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Gala

Me subí al avión con la cabeza llena de pensamientos, pero lo que más necesitaba en ese momento era desconectar. Había sido un mes complicado: las lesiones, el hospital, la presión de querer volver a los entrenamientos y, por supuesto, todo lo que estaba pasando con Jana. La verdad es que lo nuestro me tenía más confusa de lo que me gustaría admitir. Así que decidí que este fin de semana me lo tomaría para mí, para encontrar algo de paz, y para aclarar mis ideas. Alemania, con sus paisajes y, sobre todo, con mis amigas más cercanas, parecía el lugar perfecto para eso.

El avión comenzó a despegar, y sentí esa mezcla de emoción y alivio que siempre traen los viajes. Dejaba atrás Barcelona, aunque fuera solo por unos días, y con ella, todas las dudas, el estrés del equipo, y la constante tensión de estar con Jana y no saber si lo nuestro irá a más o no.

Miré por la ventanilla, viendo cómo las nubes cubrían el horizonte mientras ascendíamos. Pensé en los días anteriores, en cómo había sido todo entre Jana y yo desde que me había lesionado. Ella había estado increíblemente pendiente de mí, no se había apartado ni un segundo. Y aunque lo agradecía, una parte de mí se sentía sobrecargada. No porque no la quisiera cerca, sino porque, de alguna manera, sentía que necesitaba espacio para procesarlo todo. No era fácil para mí aceptar ayuda, ni mucho menos mostrarme vulnerable, algo que Aitana sabía muy bien y me lo había recordado más de una vez.

El viaje no era solo para despejarme; también era una oportunidad para reconectar con mis amigas. Amigas que me habían visto crecer futbolísticamente, que me conocían a fondo.

Sabía que ellas me darían el respiro que necesitaba. Risas, charlas sinceras, y el tipo de apoyo que solo encuentras en las amistades de toda la vida. Alemania significaba eso para mí: un refugio. Mientras el avión avanzaba, empecé a pensar en todas las veces que había ido con ellas con las mismas expectativas, buscando respuestas en medio del caos de mi vida.

Al cabo de unas horas, el piloto anunció que estábamos a punto de aterrizar. Sentí una mezcla de nervios y alivio. Nervios por lo que estaba dejando atrás, aunque solo fuera temporalmente. ¿Cómo estarían las cosas con Jana cuando regresara? Pero también alivio, porque durante esos días, no tendría que enfrentarme a esas preguntas. Podría ser solo yo, lejos de todo.

Cuando aterrizamos, salí del avión con una sonrisa pequeña, lista para ver a mis amigas. A medida que caminaba por el aeropuerto, sentí que parte de la tensión que había acumulado en los últimos meses se iba desvaneciendo. Sabía que este tiempo para mí era lo que necesitaba.

Al salir del control de seguridad, mi mirada la buscó entre la multitud. El aeropuerto estaba lleno de gente, pero yo solo tenía ojos para encontrarla. Y entonces, ahí estaba, de pie cerca de las puertas de salida, con una gran sonrisa que le iluminaba el rostro. Ewa. Mi mejor amiga, la persona con la que había compartido tanto dentro y fuera del campo. Mi corazón dio un vuelco al verla, y una ola de emociones me invadió. No pude evitar sonreír ampliamente.

Con cuidado, pero sin perder el paso, me acerqué lo más rápido que pude hacia ella. Estaba deseando abrazarla. Aunque intenté mantener la calma, mis pasos se volvieron cada vez más rápidos, hasta que al final, cuando llegué a su lado, no lo pensé dos veces y la envolví en un fuerte abrazo.

—¡Ewa! —exclamé, mientras nuestras risas se mezclaban. Sentir sus brazos alrededor de mí fue reconfortante, como si todo el peso que había estado cargando se aliviara un poco.

—¡Gala! —respondió ella, apretándome aún más fuerte. Ewa siempre había sido de esas personas que te abrazaban como si no quisieran soltarte nunca. Y, en ese momento, yo tampoco quería que lo hiciera. Era una sensación de hogar, de refugio. Nos quedamos así por unos segundos, sin decir nada, simplemente disfrutando del reencuentro.

—Te he echado de menos —dije, mi voz algo ahogada por la emoción.

—Yo también, mucho más de lo que crees —respondió, soltándome para mirarme directamente a los ojos—. Vamos, que tienes mucho que contarme.

Ewa me guiñó un ojo, con esa sonrisa pícara que siempre me sacaba una risa, incluso en los momentos más difíciles. A pesar de todo lo que había pasado en las últimas semanas, en ese momento me sentí ligera. Como si, al menos por ahora, las preocupaciones pudieran esperar.

Caminamos juntas hacia el coche, recordando los tiempos en los que compartíamos casa en Wolfsburgo mientras ambas jugábamos en el equipo. Habíamos pasado tantos momentos juntas en ese lugar, risas, charlas nocturnas, y alguna que otra lágrima. Había sido mi hogar durante una etapa muy importante de mi vida, y regresar allí, aunque fuera solo por unos días, me llenaba de nostalgia.

—¿Todo sigue igual en la casa? —pregunté, mientras subíamos al coche.

—Bueno, más o menos —respondió Ewa, arrancando—. Hice algunos cambios, pero te va a encantar. Te tengo preparada tu antigua habitación tal y como la dejaste.

Sonreí al escucharla. Ewa siempre pensaba en todo. Mientras conducía hacia la casa, el paisaje alemán pasaba rápidamente por la ventana, y me sentí en paz, sabiendo que por los próximos días no tendría que preocuparme por nada más que disfrutar de la compañía de mi mejor amiga.

Cuando llegamos a la casa, el familiar aroma de café recién hecho y el crujido del suelo de madera me recibieron con una cálida bienvenida. Me sentí como en casa, aunque todo estaba un poco cambiado desde que me mudé. Ewa y yo nos dirigimos al salón, donde nos hundimos en el sofá, como si el tiempo no hubiera pasado en absoluto.

Después de un rato de charla trivial y risas, Ewa me miró con una expresión más seria. Sabía que había algo en su mente, y no tardó en soltarlo.

—Entonces, cuéntame ¿cómo están las cosas entre tú y Jana? —preguntó, su tono casual pero con un matiz de curiosidad genuina.

Suspiré y me hundí un poco más en el sofá. No era que no quisiera hablar de Jana, es que la situación me tenía en un enredo emocional. Miré a Ewa, buscando las palabras adecuadas para describir cómo me sentía.

—Bueno, las cosas están... bien —empecé, no del todo segura de cómo describir la situación. La verdad es que no estábamos en una relación oficial, pero también era más que una amistad común.

Ewa me observó atentamente, animándome a seguir.

—Hemos estado pasando tiempo juntas, y sí, tenemos una conexión especial. Pero —continué— no hemos avanzado mucho más allá de ser amigas con derechos. Es complicado. Hay momentos en los que siento que podríamos estar en una relación más seria, pero luego hay otros en los que todo parece quedarse en el aire.

Ewa asintió lentamente, comprendiendo la complejidad de la situación. Se acomodó en el sofá, cruzando las piernas mientras me miraba con simpatía.

—Eso suena.ñ complicado —dijo, con una sonrisa comprensiva—. Pero me alegra escuchar que al menos estáis bien. A veces, estar en ese espacio intermedio puede ser tan frustrante como alentador.

—Sí —dije, sonriendo un poco—. Lo es. A veces me pregunto si estamos dando el siguiente paso o simplemente quedándonos en el limbo. Pero supongo que todo es parte del proceso, ¿no?

Ewa me miró con una mirada alentadora, dándome una pequeña palmada en el brazo.

—Sí, exactamente. Y lo importante es que estás siendo honesta contigo misma y con ella. Eso es lo que realmente cuenta. No todas las relaciones tienen que ser definidas desde el principio. A veces, las cosas simplemente evolucionan a su propio ritmo-Añadió sonriente.

Sus palabras me dieron un poco de alivio. Era bueno tener a alguien que entendiera lo que estaba pasando y que me ofreciera un consejo tan equilibrado. Me acomodé en el sofá, sintiéndome un poco más ligera, al menos por el momento.

—Gracias, Ewa —dije, sintiendo un peso menos sobre mis hombros—. Hablaremos más de esto en otro momento, pero por ahora, estoy feliz de estar aquí contigo.

Ewa sonrió ampliamente, y nuestras conversaciones volvieron a ser ligeras y despreocupadas. Era bueno tener a alguien que pudiera hacerme sentir como si el mundo fuera un lugar más simple, aunque solo fuera por unos días.
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No era para tanto, ¿O si?🤭

Vamos a ver qué cositas hace Gala por Alemania




𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora