XXXVIII

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Nos quedamos en silencio por un momento, todavía abrazadas, sintiendo la calma después de toda la intensidad del día. Aitana me soltó despacio, observándome con esos ojos que siempre parecían saber exactamente lo que estaba pensando.

—Bueno, ya has dado el primer paso —me dijo con una sonrisa—. ¿Qué tal si ahora piensas en dar el siguiente?

La miré confundida.

—¿El siguiente? —repetí, sin estar segura de a qué se refería.

—Sí, Gala —contestó con un tono obvio—. Ahora tienes que quedar con ella otra vez.

Me separé un poco, con las cejas levantadas.

—¿Otra vez? —pregunté, y luego me di cuenta de lo que estaba insinuando—. ¿Te refieres a... una cita?

Aitana asintió con la cabeza, como si lo que acababa de decir fuera lo más natural del mundo. Su expresión relajada, como si no fuera un gran tema, contrastaba con la confusión que empezaba a enredarse en mi pecho.

—Exacto. Una cita. —Lo dijo con esa facilidad tan propia de ella, sin darle mayor importancia.

Sentí cómo el calor comenzaba a subir por mi cuello. Una cita. La palabra flotaba en mi cabeza y me hizo sentir una especie de nerviosismo que no esperaba. Me mordí el labio, pensativa, mientras Aitana me observaba, claramente disfrutando de mi reacción. Me quedé callada por unos segundos, sin saber bien cómo responder.

—No lo sé... —empecé a decir, pero Aitana soltó una pequeña risa, interrumpiéndome.

—Gala, por favor. Le has plantado un morreo y ahora te pones nerviosa por una simple cita. —Su tono era burlón, pero cariñoso, y eso hizo que me relajara un poco, aunque no del todo.

Solté una risa, rodando los ojos.

-Eres muy bruta—le contesté, intentando mantener el tono divertido para que no notara lo mucho que me había puesto a pensar en lo que acababa de decirme.

—Lo soy, sí. —Aitana se cruzó de brazos, con esa sonrisa de autosuficiencia que siempre me sacaba de quicio—. Pero también tengo razón, y lo sabes.

Suspiré, sabiendo que no iba a ganar esta conversación. Tenía razón, después de todo. Jana y yo habíamos cruzado una línea que no se podía ignorar, y ahora... bueno, ¿por qué no iba a quedar con ella de nuevo? Pero ponerle el nombre de "cita" a todo eso lo hacía más real, más grande.

—¿Y si no está interesada en una cita? —le pregunté, tratando de encontrar alguna razón para no pensar demasiado en ello.

Aitana puso los ojos en blanco.

—Gala, si te ha aceptado ese beso, ¿en serio crees que te va a rechazar una cita? —me respondió, como si la sola idea fuera absurda.

La lógica de Aitana, aunque sencilla, me dejó sin mucho qué decir. Quizás era cierto. Jana no me había dado señales de que estuviera incómoda o arrepentida después de lo que había pasado. Pero aún así, la inseguridad que me invadía hacía que me planteara las cosas más simples como si fueran complejas.

—No sé... es que es diferente —murmuré, todavía pensando en todas las posibles maneras en que esto podía salir mal.

Aitana me miró, ya más seria, y colocó una mano en mi hombro.

—Gala, escúchame —dijo suavemente—. Sé que esto te da miedo, pero te lo digo en serio: tienes que intentarlo. No siempre puedes controlar todo, ni sabes lo que va a pasar. Pero si sientes algo por ella, dale una oportunidad. Es obvio que te importa, ¿no?

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora