56. Shallow (Bradley Cooper ft. Lady Gaga)

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MARÍA

Supe, ya mientras se acercaba al piano, que algo no iba bien. La baja iluminación y el antifaz que le habíamos prestado no me dejaban ver su rostro con claridad, pero no lo necesitaba. David caminaba con miedo. Con mucho miedo.

Blanca me había enviado un mensaje hacía ya varios minutos confirmándome que el plan estaba saliendo según lo previsto: Isidro Palacios ya no estaba en la sala. Ahora, David sólo dependía de sí mismo.

Se sentó frente al piano y levantó la tapa con dedos torpes. Gala y yo, conductoras del acto, lo habíamos presentado como "El Pianista Silencioso" y el patio de butacas parecía hacer juego con su nombre en aquellos instantes, dejando escuchar la respiración entrecortada de David a través del micrófono.

Esperamos, expectantes, durante varios segundos hasta que, por fin, pareció reunir fuerzas para tocar. Ámbar me abrazó por detrás, intentando tranquilizarme, pero yo solo era capaz de psicoanalizar todos y cada uno de los movimientos de David.

- Tell me something, girl. Are you happy in this modern world? –sonaba bien, pero no tanto como cuando tocábamos solos en su sala de música-. Or do you need more? Is there something else you're searchin' for?

Su voz se fue desinflando poco a poco y sus dedos, perdidos, empezaron a fallar algunas notas. Hasta que, pasados un par de versos más, dejó de tocar.

- ¿Qué le pasa? –susurró Ámbar contra mi oído.

El público, que hasta entonces se había mantenido en el más absoluto silencio, comenzó a darse cuenta de que aquella pausa tan larga no era normal y empezaron a escucharse los primeros cuchicheos.

David seguía sin inmutarse, congelado frente al piano. No tenía buena pinta.

- No sé quién es, pero tenemos que sacarlo de ahí –murmuró Gala a nuestro lado-. La gente está empezando a revolucionarse y va a ser peor.

Apreté el botón del pinganillo para pedirle a Guille que bajase el telón, pero otra idea cobró vida en mi cabeza y escapó sola de entre mis labios.

- Enciende mi micro. Voy a entrar.

- ¿Estás loca? –exclamó Ámbar separándose de mí-. No sabes cantar.

- Guille, ¿me estás escuchando? –repetí.

- Activado –respondió-. ¿Te bajo un poco más la luz?

- Todo lo que puedas.

- Adelante.

Esperé a que el escenario se quedase completamente a oscuras para cruzarlo, sin dejar de mirar al frente, y sentarme junto a él en el piano.

"¿Qué haces?", articuló con los labios, mirándome como si me hubiese vuelto completamente loca.

Quizás lo estaba.

- Tell me something, boy –sus dedos seguían sin moverse y yo no sabía tocar, así que tuve que verme obligada a enseñar mis horribles dotes para el cante completamente a capela-. Aren't you tired trying to fill that void? Or do you need more? Ain't it hard keeping it so hardcore?

Canté completamente sola durante más tiempo que me gustaría ante la atónita mirada de mis amigas, que observaban la escena desde la parte de atrás del escenario con los ojos como platos.

Miré fijamente a David cuando comencé a entonar el estribillo con la intención de que él hiciese lo mismo. Quería que me viese, que no fuese capaz de posar los ojos en otro lugar, que pensase que estábamos él y yo solos, como tantas otras veces, como la noche en la que cantamos City of stars.

No sé si funcionó o fue él, que por fin logró echar a sus fantasmas del escenario para quedarnos a solas, pero tal y como sucedió la primera noche, sus dedos recuperaron de nuevo la confianza frente a las teclas y volvieron a acariciarlas, dóciles, sin titubear.

- In the sha-sha, shallow... -comenzó, uniéndose a mí-. In the sha-sha-la-la-low. In the sha-ha, shallow. We're far from the shallow now.

Lo dejé continuar solo el resto de la canción porque me parecía que aquel momento le pertenecía solo a él. Era el momento perfecto para su renacimiento. La reconstrucción que tanto había anhelado hecha realidad.

El público enloqueció cuando David clavó todos y cada uno de los agudos de la canción y la euforia me empujó a levantarme del banco y bailar a su lado dando palmas, sintiendo que, realmente, sólo existíamos él y yo solos en medio de toda aquella oscuridad. Cuando estábamos juntos, esa palabra ya no me asustaba. Ambos nos hacíamos brillar.

La canción llegó a su fin y Guille iluminó un poco el patio de butacas, mostrando a todos los asistentes en pie.

- ¡Lo has bordado! –exclamé cuando corrí a abrazarle.

- Lo hemos bordado.

En ese momento aún no lo sabía, pero así fue cómo volví a enamorarme de David Palacios. Viéndolo resplandecer al reconciliarse de nuevo consigo mismo.  

El momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora