XXVII

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Habían pasado varias semanas desde que empecé a entrenar con el Barça, y cada día me sentía más cómoda, más en casa. El ambiente del equipo era increíble, y mi relación con Jana... bueno, eso también se había fortalecido muchísimo. No había un día en el que no estuviéramos bromeando o picándonos en cada oportunidad que teníamos. Desde que me había empezado a llamar "Sonic", no había forma de escapar de sus bromas. Era casi como una rutina: cada entrenamiento, alguna pulla, alguna broma sobre mi velocidad o sobre la dichosa mecha azul que insistía en que debería teñirme.

Estábamos en el vestuario antes de la sesión de la mañana, y mientras me ponía las botas, Jana se plantó delante de mí con una sonrisa traviesa, como si estuviera a punto de soltar una de las suyas.

—Te lo digo en serio, Gala. ¿Para cuándo la mecha azul? —dijo mientras se cruzaba de brazos, fingiendo estar pensativa—. Sería la combinación perfecta con el blaugrana del Barça.

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza. Era increíble cómo siempre lograba sacarme una sonrisa, incluso cuando estaba cansada o nerviosa.

—Basta ya, cansina—le respondí entre carcajadas, mientras le daba un leve empujón de broma—. Si me pinto una mecha azul, tendrás que pintarte el pelo entero de rojo. A ver si así dejas de decir tonterías.

Jana fingió un gesto dramático, llevándose una mano al pecho como si acabara de herir su orgullo. Pero justo cuando iba a replicar, la puerta del vestuario se abrió de golpe, y de inmediato se sintió una energía distinta en el aire.

Las chicas que habían estado en el Mundial empezaban a volver, y ahí estaban. Entre ellas, Aitana.

Me quedé congelada por un segundo, como si se me hubiera olvidado por completo que hoy regresaban todas. Mi mente estaba tan centrada en las bromas de Jana y en el día a día del equipo que no había pensado demasiado en lo que significaba su regreso. Y ahí estaba ella, mi hermana, después de bastante tiempo. España había ganado el Mundial, y el orgullo que sentía por ella, por todas, era inmenso. Pero también sabía que había tantas cosas sin resolver entre nosotras, que verlo de frente me provocaba una mezcla de emociones.

Aitana entró al vestuario junto con Ona, Alexia, y varias de las otras chicas. Todas con esa chispa que solo tienen las campeonas. Sonreían, reían, todavía embriagadas por el triunfo. Jana, que seguía a mi lado, se giró para verlas entrar, y yo lo hice también, intentando recomponerme. No quería parecer demasiado tensa, pero mi cuerpo se sentía rígido, como si mi mente no pudiera procesar todo de golpe.

—¡Mira quiénes han vuelto! —exclamó Jana con entusiasmo, rompiendo el hielo.

Algunas chicas del vestuario comenzaron a aplaudir y a dar gritos de celebración. Aitana sonrió, un poco tímida, pero se notaba su felicidad. Nuestras miradas se cruzaron por un breve momento, y no pude evitar sentir un pequeño nudo en el estómago. Me esforcé en sonreírle, pero algo en mis nervios me impedía hacerlo con naturalidad.

El vestuario seguía lleno de risas y comentarios emocionados sobre el Mundial, y aunque yo intentaba unirme a la conversación, mi mente seguía atrapada en ese momento en el que nuestras miradas se cruzaron. ¿Sería ahora más fácil? ¿O seguíamos en el mismo punto de incertidumbre? Jana, por su parte, estaba como siempre, despreocupada, lanzando bromas a diestra y siniestra, lo que me ayudaba a mantenerme distraída.

Finalmente, después de un rato, el ambiente en el vestuario volvió a relajarse. Las chicas del Mundial se fueron acomodando en sus sitios, y las conversaciones comenzaron a fluir con más naturalidad. Aitana y yo no habíamos hablado aún, pero sabía que, tarde o temprano, tendríamos que hacerlo. Pero por ahora, el simple hecho de tenerla de vuelta, aunque fuera de esa forma distante, me daba una sensación de alivio.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora