LXXIV

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Gala se quedó en silencio por un rato, su respiración aún suave contra mi cuello mientras mis manos continuaban acariciando su espalda. Parecía que el ambiente se había calmado, pero entonces la escuché murmurar, su voz algo temblorosa, como si estuviera escogiendo las palabras con cuidado.

—Antes... me dijiste "te quiero" —murmuró Gala, su rostro aún escondido contra mi cuello—. ¿Lo decías de verdad, o solo fue por el momento?

Me quedé quieta por un segundo, sorprendida por su pregunta. Recordaba claramente haberlo dicho, en el calor de la discusión, en medio de la frustración y el miedo de que se fuera. Lo había soltado sin pensarlo mucho, pero sabía que no había sido algo vacío. Fue como una revelación en el momento.

Dejé escapar una pequeña risa, no de burla, sino de alivio. Sabía que Gala estaba intentando protegerse de alguna manera, buscando asegurarse de que no había sido un simple impulso.

—Claro que es verdad —le respondí con una sonrisa mientras mis dedos seguían deslizándose por su espalda—. ¿De verdad piensas que te lo habría dicho si no lo sintiera?

Gala se movió un poco, levantando la cabeza para mirarme a los ojos. Sus cejas estaban ligeramente fruncidas, como si aún no terminara de creérselo del todo, pero había algo en su mirada, una mezcla de vulnerabilidad y esperanza que me tocó profundamente.

—No lo sé —respondió en un susurro—. A veces me cuesta creer que alguien pueda quererme así.

Su honestidad me golpeó, y sentí un nudo en la garganta. Sabía que había pasado por mucho, que todavía llevaba las cicatrices de lo que había vivido. Pero verla dudar de que yo pudiera quererla de verdad me dolía.

Tomé su rostro entre mis manos, acariciando suavemente sus mejillas con los pulgares, buscando sus ojos con los míos.

—Gala, te quiero. No es solo por lo que ha pasado hoy, ni por el momento. Es porque eres tú —le dije, intentando que mis palabras fueran lo más claras posibles—. Porque eres increíble, y no tienes que hacer nada especial para que te quiera.

Gala parpadeó, sus ojos brillando con lo que parecían ser lágrimas contenidas, y sentí cómo su cuerpo se relajaba más contra el mío. No dijo nada más, solo se quedó mirándome por unos segundos, como si intentara asimilar lo que acababa de escuchar. Luego, con un suspiro suave, se acomodó de nuevo en mi pecho, envolviendo sus brazos más firmemente a mi alrededor.

—Yo también te quiero —murmuró contra mi piel, casi como si le costara admitirlo, pero con una sinceridad que me hizo sentir más cerca de ella que nunca.

Le di un beso en la coronilla, y sonreí para mí misma. No necesitaba que dijera más, porque en ese momento, sabía que estábamos en el mismo lugar, compartiendo el mismo sentimiento.

—Entonces estamos bien —susurré—. Lo que sea que pase, lo enfrentamos juntas.

Sentí cómo Gala asentía levemente contra mi pecho, y por primera vez en todo el día, el peso que llevaba en mi pecho comenzó a desvanecerse. No tenía todas las respuestas, pero sabía que la tenía a ella, y eso era todo lo que importaba.

Gala

No me di cuenta de cuándo exactamente me quedé dormida. Estaba acurrucada contra Jana, sus brazos rodeándome con esa seguridad que siempre me hacía sentir a salvo. Su respiración era un suave vaivén en mi oído, y su piel contra la mía me daba una sensación de paz que hacía mucho tiempo no experimentaba. Todo el cansancio, la tensión acumulada por la conversación y los recuerdos, parecían desvanecerse lentamente mientras mi cuerpo se hundía más en el sofá, protegido en su abrazo.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora