II

1.1K 78 7
                                    

Después de mi larga y ardua recuperación, el día finalmente llegó: volví a los terrenos de juego. Era como si una parte de mi alma hubiera sido restaurada. Sentir de nuevo la hierba bajo mis pies, escuchar el eco de los balones rebotando en el campo y el sonido de los tacos contra el suelo eran como una melodía familiar que había extrañado con cada fibra de mi ser. Sin embargo, aunque había regresado físicamente, mi situación era muy distinta. Volvía a estar con mi equipo, pero esta vez desde una perspectiva diferente, una que me hacía sentir como si estuviera viendo mi vida desde abajo, atrapada en una especie de limbo.

Mientras me esforzaba por recuperar mi forma y demostrar que aún tenía mucho que ofrecer, mi hermana seguía ascendiendo. Desde la distancia, veía cómo acumulaba triunfo tras triunfo, cómo su nombre se volvía sinónimo de éxito y promesa en el mundo del fútbol. Cada vez que el Barça ganaba un partido importante, cada vez que mi hermana levantaba un trofeo, una parte de mí se sentía orgullosa, pero otra parte se hundía un poco más en la frustración y el resentimiento. No era envidia, o al menos no quería que lo fuera, pero no podía evitar sentir que la vida había sido más benévola con ella. Ella estaba allí, en la cima, mientras yo seguía luchando en las sombras, intentando encontrar mi lugar.

Sin embargo, la vida, a veces, tiene formas extrañas de presentarnos nuevas oportunidades, incluso cuando menos lo esperamos. Un día, cuando menos lo imaginaba, se me presentó una nueva oportunidad, una que aunque parecía complicada y llena de incertidumbre, sabía que no podía dejar pasar. Era una oportunidad de redibujar mi camino, de escapar del estancamiento en el que sentía que me encontraba. Pero, como con todas las decisiones importantes, había riesgos, y esta no era la excepción.

La oportunidad que se me presentó fue la de unirme a un equipo en Alemania, un país con una cultura futbolística profundamente arraigada y un nivel de competencia que me emocionaba y aterraba al mismo tiempo. No era solo un cambio de equipo, era un cambio de vida, de país, de idioma, de todo lo que había conocido hasta ese momento. Sabía que sería un desafío en muchos aspectos, pero también sentía que era exactamente lo que necesitaba. Sentía que era mi oportunidad de volver a empezar, de demostrar que aún tenía mucho que ofrecer en el fútbol, de salir de la sombra de mi hermana y forjar mi propio camino.

Cuando se lo conté a mi familia, la reacción fue, como esperaba, mixta. Mis padres estaban preocupados, claro, pero sabían que no había forma de hacerme cambiar de opinión. Siempre me habían apoyado, y esta vez no sería diferente. Sin embargo, mi hermana, no lo tomó de la misma manera. Ella, que había estado a mi lado durante toda mi recuperación, que había visto de primera mano todo lo que había pasado, simplemente no podía entender por qué quería hacer algo tan "arriesgado" en su opinión.

Recuerdo la conversación que tuvimos como si hubiera sido ayer. Estábamos en la cocina de casa, el sol de la tarde entraba por la ventana, dándole un brillo cálido al lugar, pero la atmósfera entre nosotras estaba lejos de ser cálida. Había tensión en el aire, una tensión que se había estado gestando desde que había mencionado por primera vez la idea de irme a Alemania.

—Gala, piénsatelo bien, es algo arriesgado, puedes seguir aquí, en casa —dijo mi hermana, con esa mezcla de preocupación y desaprobación en su voz.

Podía entender su punto de vista, pero su intento de convencerme solo reafirmó mi decisión. Ya lo había pensado demasiado. Había pasado noches en vela, dándole vueltas en mi cabeza, pesando los pros y los contras, imaginando cómo sería dejar todo atrás y empezar de nuevo en un lugar completamente nuevo. Pero cada vez que lo pensaba, una cosa quedaba clara: no podía quedarme en el mismo lugar, no después de todo lo que había pasado.

—¿Para qué? —respondí, con seriedad y una determinación que no dejaba espacio para la duda—. Tengo la oportunidad de volver a empezar. Aquí estoy estancada.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora