MARÍA
Ámbar hizo sonar el timbre con tanto ímpetu que temí que lo hubiese quemado. Era lunes por la tarde y a esas horas solíamos tener dos horas más de clase en el instituto, pero los profesores nos habían avisado de que iban a faltar y habíamos optado por quedar en mi casa y avanzar un poco con los preparativos del festival. No es que fuésemos a organizarlo todo nosotras, pero nos habíamos presentado voluntarias para estar entre bambalinas y teníamos que perfeccionar un poco la lista de actuaciones.
- No te haces una idea de lo bien que huele el portal. Te lo prometo. Es como una mezcla de champú de bebé y... -se paró de golpe cuando la invité a pasar adentro-. ¡Ostras, tía! ¡Esto es enorme!
Se limpió los pies en el felpudo con la velocidad de una ardilla y cruzó la puerta de la entrada recorriéndolo todo con sus brillantes ojillos saltones.
- Bueno, es bastante grande si lo comparas con el otro –afirmé-. Pero no es para tanto.
- ¿Que no es para tanto? –se giró de golpe hacia mí con las cejas muy levantadas-. Meri, que mi piso podría ser perfectamente la buhardilla de la casita de Barbie. Ya sabes, por el tamaño minúsculo y los cuadros de flamencos –trotó un poco para asomar la cabeza por el pasillo-. ¿Puedo?
- Claro. Tráeme la chaqueta, que te la cuelgo en el perchero –me la tendió obediente e hizo amago de esperarme-. Ve cotilleando lo que quieras mientras tanto, pero quédate en el estudio cuando llegues, que es donde tengo todo el papeleo del festival.
- ¿No vienes?
- Sí, sí. Sé que te mueres de ganas de que te haga un house tour. Pero tengo que acabar de preparar la merienda. ¡He hecho galletas! –volvió a girarse hacia mí, esta vez con el ceño fruncido-. Vale, no, las he comprado en el súper. Pero hay zumo natural, ese sí lo he hecho yo.
Terminó acompañándome a colgar el abrigo y le hice una visita detallada por toda la casa. Ámbar escuchaba, asentía y dejaba salir un pequeño "¡oh!" cada vez que algo le llamaba la atención. Conforme fuimos avanzando por el pasillo, acabó dándose cuenta de que, objetivamente, la casa no era tan diferente de la anterior.
- La distribución es la misma que la del otro piso, ¿no? Solo que todo es mucho más grande –asentí, dándole la razón-. Jo, me parece preciosa. Ahora yo también tengo ganas de mudarme.
- Pues no has visto lo mejor. Ven, ayúdame a llevar esto al estudio.
Llevamos entre las dos una bandeja con galletas, zumos, chocolatinas y otras porquerías que fuimos encontrando por la cocina y la conduje hacia mi habitación preferida de la casa. Conseguí abrir la puerta ayudándome del codo derecho y dejamos la comida en la mesa de escritorio nada más entrar dentro.
- ¿Qué te parece?
Ámbar dio un par de vueltas sobre sí misma, examinando las altísimas estanterías con atención.
- Me encanta. Te pega mucho tener una habitación así. Ya sabes, por tus historias y eso –se colocó detrás de la mesa en forma de L y se dejó caer sobre una de las sillas-. Creía que iba a echar de menos tu antigua casa, pero creo que no voy a tardar en acostumbrarme a esto.
Forcé una sonrisa y me senté en la silla situada en el otro brazo de la mesa, junto el montón de papeles que había ido recopilando durante la organización del festival.
- ¡Venga, al lío! –exclamé en un intento de mentalización mutua-. Las niñas han conseguido convencer a algunos alumnos de primero para que actúen. Carla Palacios va a tocar el chelo y los primos de Guille están preparando una coreografía. ¿Tú has conseguido algo más?
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El momento perfecto
RomanceDavid Palacios ve tambalear de nuevo su mundo cuando, dos años después de su marcha, se ve obligado a regresar al lugar al que juró que nunca volvería. ... María Gayoso ha nacido para escribir. Sin embargo, una mudanza obligada la capultará a una s...