LXXX

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Cuando la llamada terminó, me quedé sosteniendo el teléfono en mi mano, mirándolo como si, de alguna manera, pudiera rebobinar lo que acababa de suceder. Había sido estúpida, lo sabía. La habitación estaba en completo silencio, pero dentro de mí había un ruido ensordecedor de pensamientos que no me dejaban en paz. Gala estaba tan emocionada, llena de ilusión por pasar tiempo conmigo, por cancelar todo lo demás solo para estar juntas… y yo había sido fría. Borde, incluso.

Sentí cómo una presión comenzaba a crecer en mi pecho. No era rabia, no era tristeza. Era algo más profundo, más angustiante. Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, y antes de darme cuenta, ya estaba parpadeando rápidamente para contenerlas. No quería llorar, pero el peso de lo que acababa de pasar me estaba ahogando. La voz de Gala, esa dulzura nerviosa que siempre me hacía sentir tan querida, se había ido apagando, rompiéndose a medida que yo me mantenía distante.

Sabía que le había hecho daño, podía sentirlo. Mi dolor y mis inseguridades estaban interfiriendo en nuestra relación, y Gala lo estaba pagando. Ella no merecía eso. No merecía sentir que hacía algo mal, cuando en realidad lo único que había hecho era intentar organizar algo para nosotras. El hecho de que iba a pasar una semana con Ewa se me había clavado tan hondo que no pude ver el esfuerzo que estaba haciendo por mí.

Me senté en la cama, abrazando una almohada como si pudiera protegerme de mí misma. Lo peor era que lo sabía. Sabía que mi comportamiento estaba alejando a Gala, y eso me aterrorizaba. Cada vez que su voz se rompía en la llamada, cada vez que preguntaba si estaba todo bien, podía oír cómo su confianza en mí tambaleaba. Y era por mi culpa.

Las lágrimas ya no se pudieron contener más y cayeron en silencio, rodando por mis mejillas. Me sentía tan vulnerable, tan expuesta. ¿Por qué no había podido simplemente ser honesta? Decirle cómo me sentía, decirle que la idea de que estuviera con Ewa me llenaba de celos, pero que eso no cambiaba el hecho de que la quería. En cambio, me había escondido detrás de una fachada fría y distante, protegiendo mi orgullo mientras destruía lo que más me importaba.

Las inseguridades que habían comenzado como pequeños susurros ahora eran gritos dentro de mi cabeza. ¿Y si Gala empezaba a cansarse de mí? ¿Y si se daba cuenta de que no podía soportar mis inseguridades? Ella era fuerte, independiente, y no necesitaba estar soportando mis miedos irracionales. Pero lo estaba haciendo. Y cada vez que su voz se quebraba un poco más, me daba cuenta de lo mucho que le estaba costando.

Me odiaba por eso. Por hacerle daño, por no ser capaz de controlar estos sentimientos que me estaban consumiendo. Sabía que Gala me quería, que estaba ilusionada por pasar tiempo conmigo, y aun así, había dejado que los celos y las inseguridades controlaran la situación.

Apoyé la cabeza en la almohada y solté un suspiro tembloroso. Tenía que arreglar esto. No podía dejar que mis miedos destruyeran lo que tenía con Gala. Pero ahora mismo, todo lo que sentía era una culpa aplastante, sabiendo que ya había causado daño. Su voz rota en la llamada no dejaba de repetirse en mi mente, y con cada repetición, el nudo en mi garganta se hacía más grande.

Ella no merecía esto. Merecía más, mucho más.

Y ahora tenía que encontrar la manera de reparar lo que había hecho.

Gala

Cuando colgué la llamada, sentí una mezcla de frustración y dolor que me invadió por completo. Sin pensarlo dos veces, tiré el móvil contra el colchón de la cama, deseando que fuera tan fácil deshacerme de los sentimientos que me quemaban por dentro. Sabía que algo le pasaba a Jana, pero por más que intentaba acercarme, no lograba que se abriera conmigo. No podía entender por qué se estaba alejando, por qué cada vez era más distante.

Me había hecho tanta ilusión la idea de pasar una semana con ella. Había cancelado todo, mis planes, cualquier otra cosa, porque lo único que quería era estar con mi novia. Pero después de escuchar su tono frío, esa manera seca de responderme, como si lo que yo proponía no importara, todo se derrumbó. Ahora ya no me parecía tan buena idea. No después de haber sentido que cada día la distancia entre nosotras crecía más, que aunque hablara con ella, estaba hablando con una versión de Jana que no reconocía.

Sin darme cuenta, las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. No quería llorar, no quería sentirme así, pero lo cierto es que no podía evitarlo. Había algo terriblemente angustiante en la manera en que las cosas estaban cambiando entre nosotras. Jana, que siempre había sido mi refugio, ahora se sentía lejana, como si un muro invisible nos separara.

Mientras intentaba contener mis sollozos, oí la puerta de la habitación abrirse. Ewa entró, probablemente para pedirme algo o preguntarme si quería salir con las chicas, pero se detuvo en seco al verme. Me miró con preocupación, sus ojos registrando mi cara empapada en lágrimas. No necesitaba decir nada. Sabía que algo iba mal.

Sin decir una palabra, Ewa se acercó a la cama y se sentó junto a mí. Su presencia me dio algo de calma, pero al mismo tiempo, hizo que todo lo que estaba intentando contener se desbordara. No podía más.

—¿Qué pasa, Gala? —preguntó suavemente, poniéndome una mano en la espalda, acariciándome con esa dulzura que siempre había sido tan natural en ella.

Intenté hablar, pero mi voz se quebró al intentarlo. Todo lo que sentía, toda la frustración, el miedo, la tristeza, me invadía de golpe. Sentía que estaba perdiendo a Jana, y no sabía por qué ni cómo detenerlo.

—No sé qué le pasa —conseguí decir entre sollozos, mi voz apenas un susurro—. Siento que se está alejando de mí, y no entiendo por qué. Intento hablar con ella, intento estar bien, pero... —me detuve un momento, respirando entrecortadamente—. Pero cada día la siento más lejos. Como si yo... como si ya no importara lo que haga.

Ewa se inclinó hacia mí, rodeándome con sus brazos. Me aferré a ella sin pensarlo, hundiendo la cara en su hombro. No quería llorar más, pero no podía parar. Todo lo que llevaba acumulando durante días, semanas, se desbordó.

—Lo siento, Gala —dijo Ewa, su voz baja y reconfortante. No dijo mucho más, pero no hacía falta. Simplemente se quedó ahí, abrazándome, mientras yo me desmoronaba en su hombro.

Era tan frustrante no saber qué hacer, no saber cómo arreglar las cosas. Yo quería a Jana, más de lo que podría poner en palabras. Pero había algo que estaba cambiando, algo que la estaba apartando de mí, y me asustaba pensar que no lo pudiera detener. Sentía que la estaba perdiendo y no sabía cómo evitarlo.

—Siento que todo se está desmoronando —dije, aún abrazada a Ewa—. No sé qué he hecho mal. No sé por qué está tan distante conmigo.

Ewa me apretó un poco más fuerte, dándome un consuelo silencioso. Me dejé abrazar, necesitando ese momento de conexión, ese apoyo que me estaba brindando sin juicios ni preguntas complicadas. Sabía que Ewa siempre había estado ahí para mí, y aunque lo último que quería era cargar a alguien con mis problemas, en ese instante, me sentía agradecida de no estar completamente sola.

Las lágrimas seguían cayendo, pero poco a poco, el sollozo fue calmándose. El dolor seguía allí, pero al menos por un momento, pude compartirlo con alguien más. No sabía qué iba a pasar con Jana, ni cómo arreglar las cosas entre nosotras, pero en ese instante, todo lo que podía hacer era intentar calmar mi corazón roto y respirar.
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Aquí no acaba de vienen cositas😔

Esta historia va a ser la más larga porque falta mucho eh

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora