EPÍLOGO: Heaven (Bryan Adams)

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SEIS AÑOS DESPUÉS...

Se sienta frente a la mesa metálica y examina el reloj que cuelga frente a ella en la pared. Un día más que llega con casi media hora de antelación por miedo a equivocarse con alguna de las paradas del metro. Cuando vivía en el pueblo, tenía los tiempos calculados al dedillo: dos minutos al supermercado, siete a la librería más cercana y diez al instituto, si no se encontraba con demasiados vecinos por la calle. Ahora, en la ciudad, se cruza con cientos de personas diferentes en cuestión de unos pocos minutos, pero nadie se conoce, nadie se para a charlar. Es una de las cosas que más echa de menos del pueblo.

Hace tiempo que la vida de María Gayoso no es la que era. Con la publicación de su primera novela, El momento perfecto, hace ya cinco años, su rutina dio un giro de ciento ochenta grados. Tuvo que aprender a compaginar los estudios con giras de firmas y plazos de entrega de nuevos manuscritos, pero en ningún momento se escuchó de su boca algún tipo de queja. Estaba convencida de que aquel sueño no duraría mucho y que, de un momento a otro, se despertaría y todo terminaría con la misma rapidez con la que había empezado, por lo que su único propósito era el de disfrutarlo al máximo.

El sueño se prolongó durante más tiempo del que tenía previsto cuando, al terminar sus estudios en Periodismo, un periódico de la capital contactó con ella para ofrecerle un puesto de becaria en la sección cultural.

Pasó por dos redacciones más antes de asentarse definitivamente en el que hoy es su puesto de trabajo como columnista de opinión. Su juventud hace que muchos duden de su profesionalidad, pero el éxito de sus novelas en el panorama nacional es un atractivo indiscutible a la hora de captar la atención del público.

Precisamente ese éxito es el que la ha traído hasta aquí hoy. Ni en sus mejores fantasías se hubiera imaginado que alguna de sus historias pudiera trasladarse alguna vez a la gran pantalla. Cuando su editora la llamó hace unos meses para decirle que una productora estaba interesada en comprar los derechos de El momento perfecto, su primera reacción fue echarse a llorar. Ahora, ya con la realidad (casi) plenamente asumida, participa en algunas de las decisiones con ilusión y respeto. Como la de hoy: la banda sonora de la película.

El director de casting la invitó a las pruebas de selección la semana pasada. La música es ya de por sí muy importante para la obra en su versión escrita, por lo que quería que su autora estuviese presente a la hora de elegir al compositor adecuado.

El resto del equipo no tarda en llegar y sentarse junto a ella frente a la mesa. María bebe un trago largo del vaso de agua que tiene delante y trata de respirar, nerviosa. Agradece enormemente que tengan en cuenta su opinión para la mayor parte de las fases del proceso, pero no se ve capacitada para juzgar a nadie, mucho menos en lo que respecta al género musical.

La única voz capaz de percibir qué hay detrás de cada una de las canciones presentes en la novela desapareció de su vida hace mucho tiempo. A veces, cuando escucha su nombre en boca de otros o encuentra en el periódico alguna noticia sobre la empresa de su padre (la cuál estuvo a punto de caer en bancarrota hace apenas unos meses), recupera del baúl de los recuerdos aquel regalo de cumpleaños y se pasa la noche escuchándolo. A él, a su voz. Sólo para no olvidarlo.

Los aspirantes se van sucediendo uno tras otro durante dos largas horas, quizás un poco más. A ella todos le parecen increíbles. No sólo interpretan algunas de las canciones ya incluidas en la novela, sino que muestran también sus propias composiciones.

- Espero que mi opinión no sea demasiado relevante para vosotros, porque no sabría por cuál decidirme –le susurra al director de casting cuando una joven guitarrista abandona la sala de audiciones-. ¿Cuántos quedan?

- Dos más y nos vamos a comer.

María asiente y se inclina sobre su dosier para echar un vistazo al nombre del siguiente aspirante. Apenas tiene tiempo a leerlo un par de veces antes de que su cuerpo se ponga rígido, detectando su presencia.

Sus ojos chocan con los de él en el momento en el que levanta la cabeza y, de pronto, todo a su alrededor desaparece. Reconoce cada facción de su rostro, idéntico aun con el paso de los años. Lleva el pelo rubio oscuro un poco más largo de lo que recordaba, pero sigue luciendo el mismo tipo de zapatillas estrambóticas. La camiseta de manga corta deja entrever sus brazos, más fuertes, y le sobran segundos para viajar con la mirada hacia el tatuaje que luce en la cara interior del derecho. Una guindilla exactamente igual a la suya.

Alguien se interpone entre ellos para colocar un teclado frente a David, pero ninguno de los dos parece reparar demasiado en su presencia. Cuando la voz de él llena la sala, María cierra los ojos y vuela lejos. Al pasillo de los baños del b en la noche de Carnaval, al cielo estrellado del paseo del río, al piano de la sala de música, a la buhardilla de Lipto...

No vuelve a abrirlos hasta que él termina de cantar y la magia del ambiente se transforma entonces en una sonrisa compartida.

Por fin, después de tanto tiempo, ha llegado su momento.

Fin.

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora