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Jana

Estaba en mi habitación, sentada en el borde de la cama, mirando la pantalla del móvil sin prestarle demasiada atención. El sol ya se había puesto y la casa estaba en completo silencio, solo yo con mis pensamientos. Habían pasado algunas horas desde que vi la historia de Ewa y, aunque intenté distraerme, la imagen de Gala riendo con sus amigas en Alemania seguía dando vueltas en mi cabeza. Sabía que no debería sentirme insegura, pero algo dentro de mí no podía evitarlo.

De repente, el teléfono comenzó a vibrar en mi mano. Miré la pantalla, y mi corazón se aceleró al ver el nombre de Gala brillando en la pantalla. Sentí un nudo en el estómago.

Respiré hondo antes de deslizar el dedo para contestar, tratando de calmar el nerviosismo que comenzaba a apoderarse de mí.

—Hola —dije, mi voz sonó un poco más temblorosa de lo que esperaba.

—Hola, Jana —respondió Gala, su tono cálido y familiar—. ¿Cómo estás?

Había algo en su voz que siempre me tranquilizaba, pero en ese momento, no podía evitar que mi mente se llenara de preguntas. ¿Por qué me estaba llamando ahora? ¿Quería aclarar algo?. Mi mente iba demasiado rápido, y sentía que mis palabras no querían salir con naturalidad.

—Estoy… bien —dije, aunque no sabía si era del todo cierto—. ¿Y tú? ¿Qué tal por Alemania?

Hubo una pequeña pausa al otro lado de la línea, y pude notar cómo Gala se dio cuenta de mi nerviosismo, de lo insegura que estaba.

—Oye, Jana —dijo de repente, su tono cambiando a uno más suave—, que no esté allí este finde no significa que te vaya a dejar de hablar. No quiero que pienses eso.

Me quedé en silencio por un momento, sin saber exactamente qué decir. ¿Me había notado insegura? Quizás, pero su tono era tan sincero que me sentí un poco tonta por haberme preocupado tanto. Gala siempre había sido clara conmigo, y sabía que no tendría motivos para desconfiar.

—No es eso... —empecé a decir, pero me detuve. No quería parecer vulnerable, aunque en el fondo lo estaba.

—Sé que estabas pensando algo —añadió ella con una risa suave, como si pudiera leer mis pensamientos a la perfección—. Jana, en cuanto vuelva quiero quedar contigo. Lo he estado pensando mucho y... te echo de menos.

Sus palabras me dejaron desarmada. La echaba de menos también, mucho más de lo que había admitido hasta ahora. Sentí cómo una cálida sensación recorría mi pecho, disipando poco a poco los miedos y las inseguridades que me habían acompañado durante todo el día.

—Yo también te echo de menos —confesé, sintiéndome algo más relajada—. Me gustaría verte cuando vuelvas.

—Entonces es un plan —respondió Gala, su tono más animado ahora—. Cuando vuelva, tú y yo, quedamos para lo que quieras. ¿Te parece?

Una sonrisa se formó en mi rostro, y aunque todavía sentía un leve cosquilleo de nerviosismo en el estómago, las palabras de Gala me habían dado la tranquilidad que necesitaba. Era como si, a través de esa llamada, me hubiera recordado lo mucho que significábamos la una para la otra, sin necesidad de explicaciones complicadas.

—Me parece perfecto —le respondí, y en ese momento, me di cuenta de que no importaba lo que pasara o cuántas dudas pudiera tener. Estábamos bien. Gala y yo estábamos bien, y ese era el único pensamiento que necesitaba mantener en mente.

Nos despedimos con promesas de vernos pronto, y cuando colgué, una sensación de alivio recorrió mi cuerpo. Había sido una llamada inesperada, pero ahora, todo parecía un poco más claro. Gala no estaba tan lejos, no realmente, y cuando volviera, estaríamos juntas.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora