LXXVIII

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Estaba en el catamarán, el sol golpeando suavemente mi piel, la brisa del mar enredándose en mi pelo. Mis amigas reían, brindaban y se lanzaban al agua, pero yo, por más que intentaba meterme en el ambiente, no podía dejar de sentirme desconectada. Algo me pesaba en el pecho. Debería estar disfrutando de todo esto: el mar, la libertad, la compañía de mis amigas. Sin embargo, mi mente estaba atrapada en otro lugar, en otra persona. En Jana.

Me sentía tonta. ¿Por qué no podía simplemente disfrutar del momento? Esto era lo que había esperado durante meses, nuestro viaje anual a Ibiza, el escape perfecto de la rutina. Pero en vez de relajarme y perderme en las risas, no podía dejar de pensar en lo distante que me sentía de Jana últimamente.

Cada vez que sacaba mi teléfono, el primer reflejo era revisar si tenía algún mensaje suyo. Pero no había nada. Ni un “¿cómo estás?”, ni un “¿qué tal tu día?”, nada. Y era raro, porque desde que empezamos a salir, siempre había sido así: nos mandábamos mensajes cada día, aunque fuera solo para decirnos lo mucho que nos echábamos de menos.

Pero ahora, si yo no tomaba la iniciativa, si no le preguntaba primero cómo estaba, su teléfono parecía estar apagado para mí. Esa falta de reciprocidad me dolía más de lo que quería admitir. ¿Qué estaba pasando? ¿Había hecho algo mal? ¿Había algo que no veía?

Intenté concentrarme en el paisaje, en el suave vaivén del mar, pero no podía. Mi mente volvía una y otra vez a Jana. Era imposible no darle vueltas al hecho de que, desde que comenzó mi viaje, la comunicación había cambiado. No es que no habláramos, claro que lo hacíamos, pero se sentía forzado. No fluía como antes, y era yo la que siempre tenía que dar el primer paso. Si no lo hacía, simplemente no hablábamos.

-¿Estás bien?- La voz de Ewa me sacó de mis pensamientos. Ella se había dado cuenta, como siempre, de que algo no estaba bien.

-Sí… bueno, no lo sé-suspiré, apoyándome en la barandilla del catamarán.-Debería estar disfrutando, ¿no? Pero no puedo parar de pensar en Jana.

Ewa frunció el ceño, su mirada llena de comprensión.

-¿Te ha dicho algo? ¿Ha pasado algo entre vosotras?-Preguntó preocupada.

-No exactamente… es solo que, si yo no le escribo, no me manda ningún mensaje. Y eso es raro. Antes siempre hablábamos, aunque fuera solo para contarnos tonterías. Ahora, siento que algo está mal, pero no sé qué. Y me pregunto si he hecho algo, si está enfadada conmigo o si pasa algo que no me quiere decir-Ewa asintió, escuchándome con atención mientras el sonido del mar nos envolvía.

-¿Le has preguntado directamente?-Negué con la cabeza.

-No quiero parecer paranoica… y además, estoy aquí, debería estar disfrutando de esto. No puedo estar todo el rato preocupada por si me escribe o no. Pero al mismo tiempo… me preocupa. No puedo evitar pensar que si no me manda mensajes, tal vez hay algo que no me está diciendo. Y esa sensación me tiene con un nudo en el estómago-Ewa me miró con esos ojos serios que siempre usa cuando está a punto de darme un consejo que sabe que no quiero escuchar.

-Gala, si te preocupa tanto, deberías hablar con ella. Es mejor aclararlo que seguir torturándote-Sabía que tenía razón, pero el miedo me paralizaba. ¿Y si había algo que no quería oír? ¿Y si las cosas habían cambiado entre nosotras y yo no lo había notado hasta ahora?

Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos, pero era inútil. No podía disfrutar plenamente con mis amigas sabiendo que algo andaba mal entre Jana y yo. Cada vez que veía mi teléfono sin ninguna notificación suya, me sentía más alejada de ella, como si cada kilómetro entre nosotras no fuera solo físico, sino también emocional.

Ewa me puso una mano en el hombro, dándome un pequeño apretón.

-No te hagas tantas películas, Gala. Jana te quiere, eso lo sabes. Pero si necesitas saber qué está pasando, pregúntaselo. A veces, estar lejos nos hace dudar más de la cuenta-Dijo acercándose para abrazarme, abrazó el cual correspondí.

Sí, me quiere, pensé. Pero… entonces, ¿por qué sentía que estábamos cada vez más lejos?

Jana

Estaba tirada en la cama, con el teléfono en la mano, pasando el tiempo mientras el resto de mi familia se preparaba para salir. Habíamos planeado un día largo de excursión, pero mi cabeza estaba en otro sitio. Abrí Twitter casi por inercia, esperando ver memes o noticias sin importancia. Sin embargo, algo llamó mi atención de inmediato.

El nombre de Gala aparecía en tendencias. ¿Por qué? Mi primer pensamiento fue que quizá había alguna noticia del equipo, algo relacionado con fútbol. Pero cuando me metí, lo que vi me dejó helada.

Fotos de Gala y Pajor. Estaban en un catamarán, rodeadas de agua cristalina y bajo el sol, pero lo que más me golpeó fue lo cerca que estaban. En la primera imagen, estaban sentadas juntas, riendo. En la siguiente, había algo diferente. Estaban demasiado cerca. Pajor tenía la mano en la espalda de Gala, casi como si la estuviera acariciando. Y en otra foto, Gala estaba inclinada hacia ella, como si estuvieran susurrándose algo al oído.

Demasiado cerca para mi gusto. Sentí una punzada en el estómago, una mezcla de celos y rabia.

No podía creerlo. La gente no tardó en hacer lo suyo: los comentarios especulaban sobre su relación, insinuando que entre Gala y Pajor había algo más que amistad. “Las dos siempre juntas, seguro que son pareja.” “Se les nota, no hay que ser ciego.” Eran frases que se repetían una y otra vez en los tweets que seguían apareciendo bajo las fotos.

Respiré hondo, pero no sirvió de mucho. Esto es lo último que necesito ahora. Después de todas las dudas que ya tenía en mi cabeza, ver esas imágenes solo multiplicaba mis inseguridades. No puede ser real, pensé, pero la semilla del miedo ya estaba plantada.

No era la primera vez que veía comentarios sobre Gala y Pajor, pero siempre los había dejado pasar, sin darles importancia. Confiaba en Gala, sabía que las cosas entre nosotras estaban bien… o eso había pensado hasta ahora. Pero esos días, con cada vez menos mensajes entre nosotras, con esa distancia que no paraba de crecer, no podía evitar que mis pensamientos se nublaran. ¿Y si había algo más entre ellas?

¿Y si no eran solo amigas?

Me sentía ridícula por siquiera pensar eso. Gala me había dado su amor y su confianza desde el principio, pero había algo en esas fotos que me hacía dudar. Me conocía bien, sabía que esto solo estaba alimentando esos pequeños celos que, hasta ese momento, había mantenido bajo control. Pero verlas así... tan juntas, tan cómodas...

Cerré los ojos e intenté calmarme, pero las imágenes seguían ahí, grabadas en mi cabeza. ¿Por qué no me lo había contado? ¿Por qué no me había dicho que iba a pasar el día con Pajor en un catamarán? Si todo era tan inocente, ¿por qué lo había mantenido en silencio?

Abrí la conversación con Gala, mirando los últimos mensajes. Era una lista corta.  ¿Estaba yo exagerando todo esto? Sentía como si estuviera perdiendo algo, como si nuestra conexión se estuviera desvaneciendo poco a poco, y estas fotos no ayudaban en absoluto.

No quiero dudar de ella, pensé, pero no podía evitarlo.

El hecho de que la gente comentara y especulara sobre su relación con Pajor hacía que todo pareciera más real, aunque sabía que la mayoría de esas personas no sabían nada. Aun así, no podía dejar de sentir que algo se escapaba de mis manos. Mi mayor miedo siempre había sido no ser suficiente, y esas imágenes, esas dudas que ahora me asaltaban, tocaban justo en esa herida.

¿Y si Gala no sentía lo mismo que antes?

Estaba perdida en mis pensamientos, mirando el teléfono sin saber qué hacer. Sabía que tenía que hablar con ella, pero al mismo tiempo, el miedo de parecer insegura o paranoica me frenaba. ¿Qué tal si esto solo empeoraba las cosas? ¿Qué tal si mi inseguridad la alejaba más? No podía arruinarlo todo por unas fotos, pero el malestar que sentía en ese momento me carcomía por dentro.

No puedo ignorarlo, pensé. Tengo que hablar con ella. Pero antes de hacerlo, necesitaba aclarar mis propios sentimientos, encontrar una forma de no dejar que los celos me controlaran. Porque, en el fondo, lo que más temía era perderla.
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Los celos en distancias son malos, muy malos

𝐒𝐄𝐂𝐎𝐍𝐃 𝐂𝐇𝐀𝐍𝐂𝐄-𝐉𝐚𝐧𝐚 𝐅𝐞𝐫𝐧á𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora