LVIII

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Me quedé junto a algunas de las chicas cerca de la barra, fingiendo interés en la conversación que estaban teniendo. Mis oídos escuchaban sus palabras, pero mi mente estaba en otra parte. Mis ojos, completamente enfocados en Gala, no la perdían de vista mientras ella se adentraba en la pista de baile.

La música retumbaba en el fondo, pero todo lo que realmente podía oír era el latido de mi corazón, acelerándose con cada paso que ella daba hacia el centro de la pista. Al principio, solo la observaba bailar, sus movimientos gráciles pero al mismo tiempo cargados de una energía provocativa. Era como si todo el espacio a su alrededor se difuminara, como si la pista de baile fuese solo de ella.

No apartaba la mirada de mí ni un segundo. Y aunque estaba rodeada de algunas compañeras, era como si el resto del mundo no existiera para nosotras dos. Cada uno de sus movimientos parecía diseñado específicamente para provocar una reacción en mí. Sus caderas se movían al ritmo de la música, pero su mirada... Esa mirada me atravesaba de una forma tan directa que me hacía sentir como si fuese la única persona en la sala.

Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y yo lo sabía también. Todo era parte del juego. Un juego que Gala estaba disfrutando de más, sabiendo que con cada paso, con cada mirada, me tenía más y más cerca de rendirme. Pero aunque mi cuerpo me pedía a gritos que me acercara a ella, que la besara allí mismo, me negaba a ceder tan fácilmente.

No podía apartar los ojos de ella, pero en mi cabeza, luchaba contra el deseo de acercarme y tirarme a sus brazos. No iba a perder tan rápido. Aunque ella se moviera con esa gracia provocativa, y aunque la forma en que me miraba hiciera que mis piernas temblaran ligeramente, decidí que no sería yo quien cediera primero.

Mientras la veía bailar, mordí mi labio, conteniéndome. Sabía que Gala esperaba que yo me acercara. Que al final, fuera yo quien rompiera la distancia entre nosotras. Pero no. Esta vez no iba a ser tan fácil. Estaba dispuesta a esperar, a disfrutar del juego tanto como ella. Aunque, por dentro, cada segundo que pasaba sin tenerla entre mis brazos se hacía más difícil de soportar.

Pero el deseo de besarla, de tocarla, de sentir su piel contra la mía, no iba a ganarme tan rápido. Observé cómo Gala continuaba bailando, cada movimiento suyo más seductor que el anterior. Y aunque por dentro estaba luchando con todas mis fuerzas por mantener el control, en ese momento pensé: No, no voy a perder tan fácilmente.

Seguía plantada cerca de la barra, mis manos jugueteando con el vaso de fanta que había pedido para intentar distraerme, mientras mis ojos no se despegaban de Gala. Seguía bailando, y yo seguía fingiendo que no me afectaba, que estaba perfectamente bien sin acercarme a ella. Pero entonces lo vi.

Un chico.

No sé de dónde salió, pero de repente estaba allí, demasiado cerca de Gala para mi gusto. Al principio, pensé que solo pasaba por la pista, como cualquier otra persona. Pero no, se quedó, y lo que hizo después me congeló en el sitio. Se inclinó hacia ella, y le susurró algo al oído, inclinándose de manera que su boca casi rozaba la piel de Gala.

El vaso casi se me resbaló de las manos.

Mi cuerpo se tensó por completo. Mis dedos apretaron el cristal del vaso con tanta fuerza que pensé que podría romperlo. Demasiado cerca. Mi mente repetía esas palabras una y otra vez. A Gala no parecía incomodarle demasiado, y seguía bailando como si nada. Eso, por alguna razón, me hizo sentir una especie de furia tranquila, ese tipo de celos que no explotan en gritos, sino que se sienten como un incendio lento en el pecho.

No me malinterpretes, confíñiaba en Gala. Pero ver a ese chico, tan cerca, lo suficientemente cerca como para que su respiración rozara su oído… me quemaba por dentro. Lo peor era que Gala no dejaba de mirarme mientras él le hablaba. Su sonrisa ligera, sus ojos fijos en los míos, como si supiera exactamente lo que estaba provocando.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora