Jana
Habían pasado varios días desde que Gala volvió a los entrenamientos, y verla mejorar con cada sesión es una sensación increíble. Después de todo lo que había pasado, tanto con su lesión como con lo nuestro, me llenaba de orgullo ver cómo se levantaba y seguía adelante. Cada día se acercaba más a su mejor forma, más fuerte, más decidida.
En esos días, Gala también se había quedado varias veces a dormir conmigo. Y si soy sincera, esa era la mejor sensación que he experimentado en mucho tiempo. Nunca pensé que algo tan simple como despertarme con ella a mi lado pudiera hacerme sentir tan plena.
La primera vez que se quedó fue una mezcla de nervios y emoción. Todavía recuerdo cómo, al principio, había una pequeña incomodidad, ese miedo de hacer algo mal o que una de las dos cruzara algún límite. Pero fue todo lo contrario. Estar con ella en la misma cama, compartir ese espacio tan íntimo, fue como si siempre hubiéramos pertenecido ahí, juntas. Gala tenía esa facilidad para hacerme sentir tranquila, como si el caos del mundo desapareciera solo con que estuviera cerca.
Ahora, ya no me sorprende tanto encontrarla acurrucada a mi lado al despertar, pero la emoción sigue siendo la misma. Hay mañanas en las que me despierto antes que ella y me quedo observándola. Su cabello desordenado, su respiración suave. Esas son las pequeñas cosas que más disfruto. Momentos de calma, donde no hay entrenamientos, partidos, ni presiones, solo ella y yo, compartiendo el mismo aire.
A veces, mientras duerme, se mueve lentamente y se acomoda más cerca de mí, como si inconscientemente buscara mi calor. En esas mañanas, me paso varios minutos acariciando su pelo, disfrutando de la paz que me transmite. Nunca había sentido algo así por alguien. Estar a su lado es lo más natural del mundo.
Hoy fue uno de esos días en que Gala se quedó a dormir. Nos habíamos quedado hasta tarde hablando de cosas sin importancia, compartiendo pequeñas risas y recuerdos, hasta que el cansancio nos venció. Esta mañana, me desperté con su brazo sobre mi cintura, su cabeza descansando en mi pecho. No quería moverme, no quería romper ese momento tan perfecto. Pero el deber llamaba, y pronto nos teníamos que preparar para otro día en el campo de entrenamiento.
Mientras ella seguía dormida, me levanté con cuidado y fui a la cocina a preparar café. Me gustaba sorprenderla con esas pequeñas cosas. Me quedé pensando en lo que hemos vivido juntas en tan poco tiempo. Lo mucho que habíamos cambiado desde que todo empezó. Hace un tiempo, nunca habría imaginado que Gala, con su carácter fuerte y su terquedad, pudiera llegar a significar tanto para mí.
Cuando escuché el sonido suave de sus pasos entrando en la cocina, me giré y la vi, despeinada y aún con el sueño en los ojos. Llevaba mi camiseta, y eso me arrancó una sonrisa involuntaria.
—Bon dia—le dije, acercándome a darle un suave beso en la frente.
—Bon dia—respondió con una voz ronca, frotándose los ojos—. ¿Ya preparando café? ¿Cómo sabías que me iba a levantar?
—Lo sé todo —le respondí en broma, dándole una taza—. Y porque siempre te despiertas cuando me levanto.
Ella sonrió y tomó un sorbo. Momentos así, tan sencillos, se habían vuelto algo que atesoraba. Estar con ella de esta manera, sin necesidad de palabras grandilocuentes o gestos extravagantes, era lo que más disfrutaba.
Después de tomar el café y charlar un rato, nos preparamos para el entrenamiento. Gala estaba cada vez más cerca de volver por completo al césped, y verla tan emocionada me contagiaba su energía. Era una luchadora, y aunque sé que su vuelta completa aún tomaría unos días más, cada pequeña victoria, cada paso hacia adelante, la acercaba a lo que tanto ama: el fútbol.
El trayecto hacia el campo fue tranquilo. Como siempre, Gala se concentraba al volante, mientras yo miraba por la ventana, perdida en mis pensamientos. A veces me costaba creer lo rápido que habían cambiado las cosas entre nosotras. Todo se sentía tan bien, tan correcto, que temía que fuera un sueño del que pudiera despertar en cualquier momento.
Pero entonces la miraba, y la realidad volvía a su lugar. Estábamos bien. Nos teníamos la una a la otra, y aunque todavía había muchas cosas por vivir y superar, este era el mejor comienzo que podía imaginar.
Gala
El entrenamiento había terminado y estábamos todas en el vestuario, exhaustas pero satisfechas. Era un paso más para mí, uno importante. Aunque no había podido entrenar al mismo ritmo que las demás, estar en el campo, sentir el césped bajo mis pies y ver cómo mi cuerpo comenzaba a responder, me llenaba de energía.
Mientras me cambiaba, Aitana se acercó, con esa sonrisa característica que siempre me daba cuando quería darme ánimo.
—Ya queda menos, tata —dijo, dándome una palmada suave en el hombro—. Estoy deseando darte alguna asistencia.
Le sonreí, agradecida. Aitana siempre había sido mi mayor apoyo en el equipo, y fuera de él, por supuesto. Compartir el campo con ella era una de las cosas que más extrañaba. Poder recibir uno de sus pases perfectos, correr a su lado. Sabía que volvería pronto, pero escuchar esas palabras de su boca, esa confianza que me transmitía, me hizo sentir una enorme felicidad.
—Yo también lo estoy deseando —respondí, y no pude evitar sonreír más amplio—. Pronto estaremos dándole problemas a las defensas otra vez.
Aitana soltó una pequeña risa y me abrazó brevemente. Ese gesto, aunque simple, lo significaba todo para mí. Después de lo que había pasado, después de la lesión, el proceso de recuperación y la incertidumbre, poder compartir momentos como ese con mi hermana me hacía sentir inmensamente afortunada. Volver a estar en el vestuario con ella, escuchar sus bromas, su risa, su forma de motivar a las demás, me hacía sentir como si, poco a poco, todo estuviera volviendo a su sitio.
Mientras las demás se cambiaban y hablaban, me tomé un segundo para respirar hondo y mirar a mi alrededor. Estaba donde debía estar. Con mi equipo, con mi hermana, con las personas que siempre me habían apoyado. Sabía que aún quedaba trabajo por hacer para estar al cien por cien, pero la idea de volver a jugar, de volver a sentir esa adrenalina de los partidos, me hacía sentir más viva que nunca.
Aitana me guiñó un ojo y se apartó para seguir hablando con algunas de las chicas. Yo me quedé allí, terminando de cambiarme, con una sonrisa imborrable en la cara. Mi hermana, mi equipo, mi vida. Estar en ese vestuario, sentir el apoyo de todas y saber que el regreso estaba cada vez más cerca, me llenaba de una felicidad que no podía describir.
Pronto, estaría otra vez en el campo, lista para volver a darlo todo. Y mejor aún, lo haría junto a Aitana, disfrutando cada minuto como siempre habíamos hecho.
____Ayer no subí 😔
Esque estoy escribiendo capítulos de la nueva y me quedé sin tiempo para esta
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𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳
RandomGala es una chica que desde pequeña tiene el sueño de convertirse en una gran futbolista, está en el camino de conseguirlo junto a su hermana cuando sufre una grave lesión, esa lesión hace que los caminos de ambas hermanas se separen de una manera c...