XXXVI

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Salimos al campo con el sol de la mañana brillando sobre nosotras, iluminando el césped perfectamente cortado. Me tomé un momento para respirar hondo, preparándome mentalmente para el entrenamiento. Mientras ajustaba mi camiseta y revisaba mis botas, sentí una ligera presencia detrás de mí. Antes de que pudiera reaccionar, un pequeño susto me sacó de mis pensamientos.

—¡Buh! —escuché la voz familiar de Jana a mi espalda, acompañada de una ligera risa.

—¡Jana! —exclamé, poniendo una mano sobre mi pecho, fingiendo estar más asustada de lo que realmente estaba—. Casi me matas

Jana solo se rio más, disfrutando del momento. Se acercó un poco más, mirándome con esa chispa juguetona en los ojos que tan bien conocía.

—Oye, Sonic —dijo con una leve sonrisa—, ¿me haces una trenza?

La petición me sorprendió. Jana nunca llevaba trenzas. Siempre prefería el pelo suelto, en una coleta o incluso recogido en una cinta cuando entrenábamos.

—¿Una trenza? —pregunté, arqueando una ceja, claramente sorprendida—. Tú nunca llevas trenzas.

—Ya, bueno... —se encogió de hombros, como si fuera algo sin importancia—. Quiero probar, a ver si es más cómodo.

Rodé los ojos, divertida por la excusa, pero no pude evitar sonreír. Sabía que no se trataba solo de comodidad. Mientras ella se daba la vuelta para que pudiera empezar con su pelo, noté que estaba más cerca de lo habitual. Entre nosotras había una especie de corriente, una conexión innegable, y ahora que estábamos allí, sentía que cada pequeño gesto tenía un significado más profundo.

Empecé a separar su cabello en secciones para hacer la trenza, y mientras lo hacía, me incliné un poco hacia adelante.

—Buena excusa para acercarte a mí —murmuré con una sonrisa, justo al lado de su oreja.

Pude sentir cómo su cuerpo se tensaba ligeramente bajo mis manos, sus hombros encogiéndose apenas perceptiblemente. Jana, que normalmente era tan segura y relajada, estaba visiblemente nerviosa por ese simple comentario. No pude evitar reírme un poco para mis adentros. Había algo encantador en verla así, tan distinta a la habitual defensa imparable en el campo.

Terminé la trenza con cuidado, atándola con una pequeña goma que había sacado de mi muñeca, y me acerqué aún más, casi en un susurro.

—No te pongas nerviosa, —le dije suavemente—. Me encanta tenerte cerca.

Sin pensarlo demasiado, dejé un beso suave en su mejilla. Jana se quedó inmóvil por un segundo, y pude ver cómo sus orejas se ponían rojas casi al instante. Me aparté lentamente, sonriendo con satisfacción al ver su reacción. Jana me miró por encima del hombro, sus ojos brillando entre la sorpresa y algo más, algo que me hacía sentir una pequeña descarga eléctrica cada vez que nuestras miradas se cruzaban.

—Gracias por la trenza —dijo finalmente, con una voz un poco más baja de lo habitual.

Me reí suavemente, dándole un ligero empujón en el hombro.

—De nada—dije con una sonrisa.

Caminamos juntas hacia el resto del equipo, pero no pude dejar de notar la sonrisa que permanecía en su rostro, y cómo, de alguna manera, nuestras manos se rozaban accidentalmente mientras caminábamos.

El entrenamiento había sido intenso, pero satisfactorio. A medida que las horas pasaban, el equipo había dado lo mejor de sí, y aunque todas estaban agotadas, el ambiente seguía siendo ligero y lleno de compañerismo. Fui la última en entrar a las duchas, tomándome mi tiempo para relajarme bajo el agua caliente. Necesitaba ese momento de tranquilidad para desconectar del día. Todo lo que había ocurrido en el campo, especialmente lo que pasó con Jana, rondaba mi mente. Traté de no pensar demasiado en ello, pero la verdad es que era imposible.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora