MARÍA
Estaba viviendo la fiesta que toda niña hubiese soñado tener al cumplir los dieciocho años. Canté, bailé y reí hasta elevar al máximo los niveles de dopamina. Por fin, después de tantas subidas y bajadas, la montaña rusa en la que había estado viviendo durante los últimos meses parecía estabilizarse poco a poco y nada podía hacerme más feliz que compartir ese progreso con mi gente.
Guille me ayudó a bajarme de la barra después de soplar las velas y las felicitaciones y muestras de cariño volvieron a llenarlo todo. Era consciente de que había dejado el regalo de David a medias, pero me prometí buscarlo en cuanto terminase de dar las gracias a todo el mundo por ser partícipes de una noche como aquella.
- Pareces una famosa –se burló Guille.
Ámbar se acercó para susurrarle algo al oído y mi réplica tuvo que verse reducida a un simple codazo. Traté de centrar mi atención en el grupo de chicas de mi clase que se habían acercado para felicitarme, pero algo en la expresión de mi mejor amigo me hizo ponerme alerta.
- Perdonad un momento –me excusé antes volverme de nuevo hacia Ámbar y Guille-. ¿Va todo bien?
Intercambiaron una mirada de circunstancias que no supe interpretar y se apresuraron a responder al unísono:
- No.
- ¡De maravilla!
- Dios mío –murmuré aterrada-. ¿Qué ha pasado?
No sé cuál de los dos miró al otro con peor cara.
- Hay alguien fuera que quiere... verte –respondió Ámbar tras un breve silencio.
- ¿Y cuál es el problema? –pregunté.
- Que no queremos que te vea –contestó Guille cruzándose de brazos.
Suspiré y me pasé las manos por la cara en un vano intento por tranquilizarme.
- No vais a decirme quién es, ¿verdad? –silencio-. Bien. Dado que solamente se me ocurren dos posibles nombres para esta situación, podéis limitaros a informarme acerca de su altura... -silencio de nuevo-. ¡Venga, por favor, que no tenemos tres años!
- Es él –se limitó a contestar Guille.
El suspiro se vio sustituido entonces por una bocanada de aire.
- Bien –resoplé-. Metro noventa pues. Supongo que tendré que bajar y resolver esto como la persona adulta en la que acabo de convertirme.
- ¡Te acompañamos! –exclamó Ámbar.
- Ni hablar –zanjé-. Esto tengo que hacerlo sola.
Me encaminé hacia las escaleras antes de que pudiesen objetar algo más y, una vez allí, subí los peldaños de dos en dos con la intención de descargar la nube de ira que empezaba a llenarme por dentro.
Itzan se estaba convirtiendo en un bache difícil de superar. Cuando creía estar alcanzando la cima, volvía a arrastrarme hacia el fondo del hoyo una y otra vez, agotando mi paciencia y mis ya casi inexistentes ganas de acabar con todo aquello de una forma pacífica.
Nuestros primeros reencuentros me habían debilitado. Ahora, lo único que sentía al verlo allí, esperándome con la cabeza gacha a unos pocos metros del Arce, era una completa sensación de indiferencia.
- Feliz cumpleaños –dijo cuando me paré frente a él a una cierta distancia.
- Gracias –respondí por educación-. ¿Qué haces aquí? Mis amigos habrán invitado a medio pueblo, pero dudo mucho que se hayan puesto en contacto contigo después de...todo.
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El momento perfecto
RomanceDavid Palacios ve tambalear de nuevo su mundo cuando, dos años después de su marcha, se ve obligado a regresar al lugar al que juró que nunca volvería. ... María Gayoso ha nacido para escribir. Sin embargo, una mudanza obligada la capultará a una s...