XXIV

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Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba por los pasillos de la Ciutat esportiva, rumbo al vestuario para mi primer entrenamiento con el Barça. Era un sueño cumplido, un regreso a casa, pero no podía evitar sentir una mezcla de nervios y emoción. Sabía que estaba preparada, que los años en Alemania me habían fortalecido, pero esa sensación de ser la "nueva" de nuevo, en un equipo que siempre había considerado mi hogar, me generaba una pequeña inquietud.

Ona no estaría en este entrenamiento, ya me lo había dicho. Solo había estado en Barcelona para el anuncio oficial del fichaje, y luego se había ido de vacaciones. Nos habíamos prometido que cuando ella volviera, celebraríamos juntas como se debía, pero por ahora, el camino lo recorrería sola.

Al llegar al vestuario, respiré hondo y empujé la puerta. El ambiente olía a ese inconfundible aroma de césped, madera y ropa deportiva. No sabía quiénes estarían ya allí, así que me preparé para saludar a quienes me encontrara. Lo primero que vi fue a Mapi León, Patri Guijarro y Claudia Pina, charlando y riéndose entre ellas. Al parecer, eran las primeras en llegar.

—Hola —dije con una sonrisa, intentando ocultar los nervios.

Las tres se giraron hacia mí y, de inmediato, sus caras se iluminaron.

—¡Gala! —dijo Mapi con su característico entusiasmo, acercándose para darme un abrazo rápido pero cálido—. Bienvenida.

—Gracias —respondí, relajándome un poco más. Patri y Pina también se acercaron para saludarme, ambas con sonrisas genuinas.

Nos sentamos en los bancos del vestuario y comenzamos a charlar mientras las demás jugadoras iban llegando poco a poco. La mayoría eran chicas del filial, jóvenes promesas que miraban con admiración a las jugadoras del primer equipo. Me recordaban a mí misma, años atrás, cuando también era una de esas chicas llenas de sueños y expectativas. Ahora estaba aquí, de vuelta, con algo más de experiencia, pero con las mismas ganas de demostrar lo que valgo.

De repente, mientras estaba en medio de una conversación con Mapi sobre la Liga alemana, escuché una voz conocida acercándose desde el pasillo. Mi corazón dio un vuelco. No necesitaba girarme para saber de quién se trataba, pero lo hice de todas formas.

La puerta del vestuario se abrió, y ahí estaba ella: Jana.

Nuestros ojos se encontraron en cuanto entró. Los murmullos de las conversaciones a nuestro alrededor parecieron desvanecerse. Nos quedamos mirándonos unos segundos que parecieron eternos, hasta que, casi de forma instintiva, Jana comenzó a caminar hacia mí con una sonrisa.

Me levanté del banco sin pensarlo, y cuando llegó a donde estaba, nos abrazamos. Fue un abrazo cálido, lleno de complicidad. Había algo en ese momento que sentí especial, como si todo lo que habíamos compartido en la concentración de antes del mundial tomara forma en ese simple gesto.

—Qué alegría verte aquí—dijo Jana, todavía sosteniéndome en el abrazo.

—Ya ves… estoy de vuelta —respondí, intentando sonar tranquila, aunque mi corazón seguía acelerado.

Nos separamos, pero mantuvimos nuestras miradas conectadas un segundo más antes de que el murmullo de las demás jugadoras volviera a llenar el espacio. Bruna, que había estado observando la escena desde el principio, no pudo evitar sonreír y soltar una broma.

—Vaya, aquí hay buen rollo, ¿eh? —dijo, guiñándonos un ojo.

Jana y yo nos reímos, y de alguna manera, ese simple comentario ayudó a romper la tensión que sentía desde que había llegado al vestuario. Volvimos a sentarnos, pero esta vez me sentí más relajada, más cómoda. Las risas y las bromas entre todas nosotras hicieron que esos nervios iniciales se esfumaran poco a poco.

Estaba de vuelta en el Barça. De vuelta con mi equipo, con mis amigas, y ahora con Jana, una persona que, sin saber muy bien cómo, se había vuelto importante para mí durante los últimos meses. Mientras nos preparábamos para salir al campo, sentí que había tomado la decisión correcta. Este era mi lugar. Mi hogar.

Y ahora, todo estaba por empezar.

Estábamos todas en el vestuario, preparándonos para el entrenamiento. Las conversaciones se mezclaban con el sonido de las cremalleras de las mochilas y las risas entre compañeras. El ambiente era relajado, típico del primer día de pretemporada, pero a la vez había un aire de emoción por ver cómo arrancaba esta nueva etapa. Sentada en el banco, yo estaba hablando con Patri y Mapi, cuando de repente escuché la voz de Jana elevarse por encima de las demás.

—¿Botas nuevas Sonic?—me llamó desde el otro lado del vestuario con una sonrisa burlona.

No pude evitar soltar una carcajada. Era inevitable. Durante toda la concentración con la selección, Jana no había dejado de llamarme "Sonic". Supongo que mis carreras por el campo, le habían recordado al famoso erizo azul. De hecho, la primera vez que Ona lo dijo, todas las chicas nos habíamos reído tanto que se había quedado como un apodo recurrente. Ahora, volviendo a Barcelona, parecía que Jana no tenía intención de olvidarse del mote.

Las demás se giraron, algunas con curiosidad. Patri arqueó una ceja y Mapi frunció el ceño mientras sonreía, claramente interesada en la broma.

—¿Sonic? —preguntó Mapi, mirando entre Jana y yo—. ¿De qué va eso?

Jana se acercó a nosotras, cruzando los brazos y aún con esa sonrisa juguetona.

—Es que durante la concentración con la selección ella y Ona se picaron en una carrera. Y nuestra nueva compañera ganó—dijo, exagerando sus gestos y haciéndome parecer una especie de velocista imparable—. Así que la apodamos "Sonic".

—Ah, ya veo... —respondió Patri entre risas—. Bueno, lo de correr lo entiendo. Si sigue siendo tan rápida como en la final.

—A mí también me pegaba ese mote cuando la vi en el campo —añadió Mapi, riendo.

—¿Sonic, eh? —Pina intervino desde el fondo del vestuario, riéndose—. Qué pena que no te pusieron la equipación azul, hubiera sido perfecto.

Todas estallamos en carcajadas ante el comentario. Sabía que el mote probablemente no iba a desaparecer tan fácilmente, pero no me importaba. Siempre había tenido ese tipo de relación con Jana: llena de bromas y apodos absurdos que sólo hacían que nuestra amistad fuera más divertida y cercana.

—Venga, Sonic —dijo Jana, dándome una pequeña palmada en la espalda—. Que ya sabes lo que toca en este entrenamiento: correr más que nadie. No me decepciones.

Me giré hacia ella con una sonrisa burlona.

—Lo haré, pero solo para que dejes de llamarme así —bromeé, aunque en el fondo sabía que el apodo se quedaría conmigo por mucho tiempo.

Las demás seguían riendo mientras nos terminábamos de preparar para el entrenamiento. El ambiente era ligero y cálido, lleno de camaradería. Me sentí cómoda, como si nunca me hubiera ido de este vestuario, como si todas las piezas encajaran de nuevo en su lugar. Jana, con su humor, y las demás con sus risas, hicieron que cualquier atisbo de nerviosismo desapareciera por completo.

"De vuelta en casa", pensé para mis adentros mientras me ponía la camiseta del Barça y me ataba las botas. Y con un pequeño empujón amistoso de Jana, salimos todas juntas al campo, listas para el primer entrenamiento de una temporada que, estaba segura, iba a ser inolvidable.
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Ya están juntitas las futuras...🫢



𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora