimiento de la existencia de la línea que separaba lo imaginario de lo real era el fundamento sobre el que se sostenía toda aquella historia.
Ahora que el final se encontraba a la vuelta de la esquina, lo único que me faltaba era dar con un hilo que diese sentido a todo aquel viaje emocional, algo que uniese todos aquellos fragmentos llenos de confesiones, anécdotas y reflexiones y los convirtiese en una única unidad.
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El momento perfecto
RomanceDavid Palacios ve tambalear de nuevo su mundo cuando, dos años después de su marcha, se ve obligado a regresar al lugar al que juró que nunca volvería. ... María Gayoso ha nacido para escribir. Sin embargo, una mudanza obligada la capultará a una s...