LIII

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Gala me llevó de la mano hacia la puerta, y aunque yo intentaba mantener la calma, mis pensamientos iban a mil por hora. Mientras bajábamos por las escaleras y salíamos de mi edificio, me preguntaba a dónde iríamos, qué había preparado. El aire de la tarde era fresco y agradable, lo que solo hacía aumentar mi curiosidad.

—¿Me vas a decir al menos a dónde vamos? —pregunté mientras caminábamos juntas hacia su coche.

Gala solo sonrió y negó con la cabeza.

—No puedo estropear la sorpresa —respondió con un tono juguetón—. Pero te prometo que te va a encantar.

Una vez en el coche, noté que tomábamos un camino fuera de la ciudad. Los árboles a los lados de la carretera se hacían más densos y el aire empezaba a llenarse de ese aroma limpio que solo se encuentra en plena naturaleza. Me relajé un poco, disfrutando del paisaje, aunque la expectativa seguía pesando en mi pecho.

Finalmente, después de unos veinte minutos, Gala aparcó el coche en un pequeño claro. Me miró y, sin decir nada, salió del coche y corrió al otro lado para abrirme la puerta, con una sonrisa radiante.

—Bienvenida a tu sorpresa —dijo, haciendo un gesto amplio con los brazos como si estuviera presentándome algo espectacular.

Miré alrededor y noté que estábamos en una pequeña pradera bordeada de árboles. Había un mantel extendido en el suelo con una cesta de picnic, algunas velas pequeñas colocadas estratégicamente y una vista increíble del horizonte, justo cuando el sol empezaba a ponerse. Era una escena de ensueño.

—¿Todo esto lo has hecho tú? —pregunté, sintiéndome conmovida por el gesto.

—Lo he hecho para ti —respondió Gala, con una sonrisa más suave ahora—. Quería que tuviéramos un momento solo para nosotras, lejos de todo.

Mi corazón dio un vuelco. Había algo tan genuino y hermoso en el esfuerzo que había puesto en esto. Me senté en el mantel y ella se unió a mi lado, sacando de la cesta algunas frutas y bocadillos que había preparado. Nos quedamos un rato en silencio, simplemente disfrutando del paisaje y de la compañía mutua.

En algún momento, mientras hablábamos sobre cualquier cosa y reíamos, Gala se levantó. Dio unos pasos hacia un pequeño grupo de flores que crecían cerca de donde estábamos sentadas. Arrancó una flor con cuidado, y cuando regresó, me miró con una expresión tan tierna que sentí mi pecho apretarse.

—Esto es para ti —dijo suavemente, mientras se inclinaba hacia mí. Con delicadeza, colocó la flor detrás de mi oreja.

Sentí que mis mejillas ardían al instante. No podía evitarlo. La cercanía, el gesto, la forma en que me miraba... todo me hizo enrojecer. Gala, notando mi reacción, sonrió divertida.

—Estás preciosa así, ¿lo sabías? —susurró, su voz tan suave que hizo que me ruborizara aún más.

—Para ya… —murmuré, escondiendo un poco el rostro entre mis manos, pero incapaz de borrar la sonrisa de mis labios.

Gala se echó a reír, esa risa que siempre lograba derretir cualquier barrera que pudiera tener. Me sentí tan feliz en ese momento, tan en paz, que cualquier duda o inseguridad que pudiera haber tenido se disipó.

Nos quedamos allí, con el cielo tornándose en tonos naranjas y morados mientras el sol se escondía, creando un ambiente casi mágico. Gala tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos, y nos quedamos así, en silencio, observando el atardecer.

—Gracias por esto —dije, rompiendo el silencio, mi voz apenas un susurro.

Ella me miró, y por un segundo, todo lo demás desapareció. Solo éramos ella y yo, en medio de la naturaleza, sin preocupaciones, sin distracciones. Gala apretó suavemente mi mano y se acercó un poco más, su mirada suave y llena de algo que no necesitaba ser dicho en palabras.

—Te lo mereces —fue todo lo que dijo, pero esas pocas palabras significaban más de lo que podría haber imaginado.

Me di cuenta, en ese momento, de que no había prisa, que el amor que sentía por Gala crecía de una manera natural, sin necesidad de etiquetas o momentos forzados. Y supe que, cuando llegara el momento adecuado, estaríamos listas para dar ese paso.

Estábamos sentadas bajo la luz suave del atardecer, nuestras manos entrelazadas mientras el silencio se sentía cómodo, casi necesario. El aire era fresco y la sensación de estar tan cerca de Gala hacía que me olvidara de todo lo demás. No podía dejar de sonreír, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía esa calidez en el pecho que solo ella lograba despertar en mí.

De repente, Gala se removió un poco, soltando mi mano con cuidado. Me miró, sus ojos brillando con algo que no podía descifrar del todo, pero que me llenó de curiosidad.

—Jana, tengo algo que quiero decirte —murmuró, su voz suave pero seria.

Mi corazón dio un pequeño vuelco. "¿Qué será?", pensé mientras trataba de mantener la compostura, aunque la ansiedad comenzaba a trepar por mi cuerpo. Me aclaré la garganta, sintiendo la urgencia de hablar también, ya que llevaba días pensando en lo mismo.

—Yo también quería decirte algo… —contesté, mi voz un poco más baja de lo que esperaba.

Gala me miró con una leve sonrisa. Noté la misma tensión que sentía yo en su mirada, pero también esa chispa de emoción que compartíamos. No estaba segura de si estábamos pensando lo mismo, pero había una esperanza, una conexión que hacía que todo pareciera encajar.

—Dilo tú primero —me dijo, su sonrisa se volvió un poco más amplia, aunque nerviosa.

—No, no… tú primero —insistí, sin poder evitar morderme el labio, intentando contener mis propias ganas de soltarlo todo de una vez.

Nos miramos un par de segundos, casi como si estuviéramos retándonos mutuamente a dar ese primer paso. Al final, Gala soltó una pequeña risa y asintió.

—Vale… a la de tres lo decimos a la vez —propuso, y sus ojos brillaban con complicidad.

Mi corazón empezó a latir más rápido, y mis manos, entrelazadas sobre mi regazo, se tensaron un poco. ¿Y si no estábamos pensando lo mismo? ¿Y si me adelantaba y arruinaba el momento? Pero había algo en la forma en que Gala me miraba, una certeza que me tranquilizaba. Asentí, compartiendo su misma energía nerviosa.

—A la de tres —dije, mi voz bajando casi a un susurro.

Contamos en voz baja, nuestras voces apenas eran un eco del otro. "Uno..." Mis pensamientos corrían, pero intentaba mantener la calma. "Dos..." Mis manos empezaron a sudar un poco, y el nerviosismo crecía. "Tres…"

Y justo entonces, casi al unísono, nuestras voces se sobrepusieron.

—¿Quieres salir conmigo?

Nos miramos, las palabras colgando en el aire mientras nuestras voces se mezclaban. Al principio, el silencio nos envolvió, como si ambas intentáramos procesar lo que acabábamos de hacer. Luego, como si algo hubiera roto esa tensión, ambas empezamos a reír. Una risa suave, pero llena de alivio, de sorpresa y de una felicidad genuina.

—¿De verdad acabamos de preguntar lo mismo? —dije entre risas, llevándome una mano a la frente, incrédula.

—Parece que sí —contestó Gala, riendo también mientras se inclinaba un poco hacia mí, su mirada completamente llena de ternura.

Nuestros ojos se encontraron y, aunque nuestras risas seguían presentes, había algo más. Una certeza, una conexión aún más profunda que antes. Ambas queríamos lo mismo. Ambas habíamos estado esperando este momento, y ahora que por fin había llegado, era perfecto en su sencillez.

—Entonces… —dijo Gala, con una sonrisa traviesa—, ¿eso es un sí?

—Definitivamente es un sí —le respondí, y antes de que pudiera decir nada más, me incliné hacia ella y la besé, sellando esa pequeña promesa que habíamos hecho juntas.

El atardecer, la brisa suave, nuestras risas… todo parecía perfecto en ese momento. Y con Gala a mi lado, no podía pedir nada más.
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He intentado que se lo pidieran de una forma original😁

Ya son novias😝😝

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora