LXXXVIII

443 55 7
                                    

Mis manos temblaban mientras mis dedos se cerraban con fuerza alrededor del volante. Todo dentro de mí gritaba que debía dejarla fuera, que no podía seguir dejándola entrar, no después de todo lo que había pasado. Pero mi corazón, como siempre, ignoró la razón.

Con un suspiro tembloroso, sin siquiera mirarla, abrí la puerta del coche. Mi cuerpo parecía actuar por sí solo, traicionándome. Jana entró sin decir una palabra y cerró la puerta suavemente detrás de ella. El silencio era insoportable, pesado, como si todo lo que habíamos vivido hasta ese momento estuviera apretujado entre nosotras, queriendo explotar.

Por un momento, solo se quedó ahí, mirándome, y yo sentía su mirada arder en mi perfil, pero me negaba a devolverle la mirada. Me aferré aún más al volante, como si eso fuera suficiente para evitar que las emociones me desbordaran. El ambiente estaba tan cargado que era casi difícil respirar.

Finalmente, fue Jana quien rompió el silencio.

—¿De verdad ibas a conducir así? —me preguntó con una mezcla de preocupación y ternura que no esperaba escuchar. Su voz era baja, vulnerable.

Mi risa escapó antes de que pudiera contenerla. Pero no era una risa alegre. Era amarga, rota, como si cada parte de mí estuviera desgarrándose por dentro. Giré mi cabeza hacia ella, finalmente, pero no pude evitar el sarcasmo en mi respuesta.

—¿Y ahora te importa? —pregunté, mi voz afilada, cortante—. Después de haber besado a otra delante de mí, ¿te importa si conduzco o no?

Vi cómo el rostro de Jana se transformaba, como si mis palabras la hubieran golpeado con fuerza. Sus ojos, esos que solían mirarme con tanto amor, ahora estaban llenos de dolor, del mismo dolor que yo había sentido al verla con esa chica. Me dolía tanto verla así, pero no podía contenerme. Todo lo que había estado acumulando durante meses estaba saliendo sin filtro.

—Claro que me importa, Gala —dijo, su voz firme pero con una grieta que la hacía sonar frágil—. Me importas más que nadie. ¿De verdad piensas que me da igual lo que te pase?

Mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez, pero no dije nada. Me dolía escucharla decir eso, porque, aunque mis sentimientos por ella seguían ahí, latentes, las dudas y el dolor habían crecido tanto que casi no podía escuchar nada más.

Jana respiró hondo, como si se estuviera preparando para lo que venía, como si las palabras que iba a decirle costaran todo el aire que tenía en los pulmones. Se giró hacia mí completamente y me miró con una intensidad que hacía difícil sostenerle la mirada.

—Por favor, déjame explicarte lo del beso —dijo, su voz ahora más baja, más suplicante.

Yo solté otro suspiro, tratando de contener el torrente de emociones que seguía presionando contra mi pecho. Parte de mí no quería escuchar nada. Sentía que ya lo había visto todo con mis propios ojos. Pero otra parte, más pequeña, más herida, aún quería entender. Aún quería saber por qué lo había hecho, por qué había dejado que algo tan insignificante se convirtiera en un golpe tan duro.

—¿Explicarme? —pregunté con incredulidad, sin poder contener la dureza en mi voz—. ¿Qué hay que explicar, Jana? Estabas con otra, y me viste. Sabías que estaba ahí y aun así lo hiciste.

Jana negó con la cabeza rápidamente, sus ojos ahora brillando con las lágrimas que intentaba contener. Parecía tan arrepentida, pero yo no sabía si eso bastaba para reparar lo que se había roto entre nosotras.

—No ha sido así, Gala —dijo, casi con desesperación—. Estábamos hablando, solo eso. Yo… no quería que eso pasara. Fue ella quien me besó, y te juro que no lo busqué.

Mi mente se resistía a creerlo. La imagen de ese beso seguía tatuada en mi memoria, pero verla allí, tan vulnerable y tan llena de culpa, me hizo dudar por primera vez en toda la noche. Quizás no todo era tan blanco y negro como había creído. Quizás aún había algo que salvar entre nosotras.

—No lo busqué, Gala —repitió, con una voz rota que caló hondo en mi pecho—. No quería que me besara y lo primero que pensé fue en ti. Te busqué con la mirada porque sabía que, si lo veías, te iba a hacer daño. Pero no me dio tiempo a reaccionar.

Nos miramos por un largo momento, en ese espacio estrecho dentro del coche. Yo quería encontrar alguna mentira en sus palabras, alguna señal de que todo era una excusa. Pero lo único que encontré fue verdad, dolor y arrepentimiento. Y me odiaba por no poder odiarla. Me odiaba por sentir aún algo por ella, algo que se negaba a morir, a pesar de todo.

Las palabras empezaron a salir de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Estaba rota, más de lo que jamás había querido admitir. Todo el dolor, la frustración y la tristeza que había intentado enterrar durante las últimas semanas estaban aflorando, y ya no podía controlarlo. Las lágrimas comenzaron a correr, primero silenciosas, luego en torrentes que parecían incontrolables.

—Pensé que separarnos sería lo correcto —dije, con la voz temblorosa, las palabras apenas escapando entre los sollozos—. Pensé que darnos espacio sería lo mejor para las dos, que necesitábamos aprender a estar bien por separado. Pero... no ha habido un solo día en el que no piense en ti, joder.

Jana se quedó en silencio, mirándome como si no supiera cómo reaccionar. Podía ver en sus ojos que mis palabras la estaban golpeando. Quizás no esperaba esto, no de mí, no después de lo que había pasado.

—¿Y ahora qué? —seguí hablando, mi voz quebrándose aún más—. Te veo con otra chica y... me ha matado, Jana. Me ha destrozado. No sé cómo explicarlo, pero me ha dolido más de lo que imaginaba posible.

Cada palabra que decía hacía que el nudo en mi pecho se apretara más. Me llevé las manos a la cara, tratando de detener el llanto, pero fue inútil. Todo lo que había contenido durante semanas estaba saliendo, desbordándose, y ya no podía parar.

—Te echo de menos, Jana —dije, con la voz más rota que nunca—. Te echo tanto de menos que me duele cada día. Pensé que podría soportarlo, que separarnos nos haría bien, pero... no ha sido así.

Jana me miraba, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa, tristeza y algo más que no pude descifrar. Estaba escuchando cada palabra, y eso, de alguna manera, me hacía sentir aún más vulnerable. No quería abrirme así, no quería dejarla ver cuánto me había afectado todo, pero era imposible seguir fingiendo que estaba bien cuando no lo estaba.

—No sé qué hacer —confesé, las lágrimas cayendo sin control—. Verte ahí, besándote con otra, me ha hecho darme cuenta de que no puedo soportar la idea de perderte para siempre.

El silencio entre nosotras era ensordecedor. Jana no dijo nada de inmediato, pero la expresión en su rostro me decía que entendía. Tal vez no sabía cómo responder a todo lo que le acababa de soltar, pero al menos, sabía que mis sentimientos eran reales. Que no estaba exagerando, que cada palabra venía de un lugar de dolor profundo.

Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano, aunque mis ojos seguían enrojecidos y mi cuerpo temblando. Quería ser fuerte, pero frente a ella, me era imposible. Siempre había sido así. Jana podía derribar mis muros con una simple mirada, y en ese momento, me sentía completamente expuesta.

—Dije que era lo mejor para las dos —repetí, casi como si me lo estuviera recordando a mí misma—. Pero ahora no estoy segura de nada.
____

Mis niñas😭

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora