XXXVII

659 76 28
                                    

El vestuario seguía en silencio, la única fuente de sonido era el suave murmullo de nuestras respiraciones y el lejano eco de voces en los pasillos. Habíamos estado hablando, pero nuestras palabras ya no importaban tanto como lo que estaba pasando entre nosotras, lo que habíamos estado evitando durante semanas. Jana estaba a punto de marcharse, sus manos moviéndose nerviosas mientras recogía su mochila, pero algo en mi interior no me dejaba dejarla ir así.

Mi corazón latía con fuerza, más rápido de lo que podía controlar, y la tensión en el aire se hacía casi insoportable. No podía permitir que se fuera sin aclarar lo que sentía, sin dejar claro lo que todo esto significaba para mí.

Antes de que pudiera detenerme, me moví. La tomé por el brazo con suavidad, deteniéndola antes de que diera un paso hacia la puerta. Jana se giró lentamente, su mirada llena de preguntas, sus labios ligeramente entreabiertos.

—¿Qué pasa, Gala? —preguntó en voz baja, su tono lleno de incertidumbre.

Mi cabeza estaba llena de mil respuestas, pero ninguna me parecía suficiente. Todo lo que sentía, todo lo que había estado conteniendo desde hacía semanas, necesitaba salir de alguna manera. Sin pensarlo dos veces, di un paso hacia ella y la besé. Fue un beso rápido, impulsivo, cargado de una mezcla de confusión y deseo reprimido. Sentí que el tiempo se detenía, como si todo a nuestro alrededor desapareciera y solo existiéramos nosotras dos, en ese pequeño espacio del vestuario.

Jana se quedó inmóvil al principio, sorprendida, pero después de unos segundos comenzó a corresponder, y sentí cómo su cuerpo se relajaba bajo mis manos. Nuestras respiraciones se entremezclaron, y en ese instante todo lo que había sentido por ella, todo lo que había estado reprimiendo, salió a la superficie.

Cuando me aparté, nuestras frentes seguían pegadas, ambas jadeando ligeramente. Mi corazón no dejaba de golpear con fuerza en mi pecho, pero no era solo por los nervios; era porque en ese momento todo cobraba sentido.

—A la mierda con ir poco a poco —murmuré, sin poder evitar una sonrisa nerviosa.

Jana no tuvo tiempo de reaccionar antes de que la besara de nuevo, esta vez con más fuerza, más determinación. Mis manos se deslizaron por su cuello, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos mientras ella tiraba de mi camiseta, acercándonos más de lo que ya estábamos. Este segundo beso fue mucho más profundo, más intenso, como si estuviéramos desahogando semanas de tensión acumulada. No había espacio para dudas, para miedos, solo el calor de sus labios contra los míos y la sensación de que finalmente estábamos cruzando esa línea que ambas sabíamos que existía.

Jana respondió con la misma urgencia, sus manos se aferraron a mi cintura, y el latido de su corazón se sincronizó con el mío. Era como si todo lo que había estado sintiendo, toda esa confusión y esos momentos en los que me preguntaba si estaba interpretando mal las señales, se desvanecieran de golpe. Este beso no dejaba lugar a dudas: lo que sentía por ella era real.

Cuando finalmente nos separamos, ambas estábamos jadeando, tratando de recuperar el aliento. Nuestras frentes seguían unidas, y pude sentir cómo su respiración rozaba mi piel. Durante unos segundos, no dijimos nada, solo nos miramos, intentando asimilar lo que acababa de pasar. La mirada de Jana estaba llena de sorpresa, pero también de algo más, algo que me hizo sentir una oleada de alivio y felicidad.

—¿Qué significa esto, Gala? —preguntó en voz baja, aunque esta vez su tono no era de duda, sino más bien de curiosidad.

La pregunta me hizo sonreír. Sabía lo que significaba para mí, pero todavía era difícil ponerlo en palabras. Lo que acababa de pasar entre nosotras era tan grande que me costaba procesarlo. Sabía que lo sentía desde hace tiempo, pero ahora, al haber cruzado esa barrera, todo se hacía mucho más real.

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora