43. It's my life (Bon Jovi)

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DAVID

El sábado del partido María me despertó con un mensaje de buenos días, un sticker de un perrito bailando con una cerveza y un enlace a la playlist que se ponía para motivarse cuando tenía un examen.

David:

¿Escuchas a Bon Jovi para motivarte? No te pega.

María:

Hay muchas cosas de mí que no sabes.

María:

¡Y claro que me pega!

María:

Ya me lo agradecerás.

David:

Me la pondré para venirme arriba desde el banquillo.

María:

Eres un soso.

María:

Mucha suerte <3


Sonreí, agradecido por el detalle, y le prometí que la escucharía antes del partido. Sabía que no podría venir porque tenía el cumpleaños de una de sus mejores amigas esa misma tarde, así que aquella era su manera de estar cerca.

María era una de las pocas personas que sabía lo del partido. Sí, iba a ser suplente, pero no me avergüenza reconocer que estaba demasiado nervioso como para contárselo a la gente y tampoco tenía ganas de que la noticia se difundiese. Ni siquiera se lo había dicho a mis padres. No por nervios en este último caso, sino por pasotismo. Lo último que me apetecía ahora que tenía un poco de ilusión por algo era escuchar uno de los monólogos de mi padre acerca de mi poco (inexistente) sentido de la responsabilidad de cara a mi futuro.

Comí poco a mediodía con la excusa de que "tenía mucho que estudiar" y me encerré de nuevo en mi cuarto para prepararme mentalmente. La equipación seguía siendo la misma que hacía dos años, así que pude regodearme en la sensación de rescatar mi viejo chándal del armario. Me entró la risa floja cuando me vi reflejado en el espejo al ponérmelo. Si me hubiesen sacado una foto en ese momento para verla años después, podría confundirme fácilmente diciendo que había sido tomada antes de empezar la universidad. Ojalá por dentro todo siguiese tan igual como por fuera.

Diez minutos antes de la hora de la convocatoria, salí de mi habitación casi de puntillas, con intención de no encontrarme con nadie. Cuando estaba a punto de abrir la puerta de la entrada, noté un leve toquecito en la espalda.

- Lo sabía.

Me giré y me encontré con los ojos azules de mi hermana, ligeramente arrugados como consecuencia de la sonrisa que tenía pintada en la cara.

- Ahórrate cualquier excusa que se te esté pasando por la cabeza –susurró levantando un dedo-. Sé a dónde vas. Mamá y papá no lo notarán porque no han puesto una lavadora en su vida, pero yo ayudo a Juana a hacer la colada y siempre me encuentro con tus botas de fútbol. ¡Has vuelto a jugar!

- ¿Cómo puedes ser tan lista con lo pequeña que eres?

- ¡No soy pequeña! –me llevé un dedo a los labios cuando elevó el tono de voz y ella se tapó la boca, consciente-. No soy pequeña –repitió en bajito-. Tengo doce años.

- Lo que yo decía –me sacó la lengua y sacudí la cabeza, riéndome-. Tengo que irme. ¿Seguimos con el interrogatorio a la noche?

- O después del partido, si prefieres. Voy a ir con mis amigas a verlo.

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