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La sala del cine estaba en penumbra, solo iluminada por la luz tenue de la pantalla. Las butacas estaban casi vacías, lo que hacía que el ambiente se sintiera íntimo, como si solo estuviéramos nosotras dos en el mundo. Jana había elegido la película sin dudar demasiado, y aunque ni siquiera me fijé en el título, lo cierto es que no me importaba. Mi atención estaba en ella, en la manera en que sus ojos brillaban mientras discutía qué película sería más divertida para ver. Me daba igual lo que pusieran en la pantalla, porque para mí, el simple hecho de estar allí, a su lado, era suficiente.

A medida que la película comenzaba, intenté concentrarme en la trama, pero mis pensamientos volvían una y otra vez a Jana. Mi mano descansaba nerviosa en el reposabrazos que compartíamos, y de repente, sentí una punzada de deseo de acercarme más a ella, de romper esa pequeña distancia que aún nos separaba. Quería tomar su mano, sentir el calor de su piel contra la mía, pero mis dedos temblaban. Me sentía ridícula, pero no podía evitarlo.

El simple hecho de querer ese contacto me hacía sentir vulnerable, como si el simple roce de nuestras manos pudiera cambiar todo lo que hasta ahora habíamos construido.

De repente, noté que Jana se movía en su asiento. Su mirada se desvió ligeramente hacia mi mano, y, como si leyera mis pensamientos, sin dudar ni un segundo, tomó mi mano con una suavidad inesperada. El contacto fue eléctrico. En lugar de entrelazar nuestros dedos como había imaginado, la puso suavemente sobre su rodilla, dándome a entender que no había necesidad de estar nerviosa. Que esto, lo que fuera que estaba ocurriendo entre nosotras, estaba bien.

Mi corazón latía con fuerza mientras miraba nuestras manos, el temblor en la mía comenzando a calmarse bajo su tacto firme pero tranquilo. No sabía cómo, pero Jana tenía ese efecto sobre mí, como si pudiera apagar el caos interno que a veces me consumía. Y entonces, como si el gesto de tomar mi mano no fuera suficiente, la sentí inclinarse suavemente hacia mí, su cuerpo pegándose al mío. Apoyó su cabeza sobre mi hombro, y mi corazón dio un vuelco. Podía sentir su respiración tranquila, y el suave peso de su cuerpo contra el mío me llenó de una calidez indescriptible.

Era un gesto tan simple, tan natural, pero a la vez tan lleno de significado. Mi mente dejó de prestar atención a la película, y me perdí en el momento. En cómo Jana se acurrucaba contra mí, en cómo nuestras manos permanecían unidas, descansando sobre su rodilla. El aroma de su perfume, el suave roce de su cabello contra mi mejilla... todo me hacía sentir más conectada a ella de lo que jamás había imaginado.

—¿Estás bien? —susurró de repente, con una voz apenas audible, como si temiera romper la magia del momento.

Asentí, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Lo estaba, más que bien, pero no sabía cómo explicarlo sin sonar demasiado... expuesta. Jana, sin embargo, pareció entenderlo a la perfección, porque no dijo nada más, solo se acomodó un poco mejor sobre mi hombro y cerró los ojos durante unos segundos, como si también estuviera disfrutando de la tranquilidad que compartíamos.

El resto de la película pasó en un borrón, una mezcla de imágenes y sonidos que apenas procesé. Porque, al final, lo que realmente importaba era este momento. Jana, apoyada contra mí, su mano en la mía. Mi nerviosismo había desaparecido, sustituido por una paz que no recordaba haber sentido antes. Y aunque todavía no entendía del todo lo que estaba sucediendo entre nosotras, lo único que sabía con certeza era que no quería que terminara. No esa noche, ni nunca.

Cuando las luces del cine comenzaron a encenderse lentamente, Jana se separó con suavidad, mirándome con una sonrisa cómplice. No hacía falta decir nada. Sabíamos que lo que había ocurrido entre nosotras, por pequeño que fuera, había cambiado algo. Y, por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo de lo que pudiera venir.

Conduje en silencio, acompañada por el sonido suave de la música que salía de los altavoces. La noche ya había caído por completo, y las calles estaban vacías, bañadas por la luz de las farolas. Jana iba a mi lado, tranquila, y yo intentaba mantener la calma, pero en el fondo sentía que mi corazón seguía latiendo con la misma intensidad que en el cine. Había algo en el ambiente, una sensación cálida y relajada, como si el mundo a nuestro alrededor se hubiera desvanecido por completo, dejándonos a nosotras dos, inmersas en nuestra pequeña burbuja.

Finalmente, llegamos a su casa. Apreté los labios un segundo antes de detener el coche frente a la acera, estacionando con cuidado. Jana se desabrochó el cinturón, y cuando me giré hacia ella, ya tenía una sonrisa juguetona en el rostro, esa que siempre me hacía reír. Sin decir nada, abrí mi puerta y bajé del coche. Sabía lo que iba a hacer: acompañarla hasta la puerta, igual que la última vez.

Ella salió también, y caminamos juntas hacia la entrada de su casa, con el aire fresco de la noche acariciándonos el rostro. Jana parecía relajada, pero noté que no dejaba de sonreír. Llegamos a su puerta, y cuando estábamos a punto de despedirnos, una risa suave salió de sus labios.

—¿Qué pasa? —le pregunté, intrigada, mientras la miraba con curiosidad.

—Nada, nada —respondió, pero su sonrisa seguía allí, traviesa, como si estuviera guardando un secreto.

Antes de que pudiera decir algo más, Jana dio un paso hacia mí. El tiempo pareció detenerse cuando acortó la distancia entre nosotras y, sin dudarlo, se inclinó hacia adelante y me besó. Fue un beso suave, pero lleno de intención, y yo me dejé llevar, cerrando los ojos y sintiendo el calor de sus labios sobre los míos. Todo lo que había sentido antes se intensificó en ese momento. El mundo desapareció, y solo existía ella.

Cuando finalmente se separó, aún con esa sonrisa en los labios.

—Hoy sí-Dijo en un susurro juguetón.

No pude evitar soltar una carcajada, incapaz de contenerme. Jana también se rió, su risa resonando en la quietud de la noche. Todo en ese momento se sintió perfecto, natural, como si estuviera exactamente donde debía estar.

—Eres increíble, ¿lo sabías? —dije, todavía sonriendo mientras la miraba.

Jana se encogió de hombros, pero sus ojos brillaban.

—Bueno, alguien tenía que tomar la iniciativa, ¿no? —respondió con esa chispa en su mirada que tanto me gustaba.

—Lo has hecho muy bien —admití, sintiéndome más relajada que nunca, como si esa tensión acumulada durante la noche finalmente se hubiera disipado.

Nos quedamos un momento en silencio, solo disfrutando de la compañía mutua. Sabía que era hora de irme, pero no quería. Jana parecía sentir lo mismo, porque no hizo ningún esfuerzo por entrar en su casa de inmediato. En lugar de eso, se quedó mirándome, como si tampoco quisiera que la noche terminara.

—Bueno... —comencé a decir, pero antes de que pudiera continuar, Jana se acercó de nuevo y me dio un pequeño abrazo, uno de esos que se sienten tan naturales, como si fuera la cosa más sencilla del mundo. Lo correspondí con gusto, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío.

Bona nit, Gala —murmuró cuando nos separamos, aunque su tono indicaba que esa despedida no era definitiva. Había algo en su mirada que me prometía que esto era solo el principio.

Bona nit, Jana —contesté, con una sonrisa que no podía borrar de mi cara.

Mientras se giraba y entraba en su casa, me quedé un segundo más allí, mirándola desaparecer detrás de la puerta. Finalmente, me di la vuelta y caminé hacia mi coche, mi corazón todavía latiendo con fuerza, pero ahora por razones completamente diferentes. Había empezado la noche nerviosa, insegura, y ahora la terminaba con una sonrisa tonta en la cara, sintiendo que algo increíble estaba comenzando entre nosotras.
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Ahora sí que sí me despido😝

Esta noche a ver si se me ocurre algo de drama🤭

Hoy si he puesto el 40 bien😡

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora