54. Héroes del sábado (La Maravillosa Orquesta del Alchohol)

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MARÍA

No sabía si sentirme culpable u orgullosa con respecto a que David hubiese aceptado mi propuesta. Durante las siguientes dos semanas ensayamos juntos todas las tardes hasta el día previo al festival, cuando, después de tocar por última vez la versión de Shallow que había elegido, me confesó que no sabía si estaría preparado para hacerlo.

- Haz lo que te pida el corazón –le pedí al despedirnos-. Que no te importe ni mi opinión ni la de tu padre.

Repetí prácticamente lo mismo en el mensaje que le envié el sábado después de comer, mientras caminaba ya hacia el teatro para terminar de prepararlo todo. Sólo Blanca, Ámbar y Guille conocían la verdadera identidad del "Pianista Silencioso". La primera estaría en el patio de butacas, sentada a una distancia prudencial de Isidro Palacios, mientras que Ámbar se encargaría de llevar a David a un camerino apartado y Guille hablaría con el técnico de iluminación para ponerlo todo a punto. Además, contábamos con el apoyo de Carla, quién no había dudado a la hora de ayudar a su hermano y saldría corriendo después de su actuación para fingir un ataque de tos que hiciese que sus padres la llevasen a casa.

Iba a salir bien. Tenía que salir bien.

- Te ha traído esto –Guille me sacó de mis pensamientos para tenderme un pinganillo por debajo del cristal de la taquilla. Quedaba poco menos de una hora, pero habíamos decidido reunirnos allí para revisar los últimos detalles-. Así podemos estar en contacto en todo momento.

- Ves muchas películas –reí.

- Y todas buenísimas. Ya me lo agradecerás.

Se marchó hacia la sala de control para "ir viendo cómo funcionaba el chiringuito" y nos dejó al resto del grupo arremolinado alrededor de la minúscula taquilla. El instituto promocionaba la organización de muchas actividades para recaudar fondos para la graduación, pero, bajo mi punto de vista, nosotros habíamos elegido la más entretenida.

- Estoy de los nervios –se quejó Ámbar dando pataditas con el pie, como de costumbre-. ¿Os imagináis que no viene nadie y nos quedamos aquí toda la tarde palpando moscas?

- Papando moscas –corrigió Alexia con una sonrisa.

- Lo que sea. Espero que hayáis avisado a todos los primos que tengáis.

- No he llamado a más familia porque no tengo –apunté.

- ¿Viene David a ver a su hermana? Podría traerse a sus amigos.

La pregunta de Zaida me dejó un poco fuera de combate, pero, por suerte, Ámbar supo salir del paso con agilidad.

- ¡Mira que morro tiene la tía! Tú lo que quieres es que venga Tino para intercambiar un par de miraditas entre actuación y actuación.

- Pero ¿tú quién te crees?

Intercambiaron un par de manotazos antes de que Gisela llegase para avisarnos de que iban a abrir las puertas.

- ¿Estoy presenciando una pelea? –preguntó-. La apertura puede esperar si hay salseo.

- Nada interesante –respondió Salma encogiéndose de hombros-. Le han preguntado a María por David Palacios para que traiga a sus amigos.

El rostro de Gisela cambió en cuestión de dos milésimas de segundo.

- ¿Ahora eres amiga de David? –preguntó con recelo.

- Eh, sí, bueno... Es mi vecino de arriba –conseguí decir.

- ¿Nada más?

Un comentario más por parte de Salma y acabaría abalanzándome sobre ella. Palabrita de girl scout.

- Que yo sepa David no tiene nada con nadie, ¿no? –dijo Gisela aleteando las pestañas. Igual acababa siendo ella la que terminaba arrojándose sobre mí.

- Si no lo sabes tú, nosotras menos –respondió Luna al percibir mi incomodidad-. Venga, que hay que abrir las puertas. Dejemos el cotilleo para otro momento.

- Hombre, vosotras algo sabréis –comentó Salma-. Ahora que María y él pasan tanto tiempo juntos...

Quise obviar la existencia del mostrador de la taquilla y saltar encima de ella. De verdad que sí. Y estoy completamente segura de que lo hubiese hecho si no hubiese visto el cuerpo de Gisela cayendo en picado hacia el suelo.

- ¡Gisela! –Alexia consiguió sujetarla por los hombros antes de que se golpease-. ¿Estás bien?

- Sí, sí... -su voz fue apenas un susurro, pero estaba consciente-. Es solamente un pequeño mareo.

- Dejádmela a mí. Traedle una chocolatina y un poco de agua.

Rodeé el mostrador y me arrodillé junto a ella, tomándole el pulso. Después, la ayudé a acomodarse en el suelo y le levanté los pies con ayuda de Alexia. Gisela ya se había recompuesto para cuando Gala y Luna llegaron con bebida y algo de comer.

- Gracias –murmuró todavía en el suelo-. Ha sido una tontería. Me pasa bastante a menudo.

- La vida de tu ex, hija, que la vives como si fuese la tuya –respondió Luna-. Voy a abrir la puerta, que ya empieza a llegar gente. Buen trabajo, Meri, vas a ser una enfermera de la hostia.

No supe bien por qué, pero el nudo que se había instaurado en mi garganta desde que había empezado la conversación se hizo un poquito más grande.

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora