47. Quiero aprender de ti (El Canto del Loco)

14 6 0
                                    

DAVID

Encontrarnos había sido siempre una excusa para salvarnos, así que no fue de extrañar que María y yo usásemos nuestra coincidencia en El Arce para salir de allí por patas. Ella camufló su incomodidad bajo un "Me voy con David, así no tengo que volver andando sola después" y yo escondí mis pocas ganas de emborracharme alegando que la acompañaría a casa.

Llegamos a nuestro portal en medio de una de nuestras interminables charlas sobre todo y nada a la vez y, mientras esperábamos al ascensor, me propuso hacer una parada en su piso. Sus padres no volverían del Arce hasta bien entrada la madrugada y ninguno de los dos teníamos demasiado sueño, así que podríamos pasar el resto de la noche viendo una película.

- ¿Tienes alguna preferencia? –preguntó mientras nos dejábamos caer a la vez en su sofá.

- Nada de miedo, a poder ser. Lo paso fatal durante y después de la película.

- A mí tampoco me gustan. Ve mirando lo que hay. Voy a ver si encuentro algo para picar.

Volvió al cabo de unos pocos minutos con un bol gigante de palomitas saladas y tres tabletas de chocolate, porque me conocía lo suficiente como para abrazar mis demonios, pero no para saber si era más de dulce o de salado.

- ¿Hash defidido ya que vef? –preguntó con la boca llena de palomitas.

- Todavía no –respondí apretando los botones del mando por inercia-. He visto casi todas las películas del catálogo digital. O, al menos, todas las que me parecen interesantes.

- ¿Cuál es tu favorita?

Tardé unos segundos en responder, sopesando la pregunta.

- Nunca me lo he planteado, la verdad –contesté-. Me gustó mucho La La Land. La banda sonora es increíble.

- ¡Ay! ¡Me encanta, me encanta, me encanta! –exclamó dando saltos en el sofá-. ¿Vemos esa? ¡Porfi!

Agradecí haberle dicho que era mi preferida, porque no me dio tiempo a reaccionar. Durante las siguientes dos horas, las voces de Emma Stone y Ryan Gosling fueron lo único que llenó el silencio que nos acompañaba. Siempre supuse que María sería una de esas personas que no son capaces de permanecer calladas durante las películas, pero no pronunció palabra alguna hasta que los créditos hicieron acto de presencia en la pantalla del televisor. Confieso que me hizo un poco de ilusión verla tan absorbida por un filme que, en su momento, había marcado un antes y un después en mi manera de percibir la relación que tenían cine y música.

- ¿Por qué te gusta tanto? –preguntó al terminar, leyéndome la mente una vez más.

- No sabría explicártelo –confesé-. A veces, hay películas, canciones, libros..., con los que simplemente conectas. Cuando la vi por primera vez, algo dentro de mí hizo click. Desde entonces no he sido capaz de ver a ninguna otra película de la misma forma.

- Entiendo lo que quieres decir. Y me parece precioso. Si algún día llegase a publicar alguna de mis historias, creo que ese sería mi principal objetivo. No me importan las ventas si no soy capaz de emocionar a la gente con mis palabras. Me encantaría ayudarles a tener ese click.

- Nunca me has hablado de nada de lo que escribes.

Desde que me lo había contado una tarde, dejándolo caer como un comentario sin importancia, me moría de curiosidad por leer algo suyo. María tenía el don de elegir las palabras adecuadas en cada momento, dándoles forma y tratándolas con mimo, hasta conseguir sacar al exterior todo lo que llevaba por dentro. Si tenía esa capacidad a viva voz, conectando con las emociones de los demás, no quería imaginarme lo que sería capaz de hacer con las suyas propias a la hora de sentarse frente a una hoja en blanco.

- No le enseño nada a nadie nunca –susurró, sonrojándose-. Es muy personal.

- No te estoy pidiendo que lo hagas –aclaré, porque no quería presionarla-, pero me encantaría escucharte si algún día estás preparada para hacerlo.

- Te mostraría algo, pero llevo una temporada un poco seca. No tengo demasiado tiempo últimamente y, cuando me siento delante del teclado, siento que las palabras se me atascan. Nunca me había pasado algo así.

- ¿Has pensado en probar algo nuevo? –sugerí-. Un guion de cine, por ejemplo.

- Qué mal te ha sentado ver La La Land –rio-. Lo intenté una vez, con once años, pero no terminó de llenarme. Donde más cómoda me he encontrado siempre es con la novela, así que no creo que el género sea el problema. Supongo que las circunstancias no me están ayudando demasiado. Normalmente, la escritura es mi refugio ante este tipo de casos, pero esta vez me está sobrepasando un poco.

- ¿Y por qué no usas las circunstancias a favor? –propuse-. No te digo que escribas un libro sobre tu vida, pero siempre puedes inspirarte en lo que te pase.

No respondió, pero supe por su expresión que la idea le había producido, al menos, cierta curiosidad.

- Si algo me llegó la primera vez que vi esta película fue el mensaje de que hay que luchar por lo que nos haces felices –continué-. Si de verdad sueñas con emocionar a la gente a través de tus historias, guindillita, ve a por ello. Es imposible que te vaya a ir mal viendo el corazón que le pones.

Y eso hizo.

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora