XCII

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Me desperté al día siguiente con una sensación de pesadez en el pecho. Los rayos de luz entraban a través de las cortinas, pero no me reconfortaban en absoluto. Mi mente volvía una y otra vez a lo que había sucedido la noche anterior. El coche, el calor de Jana contra mí, sus labios, nuestras respiraciones entrecortadas… Y luego, el silencio incómodo que nos envolvió al salir de aquel pequeño espacio donde todo parecía tan íntimo y confuso.

Sabía que estaba sola. Ewa ya se había ido temprano, yéndose su nuevo piso en Barcelona. No me extrañaba que no se despidiera, después de mi confesión la noche anterior había quedado claro que necesitaba espacio. Era comprensible. Después de todo, lo que había hecho no solo me afectaba a mí, sino también a todos los que estaban cerca, y más aún a Ewa, que me conocía bastante bien.

Me quedé en la cama un rato, mirando el techo, tratando de encontrar algún tipo de paz en el silencio de la habitación, pero no la encontraba. Mi mente no dejaba de repasar cada detalle de lo que había pasado con Jana. Pensé que alejarme de ella era lo correcto, que ambas necesitábamos tiempo para sanar y aprender a querernos mejor, pero ahora, después de lo de anoche, todo era mucho más complicado.

Me levanté finalmente, arrastrando los pies hasta la cocina. Hice café, pero no tenía hambre, ni ganas de hacer nada. Todo parecía tener un peso distinto ahora, como si el mundo se moviera más despacio y yo estuviera atrapada en el pasado, enredada en pensamientos y emociones que no lograba entender del todo.

Justo cuando estaba tomando el primer sorbo de café, el timbre de la puerta sonó.

Sentí cómo mi estómago se contraía al instante. No esperaba a nadie. Mi primer pensamiento fue que quizá Ewa había vuelto, que tal vez se había olvidado de algo, pero esa posibilidad se desvaneció rápidamente. Ewa rara vez olvidaba cosas, y además, no era de las que tocan el timbre, solía entrar directamente.

Dejé la taza en la mesa, mi corazón latiendo un poco más rápido. Caminé hacia la puerta, mi mente ya anticipando lo peor, aunque no sabía exactamente qué esperaba. ¿Sería Jana? ¿Después de lo de anoche? ¿Para qué? Me quedé quieta un segundo frente a la puerta, respirando profundamente antes de abrir.

Giré la manilla y abrí la puerta lentamente.

Y allí estaba.

Jana.

Nuestros ojos se encontraron, y sentí cómo el aire se volvía más denso, más difícil de respirar. Su expresión era difícil de leer. No estaba enfadada, pero tampoco sonreía. Parecía tan confusa como yo, como si tampoco supiera por qué estaba aquí, pero aún así, algo la había traído.

—Hola —dijo en voz baja, como si no quisiera romper el silencio.

—Hola —respondí, mi voz un poco más suave de lo que esperaba.

Nos quedamos mirándonos unos segundos, ese espacio entre nosotras lleno de todo lo que había pasado, de lo no dicho, de lo sentido, de lo reprimido. Jana era la primera en decir algo, pero su mirada ya lo decía todo.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

Asentí en silencio, haciéndome a un lado para dejarla entrar. Mientras lo hacía, noté que mi corazón seguía latiendo con fuerza, cada vez más rápido. ¿Qué iba a pasar ahora?

Jana

Había pasado toda la noche en vela, dándole vueltas a lo que había pasado. No podía seguir así. Todo lo que había sucedido entre Gala y yo en los últimos meses me había destrozado, pero también me había hecho darme cuenta de algo: si seguíamos dejándonos llevar por los celos, las inseguridades y el miedo, nunca íbamos a encontrar la paz que ambas necesitábamos. Y yo no quería perderla.

Decidí que tenía que ser valiente. Por mucho que el orgullo me gritara que lo dejara estar, sabía que si no hacía algo, me arrepentiría el resto de mi vida. Necesitaba hablar con Gala, pedirle perdón por todo el daño que mis dudas y mis inseguridades habían causado. Pero más que eso, necesitaba decirle que quería empezar de nuevo, sin todo ese peso sobre nosotras. Sin miedos ni incertidumbres. Solo nosotras.

Así que, sin pensarlo mucho más, me dirigí a su casa. Mientras caminaba, intentaba encontrar las palabras adecuadas, pero ¿cómo resumir meses de confusión, de sentimientos encontrados, de errores y arrepentimientos en una sola conversación? No tenía ni idea, pero iba a intentarlo.

Cuando llegué, mis nervios estaban a flor de piel. Me detuve frente a su puerta, tomando aire profundamente antes de tocar el timbre. Lo que sea que fuera a pasar hoy, tenía que ser sincera, y eso me aterraba tanto como me daba fuerza.

Esperé unos segundos que parecieron eternos. Finalmente, la puerta se abrió, y allí estaba Gala. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no podía descifrar del todo. Nos miramos en silencio durante un par de segundos, ese tipo de silencio que pesa, que lo dice todo y a la vez nada.

—Hola —dije, con la voz un poco temblorosa, pero decidida.

—Hola —respondió ella, más suave de lo que esperaba.

Podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho, como si fuera a explotar en cualquier momento. La miré a los ojos, y sentí que todo el discurso que había preparado en mi cabeza se desmoronaba. Lo único que quería era pedirle perdón.

—¿Puedo pasar? —pregunté al final, mi voz más baja, casi suplicante.

Asintió y me dejó entrar. La casa estaba tan familiar, y a la vez tan extraña. Cada rincón me recordaba a nosotras, a todo lo que habíamos compartido, a todo lo que habíamos roto.

Nos quedamos de pie en medio del salón, y el peso del silencio volvió a caer sobre nosotras. Tenía que decir algo, no podía quedarme allí quieta. Así que tomé una respiración profunda y decidí que era el momento.

—Gala, yo... —comencé, buscando las palabras adecuadas, pero no fue fácil—. Yo sé que todo esto ha sido un desastre, y sé que gran parte de eso es culpa mía. Mis inseguridades, mis celos, todo... Te hice daño, y lo lamento más de lo que puedo poner en palabras.

Ella me miraba con una mezcla de sorpresa y cautela, como si no supiera qué esperar de lo que venía.

—No es justo lo que te hice pasar —continué—. Sé que te alejé, sé que te hice sentir como si no confiara en ti. Y eso... eso nunca fue mi intención. Yo confío en ti, Gala, pero me dejé llevar por mis miedos y todo lo que venía con ellos.

Me detuve un momento, tratando de calmar el nudo en mi garganta.

—Quiero empezar de nuevo —dije finalmente, con una voz que casi parecía romperse—. Quiero que lo intentemos, pero de verdad esta vez. Sin miedos, sin incertidumbres. Solo nosotras, aprendiendo a querernos de nuevo, pero bien. Te echo tanto de menos, Gala, y sé que lo que teníamos valía la pena, pero lo arruiné.

Mi corazón estaba en sus manos ahora. Había dicho todo lo que sentía, todo lo que había estado guardando. La miré, esperando, sin saber qué haría o qué diría. Pero lo único que me importaba en ese momento era que había sido honesta, que le había mostrado todo de mí, sin máscaras.

—Lo siento —añadí, con la voz más baja, mientras las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos—. Lo siento de verdad.

Había puesto todo sobre la mesa, y ahora solo quedaba esperar.
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Esta historia llegará a los 95 capítulos😬

Pero cuando acabe se viene otra vez petada (lo odio) para la nueva historia😝

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora