66. Cuando me vaya (Melocos ft. Natalia)

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MARÍA

Desde niña, había soñado con el día de mi graduación cientos de miles de veces. Podría recitar el esquema imaginario que había ido construyendo en mi cabeza con el paso de los años prácticamente del tirón, visualizándome con claridad a lo largo de todo el acto: mientras recogía el título, daba el discurso o me despedía de todos y cada uno de mis profesores. Sin embargo, el pánico que me sacudió por dentro cuando Guille me tendió la mano para subir al escenario nunca había estado presente en ninguna de mis fantasías. Supongo que, por mucho que puedas imaginarte una situación, nunca sabrás realmente cómo te sentirás al vivirla hasta que te encuentres de lleno dentro de ella.

Cuando me situé con mi mejor amigo tras el atril y miré al frente, decenas de ojos se posaron sobre nosotros, algunos de ellos ocultos tras cortinas de lágrimas. El aire abandonó completamente mi cuerpo durante unos segundos, los suficientes para hundirme por completo antes de tomar impulso y dejar que las palabras saliesen de mi interior a borbotones. Durante los minutos siguientes, fui un libro abierto en canal para todas las personas que me habían visto crecer, llorar, reír, caerme y, sobre todo, levantarme.

Mi voz hizo amago de entrecortarse cuando llegó el momento de la despedida, pero un cruce de miradas fugaz con Guille fue capaz de hacerme recuperar de nuevo la compostura.

- No es fácil dar con las palabras que consigan describir la emoción que sentimos en un momento como este –recitó él-. Nos encontramos a punto de dar un salto definitivo hacia el futuro, contentos de saber un poco más acerca de quién somos, de a que aspiramos y con quién queremos compartirlo. El mundo está deseando ver lo que tenemos para ofrecerle. Es una gran responsabilidad, pero también un tremendo honor para quien ha tenido la oportunidad de acompañarnos en el camino durante estos seis años.

- Curso tras curso, contábamos los días que quedaban para el inicio de las vacaciones sabiendo que, después de los meses de descanso, volveríamos a encontrarnos entre estos pasillos en septiembre. Resulta raro pensar que, esta vez, no será así –contuve de nuevo el aire durante un par de segundos antes de lanzarme de lleno hacia el final del discurso-. Hoy se acaba una etapa y es probable que muchos de nosotros quedemos reducidos simplemente a la sombra del recuerdo que supone, sin lugar a dudas, uno de los capítulos más intensos y especiales de nuestras vidas. Sin embargo, la esencia de la familia que hemos construido perdurará para siempre dentro de cada uno de nosotros. Y es que, inevitablemente, todos formamos una parte inquebrantable de la historia que, hoy, podemos definir como nuestra.

La ovación final no tardó en aparecer mientras Guille y yo culminábamos el discurso con un abrazo sincero, aparentemente inocente, pero cargado de todo el amor que había ido naciendo entre nosotros con el paso de los años.

- He pensado mucho en el "ahora qué" que me dijiste el día que terminamos bachillerato –susurré contra su oído.

- ¿Alguna conclusión? –preguntó él imitando mi gesto.

- Solo una –nos separamos unos centímetros, con los aplausos todavía como banda sonora, y sonreí al ver cómo sus cejas se levantaban, ansiosas por una respuesta-. No tengo ni idea de qué es lo que se viene, pero estoy convencida de que, si seguimos juntos, no tendremos motivo alguno de preocupación.

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora