VIII

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Mientras el ruido de las celebraciones a mi alrededor continuaba, yo no podía apartar la vista de Gala, aún en el suelo, llorando desconsoladamente. La victoria, que hace apenas unos minutos me había llenado de euforia, ahora no tenía sabor. Mi hermana pequeña estaba destrozada, y cada lágrima que derramaba me hundía más en la culpa.

De repente, vi a Ewa Pajor, su compañera de equipo y amiga, acercarse a ella. La manera en que se agachó junto a Gala, con calma y empatía, me hizo sentir un pequeño alivio. Pajor le dijo algo en voz baja, palabras que no pude oír desde la distancia, pero que parecían tener el efecto que necesitaban. Gala, aún con el rostro cubierto de lágrimas, escuchó a su amiga sin decir nada.

Ewa se quedó con ella unos segundos más, colocándole una mano en el hombro, dándole ese apoyo silencioso pero firme. Luego, con suavidad, la ayudó a levantarse del suelo. Gala, aún temblando, se dejó guiar por ella. Verlas así, con Gala apoyada en Ewa, me hizo sentir un poco más tranquila, aunque el dolor seguía allí.

Juntas caminaron lentamente hacia la zona de banquillos, mientras las demás jugadoras del Wolfsburgo empezaban a reagruparse, algunas felicitándose, otras cabizbajas. Pero lo único que yo podía ver era a Gala, apoyada en Ewa, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano mientras seguía con la cabeza baja.

Cuando llegaron a la zona de los banquillos, Ewa la sentó con cuidado y se colocó a su lado, inclinándose un poco para estar a su altura. Hablaban en voz baja, con complicidad, y aunque no podía escuchar lo que decían, podía imaginarme lo que Ewa intentaba hacer. Estaba tratando de consolarla, de recordarle que, aunque habían perdido, esto no era el final. Que había más por delante, que una derrota no definía su carrera, ni quién era.

Ver a Ewa cuidar de Gala me reconfortaba y, a la vez, me llenaba de impotencia. Era yo quien debería estar allí, quien debería haber sido el hombro en el que Gala se apoyara. Pero sabía que, en ese momento, Gala no quería verme. No podía culparla.

La forma en que Ewa hablaba, con paciencia y ternura, fue lo que finalmente hizo que Gala alzara la vista. Sus ojos estaban enrojecidos, pero ya no lloraba con la misma intensidad. Asintió a lo que Ewa le decía, aunque aún se notaba el dolor en su expresión. Agradecía en silencio que su amiga estuviera allí, sabiendo que, por mucho que la quisiera, mi presencia en ese momento solo habría empeorado las cosas.

Me quedé en mi lugar, viendo la escena desde lejos, deseando que las palabras de Ewa pudieran calmar el dolor de Gala, al menos un poco. Mientras las miraba, sentí una mezcla de alivio y tristeza profunda. Sabía que había tiempo para hablar con mi hermana, para intentar enmendar lo que había pasado, pero también sabía que ese momento no era ahora.

Ewa seguía hablando, su mano apoyada en la espalda de Gala, y poco a poco mi hermana parecía encontrar algo de calma en medio de todo el caos emocional. Pero yo seguía sintiendo el vacío dentro, sabiendo que sería difícil, muy difícil, volver a ganarme su mirada.

Gala

Mientras el pitido final aún resonaba en mis oídos, mi mundo se sentía desmoronado. No era solo la derrota lo que me afectaba, sino algo mucho más profundo. Sentía una presión y un dolor que no podía expresar completamente.

Ewa se arrodilló a mi lado, con su rostro lleno de preocupación y empatía. Su presencia era un consuelo en medio de mi tormenta interna. Aún no había hablado, pero sus gestos suaves me invitaban a soltar todo lo que llevaba dentro. Sus palabras eran un murmullo calmado, y mientras me ayudaba a levantarme, sentí que necesitaba decirle lo que realmente me atormentaba.

Con la voz rota, le confesé lo que estaba pesando en mi mente.

-No es solo la derrota, Ewa. Es... todo lo que viene después. Sabes que la gente va a hablar. Me compararán con Aitana, como siempre. Aunque he intentado aprender a no prestarle atención, duele. Cada vez que pasa, me siento como si no importara lo que haga-Dije soltando todo lo que sentía.

Ewa me miraba con una comprensión silenciosa. Sabía que no eran solo las palabras amargas de los críticos lo que me hería, sino también la constante comparación con mi hermana mayor. Aitana siempre había sido un modelo a seguir, una figura de éxito, y yo estaba constantemente a la sombra de sus logros. Aunque trataba de no dejarme afectar, cada vez que alguien comparaba mi rendimiento con el de Aitana, era como una herida abierta que no sanaba.

-No importa cuánto me esfuerce- continué, mi voz quebrándose,-siempre habrá alguien que diga que no es suficiente, que Aitana lo hace mejor. No importa que hoy haya jugado bien, que haya dado lo mejor de mí. La gente siempre verá la derrota y comparará todo. Aitana es increíble, y yo... siento que nunca podré estar a la altura.

Ewa asintió con calma, sin intentar minimizar lo que sentía. Su mano seguía en mi espalda, y me ofreció un espacio seguro para expresar el dolor que iba más allá del juego.

-Gala, tus sentimientos son válidos-me dijo con suavidad.-Es natural sentirse así, especialmente cuando te comparan con alguien a quien admiras tanto. Pero lo que has hecho hoy es increíble, el esfuerzo que has puesto, es valioso. Y no debería ser eclipsado por las comparaciones.

Me limpié las lágrimas con la manga de mi camiseta, intentando respirar con más calma. La empatía de Ewa era un bálsamo para mi dolor, y aunque no podía borrar las críticas que ya estaban comenzando a llegar, sus palabras me ofrecían un poco de consuelo.

-Lo importante es que sigas siendo tú misma, Gala-continuó Ewa, con una firmeza tranquila. -Aitana es increíble, sí, pero eso no quita lo que tú eres y lo que puedes lograr. Cada jugadora tiene su propio camino, y lo que has hecho hoy muestra tu fuerza y tu habilidad. No dejes que las comparaciones te hagan dudar de tu valor.

Las palabras de Ewa resonaban en mi mente mientras trataba de encontrar un poco de paz en medio del caos emocional. Sabía que, a pesar de todo, aún me quedaba mucho por recorrer. La presión y las comparaciones seguirían, pero la certeza de tener a alguien que entendiera mi dolor y me ofreciera apoyo era un alivio inesperado.

Mientras Ewa seguía hablando, mi respiración se estabilizaba y mi mente comenzaba a encontrar un equilibrio. No podía cambiar lo que la gente diría ni evitar las críticas, pero podía intentar recordar lo que realmente significaba para mí, más allá de las comparaciones. Y eso, por ahora, era un pequeño consuelo.
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Ewa te amamos

En el siguiente ya vemos a Jana

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora