37. Mirror (Lil Wayne ft. Bruno Mars)

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DAVID

Dejé la calculadora encima de la mesa con un golpe seco y me pasé las manos por la cara, agotado. Acababa de tener uno de los exámenes más difíciles de mi vida y lo único que me apetecía era acostarme un rato y ponerme alguna película cutre de fondo para dormir, pero Scarlett no me dio tregua.

- ¿Qué tal ha ido? –preguntó en cuanto descolgué.

- Creo que puedo aprobar, pero no estoy muy seguro.

- Dijiste lo mismo con el de la semana pasada y sacaste un siete, así que me lo tomaré como un "me ha salido de locos, Scarlett, gracias por preguntar" –se llevó la taza que tenía delante a los labios y dio un sorbo largo antes de continuar parloteando como un loro-. Flipo contigo. Lo sabes, ¿verdad? Sigues sacando las notas de siempre con todo el lío que tienes en tu vida y, encima, desde otro continente. Eres la hostia, David.

Me rasqué la nuca, incómodo, porque nunca sabía cómo reaccionar a los cumplidos.

- No es para tanto. Me ayudas mucho y tengo bastante tiempo libre, así que puedo dedicarme a estudiar todo el día, si quiero.

- Lo sé, hombre, pero no quieres. Nadie quiere pasarse el día estudiando. Digo yo que algo harás, ¿no? No me cuentas nada de tu vida ahí.

- Porque no hay nada que contar.

- ¿Nada de nada? ¡Pero si estamos a finales de marzo! Llevas ahí prácticamente dos meses, tiene que haber pasado algo interesante.

Me encogí de hombros, intentando restarle importancia, y me quedé unos segundos en silencio tratando de pensar. Odiaba que la gente me preguntase eso, porque nunca consideraba que tuviese algo lo suficientemente interesante que decir. Sí, le contaba a Scarlett aspectos cutres de mi día a día, como qué había cenado o cuántos kilómetros había corrido por la mañana, y sí, tenía la suficiente confianza con ella como para hablarle de cualquier cosa con la certeza de que no iba a aburrirla, pero seguía resultándome complicado. Me acordé de María y de su necesidad de rellenar cada momento de silencio, como si tuviese miedo de aburrir a la otra persona precisamente por el motivo contrario a mí. Sonreí al imaginármela contándole a Scarlett cómo nos conocimos, probablemente omitiendo la parte en la que me placaba y pasando directamente a mi deuda del bolso de cervezas. Deseé ser como ella. Qué bonito tiene que ser estar dentro de un alma como la de María, llenando los silencios de luz.

- ¿Te he contado lo del equipo? –pregunté con la imagen de María todavía vagando por mi memoria.

Scarlett negó con la cabeza enérgicamente y suspiré. La opción de hablar de fútbol destacaba por encima del asunto de mi abuelo o del de Gisela, así que no tuve más remedio.

- He ido a ver varios partidos de mi anterior equipo. El primer día fui por casualidad, pero unos amigos me vieron, una cosa llevó a la otra y bueno, acabé tomando algo con ellos para ponernos al día –noté una vaga sensación de deja vu y me detuve, pensativo. Scarlett continuaba mirándome con atención desde el otro lado de la pantalla-. ¿No te he contado esto antes?

- Me dijiste que te habías reencontrado con tus amigos de la infancia y que quedabas con ellos de vez en cuando, aunque no puntualizaste cómo los habías encontrado. Son con los que saliste en Carnaval, ¿no? –asentí, un poco desilusionado-. ¡Pero no importa, en serio! Sigue.

Le relaté lo más detalladamente que pude mi encuentro con Quique. Scarlett me interrumpía de vez en cuando para preguntarme detalles sin importancia, como qué llevaba puesto o que habíamos pedido de postre, y dejó escapar un grito digno de película de terror cuando llegué a la parte de la propuesta para volver al equipo.

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora