XXIII

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Llegué a las oficinas del FC Barcelona con los nervios a flor de piel. No era la primera vez que cruzaba esas puertas, pero esta vez todo era diferente. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba a la recepción, donde me esperaban para discutir los últimos detalles. Había soñado con este momento desde que era una niña, y ahora, finalmente, estaba aquí. Después de tantos años, volvía al Barça.

Me dirigieron a una sala de reuniones, donde me encontré con varios miembros de la directiva. La conversación fue rápida, casi formal, pero aún así, llena de emoción contenida. Hablaron sobre las condiciones del contrato, que ya conocía, pero querían asegurarse de que todo estuviera claro antes de proceder. Mientras asentía, mi mente no podía dejar de divagar en lo que significaba este momento: volver al club que me vio crecer, al equipo que siempre había sido mi hogar, aunque lo hubiera dejado en busca de nuevas experiencias.

Finalmente, llegó el momento. Me entregaron el contrato, y con una mano temblorosa tomé el bolígrafo. Firmé cada hoja, consciente de la importancia de cada trazo. Cuando terminé, levanté la vista y vi al director del club sonreír. Nos levantamos y estrechamos las manos, y en ese instante, supe que algo dentro de mí había cambiado para siempre. Me hicieron una foto junto a él, una imagen que seguramente se utilizaría para el anuncio oficial, y aunque no soy mucho de posar, no pude evitar sonreír.

Después de la firma, me dijeron que me llevarían al vestuario para cambiarme. Era hora de ponerme la equipación oficial para las fotos de presentación. Mientras caminaba por los pasillos del estadio, sentía una mezcla de emoción y nostalgia. Los recuerdos de mi tiempo en La Masía inundaban mi mente, las risas con las compañeras, los entrenamientos duros, los sueños que compartíamos. Todo eso me había traído hasta aquí.

Cuando llegué al vestuario, no esperaba ver a nadie más. Pero al entrar, me quedé congelada en la puerta. Allí, justo frente a mí, estaba Ona Batlle, una de mis mejores amigas de aquellos años en la Masía. Ella también me miró con una mezcla de sorpresa y alegría, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

—¡Ona! —exclamé, casi sin darme cuenta de que ya estaba cruzando la sala para abrazarla.

—¡Gala! —respondió, soltando una risa de incredulidad mientras nos fundíamos en un abrazo fuerte, de esos que sientes que no quieres soltar nunca.

Nos miramos, todavía sin creernos que estábamos allí.

—¿Qué haces aquí?-Preguntamos casi al unísono.

Nos reímos ante lo simultáneo de la pregunta, y Ona fue la primera en responder.

—He fichado por el Barça —dijo con una sonrisa gigante, como si aún no pudiera creérselo.

—Te doy la misma respuesta—dije, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de mí de nuevo.

Volver a casa. No había forma más precisa de describir lo que sentíamos ambas en ese momento. Habíamos compartido tantos momentos en las categorías inferiores, y ahora estábamos allí, juntas, de nuevo, en el primer equipo del FC Barcelona. Todo parecía un sueño.

Unos minutos después, un miembro del personal se acercó y nos preguntó si nos molestaría hacer algunas fotos juntas después de nuestras sesiones individuales. Querían anunciar los dos fichajes como un regreso de dos jugadoras de la casa, un guiño a nuestra historia en el club. Nos miramos y sonreímos, sin dudar.

—Claro —respondimos casi a la vez, otra vez.

Nos cambiamos rápidamente, poniéndonos la equipación blaugrana. Cada prenda que me ponía me hacía sentir más conectada con mi pasado, pero también con mi futuro. Sabía que esto no era solo una vuelta al equipo, era una nueva etapa, una oportunidad de demostrar lo que había aprendido en los años fuera y de aportar al equipo todo lo que tenía.

Cuando nos hicieron las fotos juntas, no pude evitar pensar en lo surrealista que todo era. Nos abrazamos, sonreímos y, por un momento, me olvidé de todo lo demás. Estaba con Ona, en el Barça, el equipo de mis sueños. Después de la sesión, Ona y yo nos sentamos juntas en el vestuario, todavía procesando lo que acababa de pasar.

—Esto es una locura —dijo Ona, mirándome con una sonrisa cómplice.

—La mejor locura de todas —respondí, sonriendo de vuelta.

Sabía que este era solo el comienzo. Estaba de vuelta en casa, con mi equipo, mis amigas, y con un futuro lleno de posibilidades.

Aitana

Estaba disfrutando de mis merecidas vacaciones después del Mundial, intentando desconectar de todo lo que había pasado. España había ganado, un sueño hecho realidad, pero también un torbellino de emociones y agotamiento. Me encontraba en un pequeño pueblo costero, alejada de la presión del fútbol, de las expectativas y los entrenamientos. Solo quería paz.

Esa mañana, como de costumbre, me había levantado tarde y me puse a revisar las redes sociales mientras tomaba un café. Sabía que el mundo no se detenía porque yo estaba de vacaciones, pero esa mañana en especial quería mantenerme al margen de cualquier noticia relacionada con el fútbol. Sin embargo, lo primero que vi me dejó de piedra. Literalmente.

Era una foto de la cuenta oficial del Barça Femenino. La imagen mostraba a dos personas que conocía demasiado bien: Ona Batlle, una de mis amigas más cercanas desde que éramos niñas, y… Gala. Mi hermana. Mi hermana pequeña, Gala, con la nueva equipación del Barça.

Mi corazón se detuvo un segundo. La foto era increíble, las dos sonriendo con esa camiseta blaugrana que significaba tanto para nosotras. Pero lo que más me impactó fue la descripción: "Dues culers tornen a casa".

No podía dejar de mirarla. Sabía que lo de Ona era probable. Lo habíamos hablado durante los últimos días del Mundial, incluso ella misma me lo había insinuado entre bromas. Pero ver a Gala, a mi hermana, con esa camiseta de nuevo… otra vez en el Barça, otra vez en casa… era algo que no me esperaba en absoluto.

Recordaba perfectamente la última vez que Gala vistió esa camiseta. Éramos más jóvenes, mucho más ingenuas. Ambas habíamos sido las niñas de oro, las que tenía ese algo especial, las que todo el mundo decía que llegarían lejos, pero no todo salió como esperábamos, sobre todo para ella. Cuando decidió marcharse, nuestro vínculo, aunque fuerte, se tensó. Discutimos, incluso llegué a decirle que se equivocaba, que irse no era la mejor decisión. Y aún así, se fue. Se fue y triunfó en Alemania, lo hizo increíble, pero esa distancia entre nosotras nunca terminó de cerrarse del todo.

Hasta hoy.

Verla ahí, con la camiseta del Barça, me removió por dentro. Era como si todo lo que habíamos vivido, todos los momentos difíciles, las diferencias, se desvanecieran por un momento. Porque ahora, Gala estaba de vuelta. Y no solo de vuelta en Barcelona, sino de vuelta en el equipo que significaba tanto para ambas, en el lugar donde siempre habíamos soñado estar juntas.

No podía evitar sentir una mezcla de orgullo, nostalgia y alivio. Mi hermana, la pequeña de la familia, la que siempre había tenido esa chispa, esa capacidad de sorprender a todos… ahora estaba aquí, a mi lado, aunque todavía no la hubiera visto.

Abrí mi chat con ella, quería decirle algo, felicitarla, pero no me atrevía a hacerlo.

No estaba segura de cómo reaccionaría. Nuestra relación había mejorado poco a poco, sobre todo ante del Mundial, pero todavía había un muro que derribar. Y, de alguna manera, el Barça parecía ser la llave para hacerlo. ¿Quién iba a decir que el equipo que nos separó cuando se fue a Alemania ahora sería el que nos volviera a unir?

Suspiré, dejando el móvil a un lado. Sabía que este fichaje no solo significaba el regreso de Gala a Barcelona, sino el regreso de nuestra relación, de lo que siempre habíamos sido. Quizás era la oportunidad perfecta para reconectar, para volver a ser las hermanas que una vez fuimos.

Y, si tenía suerte, esta vez lo haríamos vestidas de blaugrana, juntas, como siempre lo habíamos soñado.
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Otra vez juntitas

¿Bueno o malo?😝

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora